“Según la Organización Mundial de la Salud, más de 300 millones de personas viven con depresión a escala global. La misma institución estima que alrededor de 422 millones de adultos padecen diabetes. Eso quiere decir que las dolencias emocionales también existen y debemos darle la misma importancia que las físicas”, afirma la psicóloga Pamela Juárez, y agrega que si ir al médico provoca temor, acudir a terapia es más difícil.
Estuardo, de 25 años, cuenta que desde niño escuchó que su papá se burlaba de quienes acudían al psicólogo. “Él decía que eso era para locos”, recuerda. Esas palabras se quedaron tan grabadas en su memoria que, cuando tuvo una crisis de ansiedad, hace tres años, no quiso contarle a nadie. “Preferí encerrarme en mi cuarto porque me daba vergüenza”, agrega.
Los episodios se repetían y el joven no lograba entender qué le pasaba. “Solo recuerdo que me sentía estresado por el trabajo y por los proyectos de la universidad. Sentía que no podía con todo”, confiesa.
Un día, sin motivo aparente, rompió en llanto en el salón de clases, por lo que el catedrático detuvo su conferencia y le pidió que hablaran en privado. “Yo estaba muy avergonzado y no quería ver a nadie. El licenciado me recomendó que buscara ayuda. Incluso, me dio el número de su psicóloga”, cuenta Estuardo.
Pasaron más de dos meses y el universitario no se atrevía a solicitar una cita con la terapeuta, hasta que, luego de un ataque de pánico que lo hizo perder el conocimiento, tomó el valor para hacerlo. “Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Mi mundo cambió desde la primera cita. Lo que necesitaba era hablar con alguien que me escuchara sin juzgarme y que no hiciera mala cara aunque le contara mis problemas una y otra vez”, añade.
Diversas barreras
Para el psicólogo Luis Alberto Guigui, las personas no acuden al psicólogo por diferentes motivos, como los prejuicios. “Se suele pensar que solo quienes patológicamente lo necesitan, buscan ayuda psicológica. Esto ocurre porque no se ha diferenciado el ámbito psicológico del psiquiátrico”, asegura.
El experto también afirma que es normal que se confunda la terapia con consejería, lo cual no es así. “En la primera, el paciente se hace responsable de su proceso. Es el paciente quien decide sobre su vida y facilita su bienestar personal. La consejería pretende endosar las decisiones al consejero”, añade.
A criterio de Juárez, también influye la edad. Por ejemplo, las personas mayores tienen más barreras mentales y justifican sus actitudes o comportamientos con frases como “así soy yo” o “a mi edad ya no voy a cambiar”.
“Por ese motivo, lo mejor que podemos hacer es hablar de la terapia psicológica con naturalidad, sobre todo con nuestros hijos pequeños. Así vamos a evitar seguir alimentando prejuicios o ideas erróneas acerca de esta”, aconseja Juárez.
Los profesionales coinciden en que otro de los miedos recurrentes es tener que “desnudar los sentimientos” frente alguien más, pues, en sociedades un poco conservadoras, hablar de las emociones se reserva para un círculo íntimo y reducido.
También es frecuente escuchar que las personas no quieren sentirse juzgadas; sin embargo, el terapeuta no lo hará. Su principal misión es ayudar al paciente a encontrar una solución a sus problemas.
Un cambio positivo
No hay motivos para tenerle miedo al terapeuta. Buscar ayuda profesional puede resultar muy beneficioso. “Esos procesos son importantes porque nos presentan nuestra realidad: lo que sentimos y lo que pensamos”, afirma Guigui, quien agrega que lo más complicado es dar el primer paso, pero, una vez hecho, el camino a la “curación” está a la vuelta de la esquina.
Para Juárez, la terapia psicológica también abre la puerta para conocernos y comprender a los demás. “No nos han enseñado a explorar nuestro interior y, gracias a los terapeutas, podemos descubrir nuestros miedos y nuestros traumas, esos sucesos que marcaron nuestra vida y, a veces, no lo sabemos”, agrega.
La experta también asegura que, conforme avanza el proceso, aprendemos más sobre empatía y solidaridad. “Si nos hacemos conscientes de nuestros sentimientos, vamos a poder reconocerlos en los demás. Además, no se trata solo de identificar que soy propenso a la ira o que tengo ansiedad. Sentir eso no es malo, lo negativo es no poder controlarlo o no hacer nada para modificar nuestros impulsos”, aclara Juárez.
