La misión, que despegó en noviembre pasado, buscaba sentar las bases para probar que tanto la nave como el cohete y sus substiemas, pueden ser lo suficientemente seguros para que los astronautas viajen a la Luna.
Dentro de la tripulación se encontraba el experimento Genómica de la radiación en el espacio profundo desarrollado por Zea mediante la implementación de un contendor llamado PLASM que incluía muestras de levadura.
Con esta propuesta, el equipo dirigido por Luis buscaba estudiar los efectos de la radiación espacial en microorganismos. El experimento estaba estipulado para viajar durante 25 días a bordo de la nave Orion dentro de Artemis I.
Cabe mencionar que el proyecto de Luis y su equipo fue seleccionado por el departamento de Ciencias Biológicas y Físicas (BPS en inglés) de la Nasa, desde donde se pretenden realizar investigaciones de biología espacial que que ayuden a los seres humanos a buscar formas más eficientes de prosperar en el espacio profundo.
En diciembre, luego del regreso de PLASM a la Tierra, y de sus revisiones preliminares, el ingeniero guatemalteco se mostraba esperanzado por lo que este tipo de investigaciones pueden llegar a representar para el avance científico y la mejoría en salud de persona con cáncer.
De esa cuenta, y en seguimiento al Personaje del Año que Prensa Libre nombra desde 1992, la presente edición reconoce el trabajo de Luis Zea durante 2022 por mostrarle al país y al mundo cómo sus acciones decididas, inspiradas y sostenidas pueden verse como semillas de un nuevo porvenir para el engranaje investigativo de la biología y el espacio.
En el reconocimiento también se suman los esfuerzos de Luis por involucrar en sus proyectos a jóvenes estudiantes que así como él, miran hacia el futuro.
Visto en perspectiva y luego de un año con varios logros, entre ellos, el lanzamiento de Artemis I donde estuvo involucrado, ¿Qué cree que podría decirle enero del 2022 a su yo entrante del 2023?
Para cada año nuevo, mucha gente hace resoluciones como ir al gimnasio, no beber o no consumir ciertas cosas. En general, hacer algo bueno…Más que resoluciones, algo que yo hago cada año nuevo es una lista con las cosas por las cuales estoy agradecido. Hace un año no sabía cuándo iba a despegar la nave (Artemis I) rumbo a órbita lunar y ahora sabemos que es un hecho.
¿Con cuáles aprendizajes concluyó su 2022?
Tal vez es algo muy amplio porque uno aprende cosas todo el tiempo que no se va guardando por fechas porque los aprendizajes se van acumulando. En mi caso, los más recientes tienen que ver con cómo salir de la zona de confort para seguir creciendo profesional y personalmente.
Me había dado cuenta de que llevaba tiempo haciendo experimentos biológicos en el espacio con el enfoque de buscar soluciones a problemas médicos tanto para la exploración espacial, como para problemas médicos en la Tierra.
Trabajé en un total de 20 proyectos espaciales en los últimos 13 años, y a pesar de que cada uno era distinto y que siempre seguía explorando nuevos campos, sentía que estaba haciendo lo mismo.
Por eso decidí seguir mi propio consejo y después del tiempo en ese campo, pasé de ser catedrático de investigación en la Universidad de Colorado en Boulder a formar parte de la industria en 2022. Ahora trabajo en una compañía que se llama Sierra Space donde junto a un equipo estamos diseñando nuestra propia estación espacial.
Con esto, la intención no es solo tomar un lugar para hacer nuestras propias investigaciones, sino ayudar para que otros puedan investigar después.
En su recorrido se deja ver una amplia experiencia en proyectos simultáneos, así como en distintas áreas investigativas. ¿Responde este involucramiento constante a una inquietud o a una necesidad por seguir transformando lo ya conocido?
Creo que se trata más sobre ir buscando el próximo horizonte. Los días que tenemos en el mundo están contados y pienso que el éxito solo se mide en la forma que impactamos la vida de otras personas. En mi caso, siempre tengo en mente qué puedo hacer para crear ese impacto de forma positiva.
El reconocimiento como Personaje del Año 2022 de Prensa Libre se suma a una gran lista de premios y honores que ha recibido por su labor científica. ¿De qué manera cree le comprometen estos logros para seguir construyendo esos horizontes que menciona?
Algo que he tratado de hacer en mi carrera académica ha sido ayudar a estudiantes para que puedan despegar. Luego de apoyarles con consejos, guías o contactos, lo que les he dicho es que no me deben nada, sino que, como dice la expresión en inglés “Pay it forward”, deben seguir la cadena de favores cuando tengan la posibilidad y la posición.
