Esto significa también para los padres más libertad y menos ataduras a la hora de organizar su vida.
Roman Nitsch cree que tener a un adolescente en la familia vuelve las cosas más interesantes. “Ver cómo van creciendo, qué decisiones de vida toman, cómo van desplegando sus talentos”, enumera el psicólogo alemán, quien dirigió durante muchos años la asesoría en crianza de la organización Caritas en la ciudad alemana de Mannheim.
Hoy en día, Nitsch está jubilado y sus hijos son adultos. “La forma en la que los adolescentes perciben el mundo puede ser muy enriquecedora para los padres”, afirma. Según cuenta este psicólogo, siempre pudo discutir bien con su hijo. “Le gustaba discutir, ya fuera sobre política u otros temas”, recuerda.
Lo mismo señala Elisabeth Raffauf, que también tiene dos hijos ya adultos. “¡A muchos adolescentes les gusta dicutir temas! Para algunos padres esto puede ser exigente, pero es un buen aprendizaje para los chicos y para los adultos también”, señala.
Raffauf cree que los padres incluso pueden aprender de sus hijos, citando como ejemplo el movimiento ambientalista Fridays for Future. Ya se trate de aclarar malentendidos o denunciar injusticias, “los jóvenes son sinceros y genuinos y quieren saber la verdad”, destaca Raffauf.
Parte de la búsqueda de la identidad de los púberes consiste en distanciarse de sus padres de forma consciente. “Cuando hay coincidencias, es maravilloso”, dice Nitsch. “Pero muchas veces, los jóvenes piensan de manera bien distinta”, indica.
Por eso, aconseja a los padres participar en aquello que interesa a sus hijos. “Mostrar interés en cosas a las que no se tiene acceso”, recomienda Nitsch. “No rechazar todo de inmediato, sino preguntarles”, añade.
En su opinión, muchas veces se asume una posición demasiado rápido y se responde a cosas que los adolescentes ni siquiera preguntaron. “Lo mejor es escuchar lo que tienen para contar los chicos, sin emitir enseguida un juicio”, recomienda.
Otra cosa que debería evitarse es aprovechar como padres toda situación para iniciar un interrogatorio. De acuerdo con Elisabeth Raffauf, la moderación puede ser una buena actitud.
“Si el chico sabe que puede hacer algo junto con sus padres sin que estos comiencen enseguida a preguntarle por la escuela, también le dan más ganas de compartir cosas con ellos”, ejemplifica.
Los padres, en tanto, deberían revisar sus posiciones. ¿Quieren controlar algo o les interesa realmente? “De esta forma, la pregunta ‘¿Qué tal el recreo, te divertiste?’, sonará mejor que ‘¿Cómo te fue en la escuela?'”, dice la psicóloga.
Los interrogatorios, los discursos y las acusaciones no son las mejores vías para establecer una comunicación con los hijos. “Solo se logra que estos se cierren más”, añade.
Por el contrario, lo clave es la confianza, dar el ejemplo y ser comprensivo. “Esta base se debe fijar desde temprana edad”, subraya Raffauf. “Unos buenos cimientos son la base de una buena relación con el chico durante la pubertad”, coincide Nitsch.
“Esto tiene que ver mucho con la valoración, como por ejemplo, de los intereses así como de los amigos del chico”, completa.
A Elisabeth Raffauf también le gusta recordar cómo, cuando tenía adolescentes en casa, siempre había mucho de qué reírse. “¡A veces dicen lo que les pasa por la cabeza de forma tan desinhibida!”, rememora divertida. En su opinión, el humor es además siempre una buena puerta de acceso a los adolescentes.
Roman Nitsch también busca reducir las altas expectativas de los padres. “Es demasiado esperar que la relación con los hijos sea óptima en cada etapa de sus vidas”, dice.
“Puede haber etapas que hay que atravesar y en las que los padres solo pueden confiar en que aquello que transmitieron a sus hijos dará sus frutos”, explica.