Por ejemplo, nos imaginamos que perdemos el control en la oficina y empezamos a gritarle a la jefa. De repente, surge el pensamiento de ejercer violencia sobre el hijo o la pareja, o al subir a una torre pensamos en cómo sería saltar hacia el vacío. Esos momentos causan escalofríos.
“Hay distintos tipos de pensamientos intrusivos”, explica el psicoterapeuta René Noack, director de una clínica especializada en trastornos de ansiedad y obsesivo-compulsivos en Dresde, en el este de Alemania.
Hay intrusiones especialmente violentas que se producen tras experiencias traumáticas y se denominan “flashbacks”. Se trata de recuerdos de sucesos que los afectados reviven una y otra vez con toda su fuerza y son un síntoma del trastorno de estrés postraumático (TEPT), que pueden desencadenarse o no por determinados estímulos.
“Por ejemplo, uno ha sufrido una agresión y vuelve a caminar por la misma calle. Entonces puede aparecer de repente un pensamiento sobre la agresión”, señala Julia Asbrand, profesora de psicología clínica de la infancia y la adolescencia en la Universidad Friedrich Schiller de Jena.
¿Y si nos vienen a la cabeza comportamientos tabú, como gritar fuerte en la oficina? “Esos pensamientos pueden aparecer sin más, y tampoco son malos”, comenta Asbrand. “Nuestro cerebro los produce, aparecen y vuelven a desaparecer”.
El hecho de que uno se imagine estrellando el coche contra un árbol, por ejemplo, está efectivamente provocado por el árbol que se ve en ese momento, pero no significa que la persona realmente quiera quitarse la vida. “Que uno pueda pensar algo no significa que realmente vaya a hacerlo o quiera hacerlo”, apunta Asbrand.
La cuestión es dónde empieza un trastorno mental. La aparición de pensamientos intrusivos es perfectamente normal dentro de cierto marco, pero no deja de ser desagradable, ya que si bien se tiene consciencia de que los pensamientos no tienen sentido, no se es capaz de contrarrestarlos.
Para los padres, por ejemplo, puede ser el pensamiento de hacer daño a sus hijos. “Este pensamiento es naturalmente muy estresante para los padres, sobre todo porque aman a sus hijos y no quieren que les pase nada”, observa la psicóloga Asbrand.
Pero aunque esos pensamientos se repitan una y otra vez, esto no significa directamente que se padezca un trastorno mental. “Un trastorno mental se desarrolla cuando uno se siente agobiado y afectado por los pensamientos a largo plazo”, explica Asbrand.
Por ejemplo, cuando los padres se plantean poner a sus hijos en un hogar de acogida porque no saben si pueden continuar ocupándose de ellos. Por eso es importante la ayuda profesional cuando los pensamientos intrusivos tienen graves repercusiones en la vida cotidiana y las relaciones, ya que pueden ser expresión de un trastorno obsesivo-compulsivo.
Qué hacer ante un pensamiento intrusivo
Una clave es distanciarse de los pensamientos. “Las personas con una necesidad especial de seguridad y control tienen más probabilidades de que esos pensamientos cobren vida propia”, afirma por su parte Noack. A estas personas les cuesta más distanciarse de los pensamientos; por ejemplo, como prefieren ir a lo seguro, se deshacen de todos los cuchillos de cocina.
La buena noticia es que a la mayoría le resulta fácil tomar distancia de los pensamientos intrusivos, que incluso tienen una función.
Asbrand explica: “Los humanos somos seres creativos y podemos imaginar muchas cosas”, una capacidad importante en el marco de la evolución, porque si es posible imaginar situaciones aterradoras, es posible representarlas con antelación y desarrollar soluciones, donde el miedo tiene la función de proteger.
Sin embargo, esto no significa que todo lo que podamos imaginar pueda ocurrir o vaya a ocurrir realmente. “Por eso yo no clasificaría necesariamente esos pensamientos como una señal de amenaza en un primer momento. Por regla general, uno tampoco los recuerda porque, con razón, no les concede ningún valor especial”, dice Asbrand.
¿Cómo actuar cuando nos asaltan pensamientos intrusivos?
“Todos los pensamientos que se tienen son en primer lugar solo pensamientos, hay que permitirles ser”, recomienda Asbrand. También puede ayudar darse cuenta de que volverán a desaparecer y dejarán sitio a otros.
El proceso es similar cuando se trabajan estos pensamientos en la psicoterapia, mediante la cual los afectados aprenden sobre todo a identificar que no tienen sentido y a distanciarse emocionalmente de ellos, explica Noack.
Otra estrategia es darles espacio, cuestionarse por qué se piensa en un determinado escenario y simplemente pensarlo hasta el final.
“Los padres se dan cuenta de que piensan en hacer daño a sus hijos porque están preocupados por ellos y no quieren que les pase nada”, sostiene Asbrand. De este modo, dice, uno puede entender que en realidad está haciendo justo lo contrario y tomándose especialmente en serio su mandato de protegerlos.