Vida

Vida breve: Qué ciudad aman los escritores

Es difícil saber qué ciudad aman los escritores más que ninguna. Es común que un escritor odie la ciudad en la que vive.

El derecho de nacer en una ciudad no te obliga a amarla. Es simplemente tu ciudad de origen. Todo cambia si el escritor es un exiliado, voluntario o involuntario, o un expatriado como lo fue, por ejemplo, Julio Cortázar. el visitó Buenos Aires por última vez y se despidió de ella para siempre, por algo definitivo: su muerte.

En cambio no se despidió de París, que Cortázar conocía y amaba, y donde minutos antes de que lo enterraran lo llevaron a recorrer las calles parisinas que había amado y retratado en sus obras. París fue la ciudad donde él había vivido unos cuarenta años, y Buenos Aires fue la ciudad que él dejó voluntariamente a los treinta años de edad. Las últimas maletas de Cortázar tenían París como destino y uno de sus últimos poemas tenía por meta Buenos Aires.

El origen de Joyce era Dublin, pero Trieste y París también fueron en parte su destino y llegó a amarlos, pero, ¿cuál fue la ciudad que amó más que a ninguna otra? La ciudad de Dublin demuestra que ama la memoria de Joyce y recibe a los turistas con un mapa de la ruta de la ciudad que se recorre un un día en el ?Ulises? de Joyce.

Stendhal odiaba a Grenoble, en donde nació y en donde vivió. Grenoble, años después, convirtió la casa de Stendhal en museo. Alberto Moravia se quejaba de Roma, la ciudad en que vivía y murió. En veranos huía de Roma y tal vez pensaba que la odiaba, pero su libro más bello retrata a la gente de Roma y la vida diaria de Roma.

Henry James huyó de su patria, los Estados Unidos, para dedicarse a retratar a los norteamericanos como él, que vivían temporadas transitorias en Europa. La pregunta es: ¿por qué sólo visitar a la ciudad que se ama? ¿Por qué no vivir en ella? ¿De dónde era Cortázar y de dónde quería ser? ¿Preguntaría en el avión cómo sería su reencuentro con Buenos Aires? Cortázar fue un escritor viajero.

Unas semanas antes de morir visitó Bruselas. Antes de desempacar y guardar sus maletas vacías por última vez en Paris, donde murió, preguntaría en al aire al sobrevolar Buenos Aires cómo sería su reencuentro con esta ciudad amada, y escribió un poema antes de aterrizar en el avión, en la primera página de un cuaderno. Las restantes páginas quedaron en blanco.

¿Cómo habrá sido ese reencuentro? En encuentro y el origen se mezclan en el corazón de todo escritor. El escritor tiene el derecho de amar y de poetizar la ciudad que él quiere, y visitarla sin vivir en ella, conocerla a su modo, despedirse al partir de ella o dejarla atrás y extrañarla luego durante toda su vida.

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