Quemar piñatas con forma de diablo, pero no cerca de viviendas ni automóviles.
No quemar colchones, llantas viejas, materiales inflamables o de plástico o basura. Cuando se queman materiales plásticos, como el PET, se liberan dioxinas y furanos, que son tóxicos para la salud, al ser considerados sustancias cancerígenas.
No incinerar recipientes que contengan restos de productos de higiene, limpieza o inflamables.
No hacer hogueras de gran tamaño.
No lanzar juegos pirotécnicos a las llamas ni líquidos inflamables.
Colocar el fuego en lugares que no interrumpa el tránsito.
Alejar a los niños pequeños del fuego y no permitir que jueguen alrededor de él.
Mantener cubetas con arena o agua cerca de fogarones, o extinguidores.
Evitar hacer ejercicio al aire libre durante y después de la quema del diablo y no permanecer expuesto a las emisiones de gases.
Se aconseja volver a los orígenes de la tradición, al encender una vela o veladora a las 18 horas, mantenerla encendida por unos minutos y luego apagarla.
Personas con enfermedades crónicas pulmonares no deben exponerse a los exteriores y no dejar de tomar medicamentos broncodilatadores. Las partículas que se desprenden de los materiales incinerados traspasan las barreras de defensa respiratoria, se depositan en las vías aéreas más profundas, lo que provoca hiperactividad bronquial al actuar como alérgenos en personas susceptibles.
Se recomienda que adultos mayores, embarazadas e individuos susceptibles eviten también permanecer en el exterior.
Un poco de historia
Las luminarias eran luces festivas que engalanaban celebraciones civiles o religiosas en España, especialmente cuando se conmemoraba un acontecimiento relacionado con la familia real.
El 18 de diciembre de 1742 se ordenó colocar faroles y adornos cuando se festejó el aniversario de nacimiento de Felipe V. En el siglo XIX, las luminarias se mantuvieron vigentes. En 1807 se usaron para festejar el cumpleaños de la reina.
Se cree que en el siglo XVIII se comenzaron a emplear las luminarias con sentido religioso en Guatemala, en la víspera del
día de la Inmaculada Concepción (7 de diciembre).
En el siglo XX La costumbre comenzó a perder su sentido original y se transformó en una fiesta en la que se quema basura y desechos. Esto desencadenó críticas de ciertos sectores.