¿Cómo se desarrolla la leucemia?
Todas las leucemias se originan por daños genéticos celulares. Representa un tipo de cáncer que afecta la sangre y tejidos sanguíneos, y se origina cuando los glóbulos blancos —linfocitos— se convierten en malignos al crecer de manera descontrolada, invadir los tejidos y dejar de cumplir sus funciones.
¿Cuáles son los tipos?
Hay subtipos de agudas y crónicas, ya sea linfoides, si la célula maligna alterada es el linfocito, o mieloides, si la célula maligna afectada es el mielocito. Las agudas se caracterizan por ser de curso rápido y agresivas, y suelen ocurrir en etapas tempranas de la vida. La linfoide aguda es típica de los niños. Las crónicas son de curso más lento y suelen desarrollarse en el adulto mayor.
El linfoma de células del manto pertenece a un grupo de cáncer agresivo que daña el tejido linfático y que puede afectar el hígado y el bazo.
¿Cuáles son las causas que las originan y a quiénes afecta?
Se desconocen las causas específicas, aunque hay situaciones de riesgo en pacientes que han estado expuesto a radiación nuclear o que recibieron tratamiento de quimioterapia o radioterapia. El tabaquismo se asocia con la leucemia mieloide aguda, y la edad avanzada es un factor de riesgo para la leucemia linfocítica crónica. También está la exposición a químicos como benzeno o asbesto.
¿Cuál era el tratamiento tradicional para tratar estas afecciones?
Antes del advenimiento de las terapias dirigidas, la mejor opción era la quimioterapia, en el caso de las leucemias crónicas, que no se curan, y que producía remisiones de síntomas. Si era un paciente con leucemia aguda, recibía quimioterapia y trasplante de médula ósea.
El inconveniente es que la quimioterapia no reconoce entre las células buenas y malas, por lo que el cuerpo se expone a alta toxicidad que causa náuseas y vómito, pérdida de peso y de cabello y úlceras orales, entre otros.
¿En qué consiste las terapia dirigidas?
Son un grupo de fármacos en forma de micromoléculas que entran en la célula mala para identificar la alteración, inhibirla, bloquearla y disminuir su proliferación, sin afectar las células sanas. Las malignas ahora son susceptibles de que el cuerpo las elimine.
Los pacientes en los que fracasó la quimioterapia y que recibieron la terapia dirigida con ibrutinib presentaron una reducción del avance de la enfermedad en un 90 por ciento. Antes de este tratamiento, los pacientes recaían alrededor de los 16 meses. Hasta el momento, el 80 por ciento de los pacientes continúa con el control de la enfermedad y no han fallecido. Las manifestaciones clínicas de la afección mejoraron en 99 por ciento de los casos.
Además, es un tratamiento oral; solo se necesita una dosis diaria y no presenta los efectos secundarios de la quimioterapia. Ibrutinib transforma una enfermedad potencialmente letal en crónica como diabetes o hipertensión.