Sobre cómo tomo estos premios, siempre es una sorpresa muy bonita, me los tomo muy personales en el sentido que me siento honrado y los uso como combustible para darme cuenta que otras personas están reconociendo los esfuerzos de los que soy parte.
Y digo soy parte porque los proyectos que hago son junto a equipos que realizan enormes esfuerzos en áreas de matemática, química o biología. Es bonito saber que personas externas a estos proyectos vean nuestro trabajo.
Respecto a su involucramiento grupal y la ampliación de redes de trabajo científico, ¿Aprendió a forjar esto durante su camino profesional o viene de un aprendizaje familiar?
Es la mezcla de muchas cosas. La necesidad de crear redes de apoyo entre personas viene desde mi primer proyecto financiado por Nasa, donde empecé a realizar colaboraciones internacionales. Antes de eso, recuerdo muy frescamente estar en Guate y querer hacer cosas espaciales, pero no tener chance de ejecutarlas.
Cuando en alguna clase se asignaba un proyecto sobre temas abiertos, yo lo hacía sobre el espacio, pero no había tanta información. Eso lo tengo fresco y ha sido un motivador para que, al forjar puentes de colaboración internacional, incluya a Guatemala.
De ahí que dos de mis proyectos que han ido a la Estación Espacial Internacional han tenido involucramiento de estudiantes guatemaltecos en licenciatura quienes han hecho y están haciendo sus tesis sobre ejemplares de la Estación. Un ejemplo de eso es el proyecto que este año fue a órbita lunar que tenía componentes hechos por guatemaltecos.
Guatemala es ahora el primer país latinoamericano en poner equipo aeroespacial en órbita lunar, hasta donde sé, fuera del planeta. ¿Y de dónde vienen estas formas de colaboración en mi caso? Tratando de hacer introspección, desde pequeño recuerdo ver a mis papás ayudar a otras personas como de la familia y varios lugares.
Mi papá es médico y creo que la gente que se dedica a la Medicina debe tener eso en el corazón, el tratar de ayudar a otras personas. Mi mamá, mis hermanos y yo compartimos eso. Creo que es innato.
La familia es el ejemplo más claro que podríamos tener sobre una comunidad o una red de apoyo. Usted habla de sus proyectos precisamente como ejercicios de redes. ¿Qué ha podido ver de la manera en que se trabaja colectivamente tanto en Estados Unidos y Guatemala?
Más que como se trabaja colectivamente, es la mentalidad que tenemos y no es exclusivo en Guatemala, sino en Latinoamérica, como el hecho de pensar que no podemos hacer el mismo nivel de trabajo o que no podemos competir internacionalmente, sobre todo, en temas de tecnología de punta como la aeroespacial . Esto fue una de las primeras cosas que me di cuenta cuando vine a estudiar mi maestría a Estados Unidos.
Cuando logré venir a estudiarla fue a través de un mecanismo donde la universidad paga los estudios y en cambio, uno trabaja haciendo investigación o siendo auxiliar.
En esa época lo primero que vi fue que mi nivel de matemática, química y física no estaba solo a la par de los demás, sino era mejor que la mayoría y eso que antes no había sido un estudiante estrella. Luego, cuando empecé a trabajar en un proyecto CubeSat en Florida, me di cuenta que no había razón por la cual no podíamos hacer lo mismo en Guatemala.
Ahí me cambió la mentalidad que no solo podemos realizar cosas que también se hacen afuera, y que no hay razón para que las podamos hacer mejor.
De hecho, cuando hicimos el CubeSat del Quetzal 1 con casi cien estudiantes de la Universidad del Valle de Guatemala que tenían en promedio 21 años, nos tocó hacer las cosas con una chispa chapina porque no teníamos los fondos. Eso que hacían compañías y universidades, no podíamos hacerlo ya que no había recursos.
El equipo de estudiantes tuvo que aprender a diseñar, desarrollar, volar, probar y operar exitosamente un satélite. Eso fue un recordatorio que en efecto esas eran las intenciones principales que teníamos con el ingeniero Victor Hugo Ayerdi con quien dirigimos el proyecto. No solo era la parte técnica, sino la parte de mostrarnos a los chapines que podemos hacer cosas avanzadas.
Si podemos trabajar en algo tan tecnológicamente desarrollado como la ingeniera aeroespacial y satélites que están orbitando la Tierra, ¿cuántas otras cosas no podríamos hacer? Y, sobre todo, que estén relacionadas a los problemas que tenemos en Guatemala, que son incontables. Ese mismo ingenio lo podemos aplicar a resolver problemas aún sí se ven súper lejanos.
