No lo es, aseguran los expertos, y ofrecen soluciones para ello, tanto memotécnicas como tecnológicas.
El primer paso para modificar estas conductas es un comportamiento a conciencia. El entrenador de memoria Markus Hofmann recomienda que, cuando depositemos en algún sitio la llave o la billetera, nos despidamos conscientemente de ese objeto.
“En mis pensamientos, le digo, por ejemplo, a mi llave ‘adiós, no te vayas, vuelvo en tres horas'”. De esta manera, esto se almacena más a conciencia en la memoria, tanto dónde como cuándo se depositó algún objeto en un sitio.
Otra estrategia puede ser que le asignemos a nuestros objetos cotidianos un lugar fijo donde ponerlos. La entrenadora de memoria Margit Ahrens recomienda que ese sitio, sobre todo al principio, cuando aún hay que grabárselo, sea muy evidente.
Por ejemplo, para las llaves de casa puede ser una fuente llamativa en una cómoda en las cercanías de la puerta de entrada de la casa. Ahrens propone que este lugar donde dejemos el objeto sea dispuesto a conciencia: “Lo mejor es trabar amistad con ese lugar y darle un nombre”.
El buzón mental y la lista corporal
Hoffman, también autor y coach de aprendizaje, comenta que quien quiera ser más flexible pero igualmente desee recordar todo, necesita principalmente un lugar fijo en su cabeza, un sitio donde se puede guardar información y volver a activarla en cualquier momento que se la requiera. “Lo denomino el buzón mental”, indica.
Aquí no se trata solamente de asentarlo de manera racional, sino también a través de imágenes, ya sea para el lugar donde dejamos la llave o la billetera o bien para listas completas de tareas o de compras.
Uno de los métodos más populares, que recomiendan tanto Ahrens como Hofmann, es la “lista corporal”. Esta consiste en elegir estaciones fijas en el cuerpo, ya sean pies, rodillas, abdomen, codo u ojos, y se las asocia con ingredientes o tareas que se quieren recordar.
Por ejemplo, si en la lista de compras dice tomates, manteca y leche, entonces una asociación mental posible podría ser que se pisotean los tomates con los pies hasta convertirlos en ketchup, que se deja derretir la mantequilla en la corva (parte de atrás de las rodillas) y que la leche forma un pequeño lago en el ombligo.
“Estas son imágenes que no se olvidan tan rápido”, comenta Margit Ahrens.
Apoyo tecnológico
Pero quien no quiera confiar solamente en su memoria, también puede ponerle “tags” -o localizadores inteligentes- a los objetos importantes, como las llaves, bolsos, billeteras. Estos frecuentemente son llaveros, conectados con el teléfono móvil, que pueden ser ubicados por vía de Bluetooth o GPS.
Los localizadores que trabajan con bluetooth funcionan bastante bien dentro de las cuatro paredes, comenta Michael Link, redactor de la revista “c’t”.
Algunas aplicaciones también se publicitan con la posibilidad de búsqueda colectiva. Si pone su rastreador en modo “perdido”, las aplicaciones respectivas de otros usuarios reaccionan ante ello y el propietario del llavero bluetooth recibe un mensaje sobre la ubicación y la hora del último contacto.
El problema es que estas aplicaciones no están muy extendidas aún, por lo que la búsqueda colectiva frecuentemente suele ser infructuosa.
Las excepciones son, según Link, el “AirTag” de Apple y el “Galaxy Smart Tag” de Samsung. Aquí, las personas en las inmediaciones no necesitan una app especial, sino solamente un teléfono inteligente iPhone o Samsung.
Los mismos localizadores informan de su ubicación cuando algún smartphone con tecnología similar se acerca a su alcance. La localización se envía entonces al propietario a través de una conexión de teléfono móvil.
Según Link, los rastreadores GPS también pueden ser una ayuda práctica para la búsqueda, pero normalmente solo funcionan en espacios exteriores (al aire libre) y requieren bastante más batería.