Ortega y Gasset, autor del ?Yo y mis circunstancias? y de ?La rebelión de las masas?, entre muchas otras obras, también era un practicante de la melancolía, que atribuyen a la Generación del 98 a la pérdida de España de su imperio americano.
Mis ?circunstancias?se amalgaman con los sucesos y mudanzas de mi ?yo?. Estas circunstancias han sido para mi familia la Segunda Guerra Mundial, que nos lanzó a la ?conquista? de América. Los sucesos nefastos de mi padre han sido la Primera Guerra Mundial y su exilio en Siberia.
Mi madre sufrió, durante los primeros años del comunismo, hambre y persecuciones en la Unión Soviética. El comunismo se extendió desde Rusia a varios otros países europeos, y el triunfo del nazismo en Alemania se vincula necesariamente con el destino no sólo de mi familia sino también al de miles de personas en esa época, que era la ?gran noche de Europa?.
El presente se convierte a gran velocidad en el pasado. Rastreo en mi memoria las ?causas y efectos? que marcaron mi destino. Estoy dedicada al esfuerzo de analizar, descifrar, dominar y poder explicar esas circunstancias. Durante mi infancia reinaba un clima de pesadilla en Europa. Su civilización de caía en pedazos y la guerra convertía sus ciudades en escombros.
En la posguerra mucha gente simpatizaba con la idea de emigra a América. Los españoles, cuya intolerancia había desembocado durante 1936 y 1939 en una cruel guerra civil, se trasladaban a México y también a otros países americanos, convirtiéndolos en su segunda patria.
Pero tampoco en esta nueva geografía terminaba la ?guerra?, y los conflictos estaban lejos de ser menores allí, donde la contaminación procedente del marxismo producía cementerios clandestinos o tumbas que no llevan el nombre de sus muertos. Las ideas de fanáticos y extremistas dejan cabos sueltos en todas partes.
Desde casi un siglo de distancia, la gran poetisa gallega, Rosalía de Castro, escribió en uno de sus poemas: ?mi Dios cayó al abismo?. Los hombres de la Primera Guerra Mundial inventaron y aplicaron gases venenosos a sus enemigos, y en la Segunda Guerra Mundial hicieron uso de armas mucho más poderosas y de la bomba atómica.
Se ha acabado el tiempo del nazismo en Alemania con su omnipotencia y paranoia, e igual de demencial y dañino fue el comunismo de la Unión Soviética, repentinamente desaparecida. Me pregunto por qué un Dios infinitamente bueno había permitido tanto mal, un mal con mayúsculas que ha obligado a miles y miles de personas a convertirse en fugitivos, exiliados y desplazados al emprender la gran y dolorosa empresa de vivir fuera de su lugar de origen, de su ambiente acostumbrado, su gente y sus tradiciones.
Camus escribió que nuestro siglo XX sería conocido para siempre como ?el siglo del miedo?. Este convivio con el miedo y la muerte representa la tradición literaria de nuestro tiempo, textos recobrados para la memoria, con la añoranza por lo irremediablemente perdido en una tierra difunta.