Es la típica estampa navideña. Sin embargo, en países latinoamericanos lo típico admite variaciones. De la postal que hemos descrito nos sobra la nieve y la chimenea, inútiles en verano. En Brasil, incluso, se cambia el calor de las llamas por la brisa marina. La celebración se lleva a cabo en la playa mientras se disfruta de fuegos artificiales, aunque esto es más propio de Nochevieja.
En cuanto al menú navideño, no es tan distinto de un lugar a otro. La comida cobra gran relevancia en estas fechas porque, como dicen los mexicanos, “hay que agasajar al invitado empezando por la panza”. Muchos países latinoamericanos son herederos de las tradiciones de los españoles o de los estadounidenses. Así que no falta el pavo (o “guacalote” como se le llamaba originariamente en náhuatl, de huexolotl), el jamón o el lechón en las casas más pudientes.
El punto de unión de todas las clases sociales son los tamales, que consisten en una masa de maíz rellena con carne de cerdo, huevo, arroz, zanahoria y otros vegetales, envueltos en hojas de plátano, imprescindibles en toda mesa costarricense o mexicana.
La hallaca es la opción de los venezolanos, un bollo de maíz relleno de diferentes carnes o frutos. En El Caribe son típicos los pasteles de arroz. Y Argentina adereza la carne con su particular salsa “chimichurri”.
De postre no faltan los turrones, las frutas azucaradas, las almendras o las “rabanadas” en Brasil. Éstas son un pedazo de pan bañado en leche y huevo, fritas y regadas con azúcar y canela.
Y si la comida es abundante la bebida se ingiere en las mismas cantidades. Se brinda con champán o sidra por una Feliz Navidad al grito de “Salud”. En Panamá y Chile se combate el calor con una variada oferta de ponches que mezclan vino con frutas.
Los villancicos son la banda sonora, por excelencia, de estas fiestas; o los “Christmas Carol” en EE. UU.
Cuba es quizás el país con menor celebración de Navidad. El régimen comunista había borrado el día festivo de Navidad de su calendario en 1969, pero se recuperó oficialmente en 1998 tras la visita del Papa Juan Pablo II.
Agradable visita
Y a las doce de la noche, tras la cena, todas las casas reciben una visita de un anciano regordete, Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás. Reparte regalos para niños y mayores transportado por su trineo volador y sus nueve renos, que en EE. UU. son casi tan famosos como él.
En Chile, el “Viejito Pascuero” es el que se mete por las chimeneas y reparte regalos. En lugar de ir en bañador, lo más normal atendiendo a la temperatura, lleva la misma indumentaria que el Papá Noel del Polo Norte: un traje rojo y un gorro de nieve. Así que el “Viejito Pascuero” no cesa de sudar y cada año adelgaza varios kilos.
Es curioso en EE. UU. el esmero con el que se envuelven los regalos. El envoltorio adquiere casi tanta importancia como el regalo en sí mismo. Se organiza un concurso nacional que premia al regalo mejor envuelto.
¡Feliz año!
La celebración empieza también con comida, sigue con más comida y de postre…¡bebida! Esta cena tiene un carácter más festivo que la Nochebuena, aunque también se suele preparar grandes banquetes para disfrutar con los más allegados.
No puede faltar el brindis por el año que se acerca. Las copas suelen llenarse de champán o sidra, excepto en Chile que fabrican su propia bebida: “cola de mono”.
Sus principales ingredientes son leche, café, aguardiente, azúcar y canela, más alguna especia como nuez moscada o vainilla si se desea. Aseguran que es lo que toma el “Viejito Pascuero” para combatir el calor. Tras el brindis los venezolanos rompen las copas para dejar el pasado atrás.
En Chile, más concretamente en Iquique y Talca, además de tener su bebida propia, tienen su propio lugar de reunión. La noche del 31 cenan en el cementerio junto a las tumbas de sus parientes ya fallecidos, a quienes les ponen el correspondiente cubierto en la mesa y a cuya salud se dedican los mejores brindis.
