Desde su estatus de ciudad hasta la existencia física de sus edificios fue definida por el gobierno colonial de modo irreversible en el último tercio del siglo XVIII. El atraso de la sociedad trasladada fue más el producto de una jugada política que el miedo a un nuevo terremoto. Al final el error dejó, como legado para la posteridad, uno de los más grandes valores culturales que poseen los guatemaltecos y ?la humanidad?.
Durante el siglo XIX la antigua capital del reino pasó transformaciones que hoy son notorias a través de las fotografías y grabados de época. El parque central, sólo para citar un lugar muy frecuentado, se ha modificado drásticamente en los últimos ciento cincuenta años. De hecho la más reciente remodelación no tiene ni cinco años.
En el siglo XX pasó por tres movimientos telúricos de relevancia en 1917, 1918 y 1976; esto sin contar con otras manifestaciones de la naturaleza como las violentas erupciones del Volcán de Fuego o los desbordamientos de El Pensativo. En consecuencia la ciudad atravesó por dos reconstrucciones además de intervenciones importantes en los gobiernos de Jorge Ubico e Ydígoras Fuentes.
Durante la presidencia de este último se reconstruyó San Francisco el Grande y gracias a ello, la sociedad católica guatemalteca ha podido rendirle el homenaje correspondiente al Hermano Pedro de San José Betancur quien reposó entre el histórico ripio por muchos años.
La incandescencia surge de si se conservan las ruinas o se deben restaurar e incluso reconstruir los grandes edificios para ser aprovechados. Es evidente que para algunos este pensamiento es casi sacrílego. Pero ¿porqué en otros países sí ha sido factible el rescate de estos espacios para crear instituciones perdurables que velan a su vez por la custodia de otros valores que, en Guatemala, por ejemplo, no encuentran un espacio adecuado para su proyección? ¿Es acaso la cultura una ruina estática?
La vieja basílica mejicana de Guadalupe ha sido reabierta. Para ello fue necesario una intervención que llegó más allá de lo cosmético y así asegurar que los visitantes pudieran convivir con sus tradiciones ¿dejó por ello de ser un monumento histórico? En la Catedral de Sevilla, en la de Viena, se han tenido que sustituir elementos para evitar que, de edificios públicos, pasen a ser ruinas.
La gran polémica en torno a la Compañía de Jesús muchas veces va más allá de lo razonable y entra en otros terrenos. No es difícil escuchar a algunos miembros de la sociedad y promotores de la cultura antigüeña preguntándose a grandes voces ¿qué tienen que hacer los españoles en un edificio de las características del que ocupa ahora el CIF? ¿Es ésta su mayor preocupación?
Si es así, francamente no hay palabras. Los logros alcanzados en este complejo están a la vista y los beneficios también.
En todo caso y antes de precipitaciones lamentables, será importante oír el consejo de Luis Luján Muñoz, citado por Gustavo A. Montenegro en la revista Domingo del 28 de julio: ?Se necesita hacer un foro internacional con expertos que propongan las mejoras, para evitar parcialidades e injerencia de sectores?. Pensamiento sabio.