En el entorno de las redes sociales, cuando los y las jóvenes se conectan y participan en foros de internet, la presencia de vocablos como banner, back-up, blog, bluetooth, chat, creepy, fandom, feeling, hashtag, mainstream, nick, off topic, online, password, pin, post, random, smartphone, software, spam, staff, vlog, web, wifi, wiki son cada vez más habituales.
Una convivencia de décadas
La incursión del inglés en nuestra lengua no es un fenómeno nuevo. A lo largo de las últimas décadas, los hablantes del español, y, por extensión, la mayoría de las lenguas europeas, nos hemos visto cada vez más expuestos a la influencia de la cultura angloamericana y, por consiguiente, a la impronta de la lengua inglesa.
Esta presencia de lo anglosajón en áreas de nuestra vida cotidiana se ha ido incrementando conforme el fenómeno de la globalización se ha ido extendiendo por todo el planeta. No obstante, no cabe la menor duda de que las generaciones más jóvenes son las que más expuestas se han visto, especialmente porque la lengua inglesa forma parte del currículo escolar desde edades muy tempranas (en el caso de España, desde los 3 años en educación infantil).
No sólo los niveles de dominio de la lengua inglesa han ido aumentando progresivamente. Además, el grado de exposición de estas jóvenes generaciones a las redes sociales, la música, la publicidad, los hábitos alimenticios, la moda y los deportes, entre otros, provenientes de Estados Unidos o del Reino Unido, se ha incrementado considerablemente.
La influencia del inglés en los niños y niñas
Desde la más tierna infancia, las niñas y niños eligen juegos y juguetes cuyos nombres están en inglés. Prueba de ello son los que llevan por nombre: color me mine, playmobil city action, playmobil country, playmobil dragons, captain America, the winter soldier, super soldier gear, soothing spa, relax and play, transformers leader, scooter baby born city tour, por citar solo algunos ejemplos. Asimismo, los niños y niñas eligen menús que se hacen llamar Happy Meal de una conocida cadena de restaurantes de comida rápida norteamericana.
Beben bebidas tales como Simon Life o comen pequeñas porciones de queso llamadas Mini Baby Bel, por no mencionar los tratamientos para piojos y liendres que usan puntualmente tales como Full Marks. La exposición al inglés comienza desde edades muy tempranas, lo que va calando, en mayor o menor medida, en la cultura y la lengua.
El inglés y la adolescencia para los hispanohablantes
Muchos de los niños y niñas que ya se vieron expuestos desde la infancia al inglés se han convertido en adolescentes que demandan productos y un estilo de vida angloamericano. Compran camisetas y gorras con mensajes en inglés, o bien modelos tipo halter, chaquetas tipo bomber diseñada con un tejido de animal print, siempre con un outfit moderno y se maquillan con el eyeliner,
highlighter y lipstick en un tono nude y posiblemente imitan a alguna celebrity o influencer.
Acuden al gym para practicar fitness, boxing, crossfit o stretching. Si van a la playa, son buenas opciones deportivas el paddlesurf, snorkelling o el kitesurf. Son muchos los sportlovers que hay en los últimos años. Cuando nos referimos al ocio, la juventud sale a un afterwork o un pub para tomarse un gyn&tonic y escuchar música mayoritariamente interpretada en inglés tipo funky, pop o rock.
Otra opción popular es relajarse en una terraza chill out para tomar un cocktail “Sex on the beach”, aunque ir a una sala de wellness o spa son también buenas opciones. Cuando usan las redes sociales o social media, ya sean foros de internet, WhatsApp, Facebook o Instagram, la presencia del inglés sigue siendo notable.
Muchas de éstas son consultadas frecuentemente con el correspondiente smartphone, que puede ser touch sensitive y tener un simpático ring tone y que les permite hacerse un selfie. También lo hacen con su Tablet o laptop, que estarán plagados de apps que facilitan la vida de nuestras y nuestros jóvenes, aunque también nos ayudan a los no tan jóvenes.
A modo de conclusión, convivir con la lengua inglesa y con la cultura y el estilo vida angloamericano se ha convertido en parte de nuestra vida cotidiana, y especialmente en el caso de las generaciones más jóvenes. Es un hecho constatable que estamos sumamente impregnados de lo anglosajón, nos guste o no.
Este hecho no tiene por qué ser juzgado como negativo, siempre y cuando no empobrezca nuestra cultura y lengua. Se puede dar la convivencia pacífica entre lo propio y lo foráneo, pues la suma, lejos de empobrecer, puede ser una gran fuente de enriquecimiento. Valga de ejemplo la propia lengua inglesa, riquísima en vocabulario, que está plagada de extranjerismos al no existir ninguna institución o Real Academia que la regule.
Carmen Luján García, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.