Pero los tiempos avanzan. Llega internet, con información mucho más precisa. Lo más probable es que, con el tiempo, el anciano acabe aprendiendo a encender el ordenador y acceda a la web del tiempo. Se ha adaptado.
Pero todavía hay una manera más avanzada y rápida de conocer el pronóstico: la aplicación de un teléfono móvil; el objetivo se mantiene pero el camino es mucho más exigente, hay que descargar la aplicación, explorarla y averiguar cómo funciona. Demasiado difícil, pero ¿por qué es tan complicado continuar aprendiendo en la vejez?.
Ahora, un estudio realizado con ratones y publicado en la revista científica Neuron, ha demostrado que este declive mental asociado a la edad es resultado del deterioro de las interneuronas colinérgicas gigantes del estriado, unas células nerviosas que están directamente implicadas en la renovación del aprendizaje, y cuyo deterioro reduce la capacidad de adaptación.
Y es que “aunque las personas con más estimulación y una elevada actividad cerebral (viajar, leer, hacer crucigramas…) lo tienen más fácil, por lo general, la capacidad de adaptación se deteriora con la edad” , explica el coordinador del estudio, Jesús Bertran-González, investigador en la Universidad de Queensland.
Durante el estudio, los investigadores se plantearon de qué forma la motivación (aspecto cognitivo del cerebro) afecta a este órgano durante el envejecimiento y para ello recurrieron a un ejercicio de motivación básico con ratones de edad avanzada.
En una primera fase, los animales fueron entrenados para activar una palanca y obtener una recompensa (comida), es decir, “aprendieron a generar una acción para lograr un premio”, dice el científico.
Pero, una vez adquirido este aprendizaje, ¿hasta qué punto eran capaces de modificar su comportamiento ante un cambio de condiciones?. Para responder a esta pregunta, los animales fueron entrenados para realizar dos acciones y lograr dos recompensas.
“Los ratones jóvenes entendieron que la acción uno daba un premio uno y la acción dos, un premio dos. Los animales mayores no tuvieron ningún problema en aprender esto tampoco”, pero después se invirtió la prueba. La acción uno daba el premio dos y la acción dos, el premio uno”, explica el investigador.
Después de unos días de entrenamiento de los animales con esta regla invertida, se puso a prueba a los ratones: “Vimos que los animales eran incapaces de otorgar el nuevo valor y saber qué recompensa daba cada acción. Estaban completamente confundidos”.
El estudio probaba que los ratones de más edad no tienen problemas de aprendizaje para un primer objetivo, “el problema llega cuando tienen que adaptase a información nueva, a las nuevas formas de alcanzar ese objetivo”.
El origen del problema está en una región del cerebro llamada cuerpo estriado -asociada a la planificación y la toma de decisiones-, y cuyo deterioro causa los problemas de aprendizaje.
El estudio determina así que en las personas mayores, además de aumentar la calidad de vida, la motivación y la estimulación son recursos que podrían ayudan al cerebro a frenar, en parte, el deterioro congnitivo asociado a la edad y a ralentizar complicaciones mayores como la demencia.
“Creemos que es de vital importancia que el declive motivacional en los mayores se considere como un trastorno clínico en sí mismo, solo así podremos diseñar intervenciones que ataquen el problema de raíz y mejorar la calidad de vida de nuestros ancianos”, finaliza el investigador.