Regreso a los países donde he vivido para confrontar memoria y realidad. O si no, viajo más que por la memoria, comparo el pasado con el presente. Busco la calle con el hotel donde estuve alojada, o el lugar donde he sido feliz. Muchas recuerdan menos de lo que una quisiera. Gracias a la memoria se puede ser lo que ya no se es, volver a la infancia, recordar el primer beso en la adolescencia, recorrer el paso del tiempo del final hacia el principio, haciendo turismo al revés.
Digo todo esto puesto que la memoria de nuestra experiencia personal a veces se convierte en materia literaria, en algo así como ?realismo testimonial? cuando se hace una crónica autobiográfica de un fragmento de tiempo o de un lugar donde hemos estado durante una determinada época histórica. Trato de recuperar el tiempo de la memoria perdida, de la memoria ya casi no recordada de mi primer llegada a España.
Era en el año 1939. Franco era el general que ganó la guerra civil y el Jefe de Estado. La guerra civil había terminado unos meses antes, y ya la Segunda Guerra Mundial ensangrentaba los campos de Europa. España era el país neutral… con la memoria de cada cual de su propia guerra entre hermanos.
La ciudad, Barcelona, se miraba triste con las fachadas de los edificios acribillados de tiros, con los escaparates de los comercios casi vacíos o ?decorados? de forma algo inverosímil con una bicicleta en medio decenas de latas de comida, y ropa pasada de moda. Escaseaba todo y el pan, que era de un color muy amarillo. No hubo tabaco, los hombres fumaban tabaco negro y hasta cigarrillos hechos de cáscaras de almendras tostadas.
Como yo tenía sólo doce años y no era ni de los de un lado, ni del otro, hablaba con todos, y algunos me contaban sus vivencias individuales de la guerra civil. Durante los tres años que duró esa guerra, los nacionalistas, falangistas, monárquicos y todos los de las derechas entraron en conflicto con los comunistas, anarquistas, republicanos, socialistas y sindicalistas, o sea los de las izquierdas.
Unos contaban los sucesos de la guerra desde el punto de vista de los vencedores, otros de los vencidos. Unos decían en mi colegio de monjas que la Cruzada de Franco fue contra los ?sin Dios?.
Otros tenían enfoques totalmente contrarios y contaban atrocidades de los moros con las mujeres, fusilamientos y encarcelamientos de los republicanos. Esas afirmaciones rotundamente opuestas de un mismo conflicto, que será siempre motivo de controversia.
A mí no me interesaba la política, pero sí la vida de mis compañeras de escuela. A una de ellas le habían matado al padre en un ?paseo? los rojos. A otras sólo por ser ?hijas de María?, habían matado a sus dos hermanas. Una abuelita había perdido en la guerra siete de sus nueve hijos. Y la inmensa mayoría quería silenciar u olvidar los hechos y la ciudad revivía lentamente. A tan temprana edad me interesaba más que la guerra, los helados de la ?Jijoneca? en el Paseo de Gracia y las excursiones al mar de la Costa Brava los fines de semana.