¡Un día para celebrar!
“Si quieres hacer feliz a alguien que quieras mucho, díselo hoy, sé bueno en vida…”.
Algo especial pasa en estos días cuando esperamos la celebración del Día del Cariño, que viene a romper la rutina del diario vivir. Son positivos estos aires de cambio, porque de pronto nace ese calor humano que a veces se apaga por los “corre corre” de la vida, y por muchas causas más.
Ciertamente, no a todos les despierta emociones y sentimientos este Día del Cariño, de los enamorados, de San Valentín, pero la verdad es que este despertar de sentimientos y afectos, embellece la vida, y es un aliciente para el alma porque los seres humanos necesitamos incentivos para sensibilizarnos más, porque si nos dejáramos llevar solo por las cosas materiales, este mundo se convertiría es una selva de fieras, sin alma y sin amor.
Es por eso que estas fechas son buenas y entusiasman, porque cambian esa carrera, esta ruta de vida que atropella sentimientos y enfría los corazones, y ese ser noble y generosos de los seres humanos, por eso, apartar un tiempo para compartir la amistad leal y sincera, es un lazo para unirnos en alma y en espíritu.
Dice el escritor Raúl Sada que la amistad es más fuerte que el amor, porque este último suele ser celoso, egoísta y vulnerable. Obviamente, él quizá no se refiere al amor que viene de Dios, del que nos habla Pablo cuando dice: Si no tengo amor yo nada soy y si no tengo amor vengo a ser como el címbalo que tañe.
Así es que el 14 de febrero, el Día del Cariño, deben disfrutarlo los enamorados, los amigos, la familia y también es una ocasión para rendirle nuestro inmenso amor al Señor, y no porque esta sea una tradición debe desmerecer la celebración del Día del Cariño. Siempre debemos volver al pasado, que nos hace recordar cómo fue transformándose con los años esta romántica leyenda de San Valentín, que ha llegado hasta nuestros días.
Para los jóvenes que no la conocen y para las personas que no la recuerdan, se las resumo hoy en pocas palabras: En la época del emperador Claudio, existió un sacerdote muy querido llamado Valentín. El emperador, desdeñado por una joven que no le correspondía, publicó un decreto que prohibía durante un año los matrimonios en Roma. ¡Todos se indignaron! Pero el padre Valentín les ofreció arreglarlo todo en secreto. Dice la leyenda, que cuando el emperador se enteró de la rebelión del padre Valentín, lo mandó a encarcelar y luego lo hizo desaparecer misteriosamente de la prisión.
Esta romántica leyenda ha llegado hasta nuestros días a través los años, no sólo por el amor de los enamorados, sino por el cariño y la amistad.
Yo pienso —y quisiera— que al menos, regalemos en este Día del Cariño, una sonrisa al que tengamos cerca, una dulce mirada a quien pase a nuestro lado. Una palabra cortés, un regalo de amor. Como dice Amado Nervo: Todos tenemos hambre de amor, hambre de pan, hambre de conocimiento, hambre de paz, hambre de amistad.
rina.montalvo@gmail.com