En muchas ocasiones, los niños empiezan la etapa escolar a los tres años y es cuando tienen sus primeras experiencias estando lejos de casa, sin la protección directa de sus padres y teniendo que compartir la atención de los cuidadores con otros niños. ‘A esta edad, los niños ya hablan y han desarrollado habilidades sociales.
Sin embargo, a veces no han recibido un entrenamiento emocional para tener contacto con otros niños y entornos’, dice Mayra de Rossell, psicóloga clínica. Por lo tanto, al no contar con estas primeras herramientas, los niños se asustan, se sienten invadidos y recurren a las mordidas como un mecanismo de defensa, explica la experta.
Para Diego Guacajol, psicólogo clínico, aunque los niños muerden a edades tempranas, luego, esta no es justificación para que se le permita que muerdan a otros niños. Entonces, si es el caso, es necesario que se le corrija y que se le dé un acompañamiento psicológico cuando los padres se sienten abrumados y no saben qué hacer al respecto, agrega de Rossell.
Corregir esta actitud
Es necesario enseñarles a los niños que esta no es una acción adecuada para relacionarse con las demás personas, ya que a veces se trata de una conducta agresiva, de llamar la atención de los adultos, de no querer compartir sus juguetes o, por otro lado, de obligar a otros niños a compartir los suyos.
Pero hay que saber corregirlos. De acuerdo con de Rossell, la forma en que algunos adultos disciplinan a los niños no es la adecuada, pues los castigan, les gritan o los reprenden. ‘Incluso hay padres que muerden de regreso a sus hijos para enseñarles que esa acción duele, pero esto incrementa esa conducta. Al ser agredido, el niño aprende que debe defenderse de la misma forma’, explica la psicóloga.
Entonces, dice de Rossel, ‘la manera adecuada de corregirlos es modelando su conducta’. Esto forma parte de la educación de sus hijos y debe iniciar desde muy pequeños. ‘Puede hacer uso del lenguaje no verbal para decir que ‘no’, hacer gestos y enseñarle a interpretar los gestos de otras personas para que, más adelante, no actúe tan impulsivamente y, a los tres años, tenga autocontrol’, añade.
Si sucede que un niño muerde a otro, es necesario intervenir de inmediato, recomienda de Rossell, para que el niño entienda que su acción no estuvo bien. De lo contrario, si deja pasar un tiempo, el niño no asociará la llamada de atención o la explicación que le dé.
Según Guacajol, en esta situación hay que separar a los niños, verificar la herida del otro y dialogar con el niño responsable. Esto debe ser dependiendo de la edad; el adulto debe ponerse a su nivel para que el pequeño comprenda.
‘Haga contacto visual con el niño, háblele suave y hágale saber que no es que él sea malo, sino que su conducta no estuvo bien. Enséñele a pedir perdón, a prestar sus juguetes, a que tiene derecho de prestar o no sus cosas y muéstrele alternativas para convivir con los demás’, expresa de Rossell.
‘Nadie es experto siendo padre o madre’
Si usted considera que la situación se sale de control y se siente abrumado, no espere a que el problema avance o que se le notifique que su hijo ha tenido problemas con más niños. De Rossell recomienda que busque consejería, una guía para educar a sus hijos y así contar con las herramientas adecuadas para que su hijo crezca como un niño sano y feliz. Recuerde que todos los niños son distintos y necesitan una crianza adecuada a su personalidad y a sus necesidades.
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