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Rafael Santandreu, uno de los psicólogos más prestigiosos del mundo hispanohablante, propone un método definitivo de cuatro pasos claros y concisos que cualquiera puede poner en práctica para superar todo tipo de miedos sin necesidad de tomar fármacos, lo que en la práctica equivale a “convertirnos en una persona libre, poderosa y feliz”, según destaca.
Santandreu es una autoridad en el campo de la terapia psicológica conductual, fue profesor en la Universitat Ramon Llull de Barcelona (España); trabajó con el reconocido psicólogo Giorgio Nardone en su Centro di Terapia Strategica de Arezzo, en Italia; y actualmente reparte su trabajo entre la psicoterapia con pacientes y la formación de médicos y psicólogos.
Autor de los libros superventas como ‘El arte de no amargarse la vida’, ‘Ser feliz en Alaska’, ‘Nada es tan terrible’, saca ahora ‘Sin miedo´, y comenta que su referente profesionales la reputada psicóloga conductual australiana Claire Weeks, quien sanó a miles pacientes en el mundo anglosajón.
Weeks y los cuatro pasos
Weeks, pionera en el tratamiento de los ataques de pánico, desarrolló una ‘terapia de exposición’, basada en cuatro sencillos pasos –que a priori pueden parecer complicados de seguir– y que es la misma que Santandreu aplica con enorme porcentaje de éxito en su consulta y que desarrolla en su libro `Sin miedo para quienes quieran practicarla de forma autónoma.
El primer paso consiste en AFRONTAR… el trastorno con determinación, lo que “implica acudir una y otra vez a la fuente del malestar para, en poco tiempo, desactivar completamente la emoción”, recalca el psicólogo.
El segundo paso es ACEPTAR… es decir, “dejar de luchar, dejar de huir, acomodarse con la situación negativa”.
El tercero radica en FLOTAR… o lo que es lo mismo, “relajarse, ralentizar, ir poco a poco, pero con determinación”, explica el psicólogo.
El cuarto paso radica en DEJAR PASAR EL TIEMPO… un concepto que, según Santandreu, implica necesariamente “la aceptación total y es el paso más importante, porque querer acelerar el proceso es no aceptar, es seguir temiendo al malestar”, puntualiza el autor.
“Estos cuatro mecanismos que se terminan memorizando de tanto emplearlos, contienen todo lo necesario para ayudar a las personas a superar, desde problemas psíquicos como la ansiedad, los ataques de pánico y trastornos obsesivos compulsivos (TOC), hasta la timidez, la hipocondría, la depresión o cualquier otra emoción negativa exagerada”, señala este experto.
Aprender a vivir con confianza y amor
Santandreu describe en una entrevista el impacto del miedo irracional en nuestras vidas y en nuestro ánimo, y cuáles son los primeros pasos para dejarlo atrás y aprender una nueva manera de estar en el mundo, llena de confianza y amor por la vida, para convertirnos en nuestra mejor versión como personas.
— ¿Ofrece el miedo alguna ’ventaja psicológica’ que lleve a algunas personas a vivir atemorizadas en vez de intentar superarlo, como sucede con quienes no dejan su rol de víctimas porque así consiguen la atención de los demás?.
— Por mi experiencia, tener miedos exagerados no ofrece lo que en psicología se conoce como ‘ventajas secundarias’. No creo que eso suceda de una forma significativa. El miedo “duele” y si no fuera así, a nadie le afectaría.
Las personas no quieren vivir atemorizadas porque el miedo “duele”, es decir, es muy desagradable. Pero, muchas veces, los afectados no saben que se trata de miedos irracionales y, en otras ocasiones lo saben, pero desconocen cómo atajarlos.
— ¿Podría darnos algunos ejemplos de estas situaciones?.
— Mucha gente tiene miedo a perder el empleo. No saben que es un temor irracional porque les han educado para temer perder el piso en propiedad, no tener comodidades, entre otras cosas.
‘Terribilizan’ sobre eso, es decir creen que sería “terrible” perder la seguridad económica. Esas personas no se dan cuenta de que su miedo es irracional.
Por otro lado, las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) temen contagiarse con cualquier cosa y se duchan diez o veinte veces al día. Saben que es un temor irracional, pero no saben salir de él. Han entrado en un bucle de temor.
— Muchas personas se adaptan a vivir con miedo pese al malestar que les produce. ¿Cómo consiguen convivir con esa sensación de estar bajo amenaza o riesgo?.
— Hay gente que va reduciendo su vida y sus oportunidades porque va evitando los miedos. Pero consiguen una tambaleante tranquilidad con el costo de tener una vida muy limitada. Y el problema es que es posible que sus miedos vayan aumentando. Lo cierto es que estas personas no suelen estar muy felices con la situación.
“El valiente es el que tiene una relación íntima con su miedo”
— Señala que el miedo “duele” ¿Podría dar algunos ejemplos de los modos en que la persona percibe ese dolor?.
— Los trastornos de ansiedad como los ataques de pánico, el TOC o la hipocondría suelen hacer que una persona esté alrededor del 70% del día con miedo; todos los días. Es agotador. Además, limita muchísimo la vida, porque la gente se aísla de los demás ya que no se encuentra de humor para participar en la socialización. Muchas veces, ni siquiera pueden trabajar.
He conocido casos de personas que se quedaban sentados en una punta del sofá todo el día, llenos de miedo, esperando a que a la tarde llegase un familiar, para echarse a llorar en sus brazos.
— ¿Cómo se manifiesta el miedo en esas personas?.
— El miedo comienza como una intensa punzada en el interior que corta la respiración. La cabeza empieza a funcionar a toda máquina buscando salidas y entra en un bucle (pensamientos retroalimentados por emociones). No es posible concentrarse y hay una sensación de agitación general muy molesta.
Si el miedo aumenta, puede producir vértigo, palpitaciones, sudoración, temblores, falta de aire, dolor por contracción muscular y una experiencia muy rara: ‘desrealización’ y ‘despersonalización’, las sensaciones de que lo que sucede alrededor no es real o que uno ha salido de su cuerpo.
Pero, en el fondo, todo eso no es más que miedo: humo. No va a suceder nada y podemos tranquilizarnos respecto de todo ello.
— ¿Podría dar algunos ejemplos de cómo una persona va reduciendo su vida y oportunidades al evitar sus miedos?.
— Los que tienen ataques de pánico evitan las situaciones que les podrían provocar el ataque. Por ejemplo, utilizar trenes, el coche, el metro o el autobús. Evitan ir a grandes almacenes, conciertos y bares, por ejemplo. Pero, muy pronto, la evitación se amplía y, al final, evitan salir de casa.
Recuerdo el caso de una chica que era enfermera, pero trabajaba en el supermercado de la esquina porque no se atrevía a ir más lejos. Trabajaba de reponedora por el sueldo mínimo, pero, a cambio de eso, la dejaban irse a su casa sin preguntarle nada si se sentía mal.
— En esas y otras situaciones ¿cuál es el primer paso que hay que dar para superar los miedos, sean del tipo que sean?
— La clave general consiste en ‘amigarse’ con el miedo. El valiente no es el que no tiene miedo sino el que tiene una relación íntima con su miedo. Para ello hay que conocerlo muy bien; vivirlo voluntariamente de forma abierta durante mucho tiempo; muchos días, muchos meses. Entonces, llega un momento, en que uno ya no teme a su propio miedo. Podemos relajarnos en su presencia.