Semana Santa
El primer Jueves Santo de la historia (año 33), cuando Jesús celebraba la Pascua judía con sus discípulos, o sea, la Última Cena, era una noche de Luna Llena. La muerte de Cristo ocurrió próxima a la Pascua Judía.
Según el judaísmo, los hebreos deben renovar cada año esta celebración el 15 del mes de Nisan (primer mes del calendario hebreo bíblico), que empieza con la primera Luna nueva de primavera.
Con el paso del tiempo y desde el I Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325, convocado por el emperador Constantino, la Semana Santa se debe celebrar el primer domingo de Luna Llena, después del equinoccio primaveral (21 de marzo). Así, el domingo de Pascua, cuando resucitó Jesús, acontece en un paréntesis de 35 días, entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
La Resurrección de Jesús es la referencia más importante del cristianismo. Durante los tres primeros siglos de esta fe, la Pascua de Resurrección fue la única fiesta que realmente se celebraba y, en menor medida, Pentecostés (el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles).
Con el paso del tiempo, esta conmemoración no fue la más importante de la Semana Santa. Por ello, se instituyó cada domingo como una celebración semanal del misterio pascual de la Resurrección de Cristo.
De la misma manera, se fue creando un calendario de fiestas cristianas en el que se recuerdan los distintos momentos de la vida de Jesús y de los santos, pero todo el calendario litúrgico tuvo su origen en la fiesta de la Pascua de Resurrección de Jesús. Por eso, la Iglesia fija el Jueves Santo en la Luna Llena, que ocurre entre marzo y abril, tomando estos meses como centro del año litúrgico.