¿Cree que es fácil encontrar esa chispa o dependerá de factores como estar estimulado constantemente o tiene que ver con la necesidad de transformación?
El tema es la mentalidad. En eso, lo que diría es que hay gente “chispuda” y en Guatemala, sobre todo. Al final, se trata de darle oportunidades a las personas y evitar que haya problemas de acceso a la educación y mil cosas más. Son problemas que necesitamos resolver y no tenemos que esperar a que nos lo vengan a solucionar de afuera, debemos hacerlo nosotros mismos.
“Los días que tenemos en el mundo están contados y pienso que el éxito solo se mide en la forma que impactamos la vida de otras personas. En mi caso, siempre tengo en mente qué puedo hacer para crear ese impacto de forma positiva” – Luis Zea
¿Por qué cree que es importante seguir investigando con una doble óptica científica desde temas sobre el espacio y la biología?
Necesitamos investigar ese tipo de cosas porque, por ejemplo, no estamos seguros de qué les puede pasar a los humanos cuando están mucho tiempo bajo radiación. También nos sirve para buscar soluciones novedosas a problemas médicos y de otros tipos en la Tierra.
Si nos ponemos a pensar, por más de 3 mil millones de años la vida en la Tierra ha evolucionado. Ha cambiado la atmósfera, la composición su composición, el agua, la salinidad, la temperatura, pero algo que se ha mantenido constante es la gravedad.
Entonces, experimentos como la investigación Genómica de la radiación en el espacio profundo, que fue nuestro proyecto que viajó alrededor de la Luna en el 2022 en la misión Artemis I de NASA, muestran que, al enviarse células, tejidos u organismos a la microgravedad en el espacio aparecen cosas que no se pueden replicar fácilmente en la Tierra.
De allí podemos construir estructuras tridimensionales grandes que asimilan mejor cómo se ve un tumor en el cuerpo humano, por ejemplo. Entonces usamos eso para probar moléculas, para ver si logramos matar las células cancerígenas, pero dejando a las sanas intactas. También se está investigando cómo la radiación cósmica puede afectar el ADN y las células.
Hay muchos procesos médicos en la Tierra que necesitan radiación para poder curar o mejorar algo. Pero esa radiación trae consecuencias negativas, secundarias.
Por eso también está la idea que algún día, con la información que nosotros generamos, otras personas puedan desarrollar medicamentos o procesos que le ayude a las personas que necesitan radioterapia para que el proceso no dañe células saludables.
¿Se imaginó alguna vez en un lugar como este, tan comprometido desde proyectos que podrían llegar a cambiar el rumbo del bienestar humano?
Si le pudiera contar esto a mi yo del colegio, jamás lo creería. Siempre soñe con llevar a la humanidad a explorar el espacio, pero nunca imaginé algunas de las cosas que he tenido la oportunidad de hacer, sobre todo porque era un pésimo estudiante en el colegio.
Lo único que quería hacer era montar mi patineta y en efecto, es algo que hice por cinco años y fue una fase genial de mi vida donde conocí excelentes amigos. Pero desde el punto de vista de desarrollo profesional, no me estaba enfocando en el colegio. Solía perder clases.
Desde tercero primaria hasta cuarto bachillerato nunca hubo un reporte de notas donde no apareciera al menos una clase reprobada. Fue en cuarto bachillerato que cambié mi rumbo, por así decirlo. En ese momento supe que existía la carrera de Ingeniería Aeroespacial. Mi rumbo cambió porque al saber de qué trataba, me puse un objetivo a largo plazo y comencé a elaborar un plan de cómo llegar hasta allí.
En perspectiva hacia lo que han sido estos más de 10 años de trabajo, ¿cuáles son algunas reflexiones que podría compartir sobre los aprendizajes que ha logrado profesional y personalmente?
Sobre esto, dejo cinco consejos. El primero, no esperar a que aparezcan oportunidades, sino buscarlas y si es necesario, generarlas. Segundo; cuando alguien esté en la posición de apoyar a otros, ayudarles como les gustaría les hubieran ayudaron en algún momento de necesiad.
El tercer consejo tiene que ver con la importancia de realizar un plan que muestre donde está uno y hacia dónde se quiere llegar. Cuarto; se debe saber que las cosas pueden salir mal. Finalmente, salir de la zona de confort es algo clave para poder crecer personal y profesionalmente. Se deben probar cosas nuevas y afrontar nuevos retos.