Además, se debe tomar en cuenta que el terapeuta siempre se mantendrá al margen de todo. Su tarea es escuchar y ayudar a comprender la situación, con el fin de que el paciente tome una decisión. Es decir, tendremos el punto de vista de alguien ajeno al problema.
En cualquier momento
Los médicos afirman que la mejor forma de estar físicamente estables es con la prevención; es decir, llevando una vida saludable y acudiendo de manera regular con algún especialista para hacerse chequeos generales.
Lo mismo debe aplicar con el terapeuta. Tenemos que cuidar nuestra estabilidad emocional y no es necesario esperar a que estemos mal para buscar ayuda. Según Guigui, los momentos de vulnerabilidad son solo una parte de nosotros, y tenemos otros rasgos o cualidades que podemos potenciar. “La terapia nos brinda ese espacio”, asegura.
Para la psicóloga Juárez, lo que aprendemos en cualquier proceso psicológico se puede aplicar en otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, si logramos desarrollar serenidad y juicio crítico, durante un problema en el trabajo vamos a reaccionar de esa manera y transmitiremos esa templanza a los demás.
Los expertos concluyen que acudir a terapia es un acto de valentía y de amor propio. “Nos han hecho creer que pedir ayuda es para personas débiles, pero no. Aceptar que estamos mal y necesitamos apoyo de un experto representa una decisión de humildad e inteligencia”, acota Juárez.
Consejos
Los psicólogos Pamela Juárez y Luis Alberto Guigui ofrecen algunas sugerencias para erradicar el temor de ir a terapia:
- La mejor manera de vencer un miedo es enfrentándolo. “No tenemos nada que perder y tenemos mucho que ganar”, dice Guigui.
- Es necesario reconocer que somos seres imperfectos. Para ello, hay que identificar cómo es nuestra afectividad y la relación con los demás.
- No se debe esperar la validación de los otros.
- Aceptar que todos tenemos “asignaturas pendientes” ayudará a ver la terapia como un proceso normal, así como vemos las citas con el dentista.
- Los padres tienen que inculcarles a sus hijos el valor de la comunicación. “Tenemos que decirles que está bien llorar o sentirnos tristes, pero también debemos enseñarles a controlar sus emociones”, aconseja Juárez.
- Cada cierto tiempo, los papás pueden llevar a sus pequeños a una cita con el terapeuta, para que los niños se vayan acostumbrando a hablar sobre sus sueños o los problemas en la escuela.
- Si una persona detecta que un ser querido tiene dificultad para controlar sus impulsos y emociones, puede hablar con ese familiar o amigo y decirle que lo acompañará a terapia.
- A veces, el simple hecho de decir “te comprendo, porque también estuve en tu lugar” hace la diferencia. Si la persona se muestra receptiva, el siguiente paso es recomendarle buscar el apoyo de un experto en salud mental.
Otro testimonio
Para Paola, de 35 años, ir al psicólogo es algo natural y necesario. De hecho, siempre busca estar en contacto con un terapeuta. Sin embargo, no siempre fue así. Una década atrás, ella creía que ir al psicólogo era una pérdida de tiempo. ¿Por qué cambió de opinión? Hace 10 años se mudó a otro país y comenzó a vivir sola. Ese fue el comienzo de una peregrinación que la ha llevado por muchas latitudes. “Hubo un momento en el que me empecé a sentir sola y estancada. Me deprimí mucho”, confiesa.
Luego de varios meses de estar emocionalmente alterada, Paola buscó ayuda y descubrió los beneficios de la terapia. “Me ayudó mucho. Empecé a sentirme muy bien. Por mi trabajo viajo mucho y me he mudado de país varías veces, así que tuve que buscar alternativas”, cuenta la profesional guatemalteca, quien agrega que encontró una plataforma de psicólogos en línea, la cual le ofrece estar en contacto con su terapeuta desde una aplicación móvil y en cualquier parte del mundo.
A criterio de Paola, la terapia cara a cara o en línea le ha ayudado a conocerse mejor y enfocarse en su vida profesional y personal. “Pero lo más importante, es que aprendí a tener resiliencia para saber cómo enfrentar cualquier problema”, concluye.
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