El momento de las doce campanadas es similar en todos los países. Influidos por los españoles, lo tradicional es comerse doce uvas al son de las campanadas, y atragantarse en el intento también es costumbre. Los mexicanos confían que si toman las uvas apoyadas sólo en el pie izquierdo, entrarán en el nuevo año con el pie derecho.
Se cree que la ropa interior que se lleve en este preciso momento decidirá la suerte que corramos el resto del año. El amarillo será el color de buen agüero para los centroamericanos, colombianos, peruanos, puertorriqueños, chilenos, ecuatorianos, bolivianos y dominicanos. Argentina, en cambio, preferirá el rosa; y México optará por el rojo para convocar al amor. En Panamá no es tan importante el color como el lado del que se use la ropa interior. Las braguitas o los calzoncillos del revés cosecharán buena suerte.
Tras la cena se sale a celebrar el año entrante. Previo paso debajo del muérdago que se sitúa justo encima de la puerta, si estás en EE. UU. Si dos personas se quedan paradas debajo de él deberán darse un beso. Por su parte, los panameños cuelgan una bolsita de arroz para tener abundancia.
Una vez en la calle, la fiesta se prolonga durante toda la noche, al ritmo de salsa en Cuba; bachata o merengue en República Dominicana; o de la canción “Año Viejo” de Tony Camargo que es el tema “oficial” en Costa Rica.
Y “Año Viejo” es también el nombre de los monigotes que se acostumbra a quemar en países como Ecuador, Perú, Nicaragua o Chile, entre otros. Estos muñecos están elaborados con ropa vieja o papel, y rellenos de pólvora. Suelen representar a personalidades públicas del ámbito político o artístico. A las 12 horas de la noche se queman y la calle se llena de pequeñas hogueras.
En Cuba esas hogueras no aguantarían prendidas, pues a medianoche y en pleno verano “llueve” desde los balcones. Es tradición lanzar agua limpia a la calle para comenzar el año con buena suerte.
Los brasileños se mojan voluntariamente, pues se meten al mar para saltar siete olas. La creencia popular dice que les deparará un buen año. El espectáculo en las playas de Brasil es grandioso. La multitud se congrega, vestida de blanco, en la playa de Copacabana para la fiesta del “reveillón”, como se llama allí el cambio de año. Durante los primeros quince minutos del año los fuegos artificiales iluminan el cielo.
En otros países empiezan el año con un poco de atletismo urbano, ya que después de las comidas abundantes de estas fiestas nunca está de más algo de ejercicio. Colombianos, venezolanos, panameños, paraguayos, peruanos, chilenos, salvadoreños y costarricenses dan una vuelta a la manzana cargados con una maleta vacía para llenarla de viajes y fortuna durante el año a comenzar.
Si en lugar de viajes lo que le interesa del nuevo año es hacerse de oro, los ecuatorianos tiran monedas al aire para que “no escampe en todo el año”, además de guardarse billetes de alto valor en los zapatos. En Chile meten un anillo de oro en la copa de champán antes de brindar.
Los cubanos son los que más alargan la fiesta, pues “empalman” con el aniversario del triunfo de la revolución de 1959 encabezada por Fidel Castro. En todo el país se organizan actividades públicas oficiales en conmemoración de esa fecha.
Creando ambiente navideño
En Puerto Rico se vive la Navidad más larga del mundo, que comienza en noviembre con el pavo de Acción de Gracias y terminan a finales de enero con la procesión de las fiestas de la calle de San Sebastián.
Según EFE, las razones por las que las pascuas boricuas son tan largas: “Durante siglos los esclavos y los trabajadores pobres sólo tenían días libres y permiso para festejar si la Iglesia era la que los promocionaba”.
En México los festejos también se adelantan y empiezan nueve días antes de Nochebuena. Se reúne al barrio para una parrillada y se rompe la piñata. Estas celebraciones reciben el nombre de “posadas” y representan el cobijo de la Virgen María y San José a la espera del niño Jesús.
En el país centroamericano se anticipan a la Navidad las “pastorelas”. Es un espectáculo teatral centrado en la eterna disputa entre el bien y el mal; son representaciones alegóricas populares en las que se combina la religión con el humor.
Con información de EFE.