Salud y Familia

Vacaciones: ¿por qué nos hacen tanta falta?

¿Qué pasa si el factor de felicidad que proporciona irse de viaje desaparece repentinamente? Si tenemos que quedarnos encerrados en casa. Y todo ello sin saber hasta cuándo.

Dos palabras van muy unidas: vacaciones y felicidad, como si mientras hacemos las maletas cada vez que salimos de viaje nos invadiese una inmensa alegría. Pero la pandemia del coronavirus nos devuelve a la realidad: La felicidad se acabó, ¿y las vacaciones?

Los operadores turísticos y los propios viajeros ansían explicar sus vacaciones, ya sea en persona, subiendo fotos a Instagram o en un mensaje por WhatsApp: “¡Me lo estoy pasando muy bien!”.

El profesor Horst Opaschowski, especialista e investigador en turismo, lleva más de 30 años estudiando a los viajeros y sus viajes: ¿Por qué viaja la gente? ¿A dónde van? ¿Qué buscan tan lejos de su casa? Pero es la primera vez que se enfrenta al hecho de que, de repente, no puedan viajar.

El miedo a quedarse en casa

“Si no viajan, las personas corren el riesgo de sufrir síndrome de abstinencia”, según Opaschowski. “Los viajes son algo muy humano: Nos desplazábamos antes de asentarnos”, añade, y asegura que la historia del ser humano es una historia de movilidad y viajes.

Opaschowski rememora una cita del erudito francés Blaise Pascal (1623-1662), que viene a decir: Toda desgracia emana del hecho que la gente no pueda estarse quieta en su habitación. Horror vacui: El miedo al vacío.

Viajar es sinónimo de felicidad

“Viajar es la forma más popular de felicidad”, prosigue el experto, fundamentando su afirmación en que “los viajes permiten cambiar de lugar y también de rol”. Ahora, ambas cosas son imposibles.

“Cada persona asume un papel diferente en las vacaciones y en los viajes, lo que se puede ver a menudo en la indumentaria”, asegura, mientras la realidad hace que ahora todos se recojan en sí mismos.

“La fuerza que impulsa a viajar es el miedo a perderse algo en la vida”, añade Opaschowski, porque cuanto más joven es uno, más importante es el viaje. Según él, en los últimos años parece que los viajes son un símbolo de status y dan sentido a la vida.

“Esa es la ilusión, pero no creo que vaya a funcionar así. Nos hemos acostumbrado demasiado a poder viajar cuando queramos”, dice Opaschowski con escepticismo. “Es una adicción”, explica.

El descanso tiene fecha de caducidad

Pero, ¿no es agradable disfrutar de la casa, para variar? Depende del tiempo que dure la prohibición de viajar. “No importa si la decoración de la casa es hermosa, en algún momento habrá que salir de ella”, considera Opaschowski.

“Hay una necesidad de dejar a un lado las actividades diarias, los hábitos, las reuniones y la rutina”, continúa el experto, para quien la gente lo que necesita es un contraste con la vida diaria.

Opaschowski no cree que esta tranquilidad obligada, que es algo impuesto, sea buena a largo plazo, y la compara con las ganas de jubilarse: “Mucha gente espera con anhelo el final de su vida laboral. Desean estar en casa, pero esas ganas no duran siempre”.

El aburrimiento “también se puede disfrutar mientras dure, pero los humanos son seres activos, necesitan tener algo que hacer”, insiste Opaschowski, quien describe este ciclo vital: La inquietud de tener algo que hacer lleva al estrés. Así uno desea paz y tranquilidad. Y cuando se consigue esa paz, no se puede soportar mucho tiempo.

Pronto llegará el próximo viaje

Hasta que esta no pase pandemia, no podemos hacer planes y soñar con viajar pronto: La ilusión también es una forma de felicidad.

¿Cambiará la crisis del coronavirus la forma de viajar para siempre? Opaschowski no lo cree. “Viví la crisis del petróleo, Chernóbil, la Guerra del Golfo de 1991 y los atentados del 11 de septiembre”, recuerda el investigador.

“Todo el mundo decía que nada volvería a ser lo mismo. Pero eso no pasó nunca”, sentencia.

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