Sin embargo, la deriva del tiempo, los factores del ambiente, así como características de nuestra personalidad, pueden poner en riesgo la ejecución de tareas importantes al no poder realizarlas en los plazos que deberíamos.
Esto podría surgir también ante la procrastinación y la postergación, mismos que el docente en Psicología Juan F. Díaz-Morales de la Universidad Complutense de Madrid explica en su trabajo investigativo Procrastinación: Una Revisión de su Medida y sus Correlatos.
El especialista apunta que la postergación consiste en “aplazar la ejecución de una tarea con el fin de darle prioridad a otra más productiva en ese momento, lo cual no constituye un problema para la persona”.
Díaz-Morales agrega que las actividades se aplazan o se postergan de forma propositiva y con el objetivo de realizar otra sin que esto suponga una sensación de malestar psicológico para la persona.
Por otro lado, el docente explica y distingue la procrastinación como un problema vinculado a “la intención de realizar una tarea, y una frecuente falta de diligencia ya sea para empezarla, desarrollarla o finalizarla”.
La procrastinación es un acto en el que aquello que “urge” pasa a un segundo plano y en donde lo placentero puede tomar un lugar más relevante, con el propósito de evadir las asignaciones.
Dicho proceso se acompaña generalmente de sentimientos de inquietud, así como de abatimiento y sus consecuencias solo se observan a largo plazo, expone el docente Juan F. Díaz-Morales en su texto.
Más allá del placer inmediato que puede generar el hecho de involucrarse en una actividad distinta a las responsabilidades, es necesario tomar en cuenta las consecuencias que podrían resultar después del gozo.
“Lo que sucede cuando se aplaza una tarea, es que a corto plazo se experimenta bienestar y a largo plazo malestar. Puede que a largo plazo nos topemos con una gran carga encima que traerá consecuencias en los entornos”, señala Luchi de León, psicóloga especialista en análisis y modificación de conducta.
Es necesario destacar que, así como dice el investigador Díaz-Morales, no todas las personas que aplazan la realización de tareas son verdaderamente procrastinadoras. Esto tiene que ver con otros factores que pueden surgir desde las partes emocionales y racionales.
La voluntad y la motivación son dos elementos que pueden explicar el rendimiento frente a las tareas postergadas. Sin embargo, estas no siempre se manifiestan aun cuando existe la urgencia porque sean resueltas las tareas.
“La voluntad y la motivación sirven para entender aquello que permite alcanzar un objetivo: la motivación es un estado emocional que puede causar reacciones impulsivas, mientras que la voluntad es una decisión consciente, que por lo general requiere de perseverancia”, comenta la psicóloga clínica Helen Muñoz.
Luchi de León agrega que la motivación puede verse también desde las tareas pendientes, pero no siempre tiene una influencia sobre ellas.
“Aunque se trata de respuestas fisiológicas o estímulos ambientales, el hecho que las personas no tengan tanta energía no determina un comportamiento, en este caso de postergación. Incluso muchas veces hacemos cosas sin ganas”, explica la psicóloga.
La novedad y en su defecto, aquellas cosas nuevas por resolver, también suelen ser factores que inciden en la realización de tareas.
De esa cuenta, Luchi de León explica: “No todas las personas se enfrentan de igual forma a un proceso de novedad. Si han tenido un historial de éxito frente a tareas nuevas, se experimentará mayor bienestar de enfrentarlas, en comparación a otras que quizá han sido malas. Al final, tiene que ver con un proceso de aprendizaje”.
Contra la procrastinación y la postergación
La medida en que resolvemos las tareas y combatimos la procrastinación puede variar en cada persona. Sin embargo, existen algunas formas de poder contrarrestarlo.
De acuerdo con Helen Muñoz, si una tarea resulta difícil o poco interesante, lo mejor es iniciar lo más pronto posible. Caso contrario a lo que podría ser una tarea más sencilla, la cual podría dejarse para el final.
Siempre se deben tomar en cuenta fechas de entrega, cantidad de tiempo que implicaría, así como la organización y reunión de materiales para desarrollar.
“La organización siempre es lo más recomendable”, dice la psicóloga quien además sugiere establecer diferencias de abordaje entre las tareas que son urgentes, las que son importantes y las que pueden esperar.
Luchi de León sugiere que las tareas que parecen complejas pueden ser distribuidas en pequeñas partes para que su ejecución no se sienta complicada.
Frente al panorama de las tareas que resultan grandes, se debe tomar en cuenta el valor de la recompensa que trae el hecho de lograr los pendientes.
“Es importante que identifiquemos que esto refuerza nuestro comportamiento. Todo lo que hacemos es por reforzamiento, o porque evitamos algo aversivo. Si aprendemos a responder a nuestras tareas, podemos emplearnos a la voluntad”, comparte la psicóloga de León.
Por otro lado, Helen Muñoz apunta que las recompensas son útiles y válidas, ya que a veces necesitamos una motivación extrínseca, que se produce por factores externos, entre ellas, las recompensas que pueden ser materiales o sociales. “Por ejemplo, la retribución económica, adquirir algún gusto, pero también organizar un paseo o reunión con amigos, reconocimiento público, entre otras”, señala la especialista.