De acuerdo con el informe La covid-19 y la necesidad de actuar en relación con la salud mental, publicado en 2020 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando una crisis afecta a las personas y las comunidades, es probable que la adversidad sea un riesgo presente en los problemas mentales tanto a corto como largo plazo.
La ONU apunta que los efectos en la salud cerebral provocados por el covid-19 pueden manifestarse en estrés, aislamiento social y una escasa estimulación intelectual que aumenta el riesgo de deterioro cognitivo en las futuras generaciones.
Se podría decir que el desborde tras el confinamiento y sus consecuencias en la manera que sentimos nos ha llevado a imaginar nuevas formas de supervivencia incluso en comunidad. En Guatemala, el reforzamiento de distintos mercados autogestionados ha sido ejemplo de esto.
Personas de distintas edades van y vienen dentro de estos espacios donde una diversa cantidad de proyectos ofrecen artículos de vestimenta, lectura, limpieza personal, así como artesanales, esotéricos y comestibles (ya sea preparados, o su forma más natural).
Varios de los “mercaditos“ -como también les llaman sus impulsores- suelen realizarse en espacios abiertos como patios, terrazas, centros culturales, casas o sedes de instituciones que alquilan lugares grandes y ventilados.
Los mercaditos se pueden definir también como puntos de sinergia. “No son solamente espacios de intercambio comercial sino de conocimientos y vinculación social”, dice Claudia Gaitán, artesana y gestora cultural que coordina las actividades del Mercado Artesanal Q’anil, que desde 2017 se activa el primer sábado de cada mes en el centro cultural con el mismo nombre, ubicado en la 5ª avenida 2-54 de la zona 1 capitalina.
Claudia explica que, así como Q’anil, los mercados autogestionados pueden incluir a personas vendedoras que “se sienten aorilladas o sin salida económica, para desarrollar sus dones, sus capacidades y creatividad, para agenciarse con recursos de manera más autónoma”.
Para entender lo anterior, es necesario tomar en cuenta el contexto social y económico del país, sobre todo en referencia a las pérdidas y los rezagos que ha dejado la pandemia en los pequeños productores.
En 2020, el 34% de mil emprendedores guatemaltecos entrevistados en una encuesta estimaron que perderían entre 2 mil y 5 mil quetzales durante los primeros quince días de la cuarentena por las restricciones y repercusiones del coronavirus, esto según datos recopilados por la Asociación para la Inversión, Innovación y Emprendimiento en Guatemala (Asegua).
Esta situación también ha afectado a personas de grupos vulnerados socialmente, entre ellas las de la comunidad LGBTIQ+. Según afirma la ONU, “las consecuencias socioeconómicas de la pandemia y la pérdida de fuentes de ingreso pueden, también, incrementar la vulnerabilidad de las personas” de esta comunidad.
En Guatemala, desde octubre del 2021, el mercadito de la Red Trans Joven ha accionado para solventar parte de la vulnerabilidad económica atravesada por personas de la comunidad diversa sexual y de género.
Alejandra Castañeda, directora de la Red Trans Joven, cuenta que, durante los últimos meses, muchas personas jóvenes se han animado a vender productos y objetos en los mercaditos que se han organizado en centros culturales como la Casa 4 de Noviembre o en parques ecológicos. Esto ha incidido en una mejora del acceso económico, pero también en la interacción social.
“Ahora ya podemos hablar sobre una reactivación económica en la comunidad que hizo falta durante el tiempo de la cuarentena. Es muy importante ya que además hemos logrado socializar nuestros sentires y experiencias en un espacio seguro”, dice Castañeda.
Estos grupos buscan que en sus espacios prime la seguridad y el respeto en la dinámica de ventas y convivencia.
De esa premisa nació el mercadito Tianguis de la Luna en 2019. “Principalmente buscamos generar y ser un espacio libre de violencia, acoso, discriminación y agresión de cualquier tipo. Es muy bonito lograr un punto de reunión que se sostiene en el sentido del cuidado mutuo y del respeto”, cuentan Cecilia Pérez y Katy Santizo, gestoras del tianguis.
Las integrantes señalan que el proyecto nació bajo la idea de integrar a mujeres que pudieran vender sus productos “como una apuesta a la economía autogestiva que buscara crear colectivamente”. Además, han contemplado la realización de talleres de distintos tipos, así como la integración con otras expresiones artísticas como la música.
Desde hace tres años, este espacio suele activarse en casas de personas allegadas a Santizo y Pérez, así como en centros culturales que coinciden con sus enfoques autogestivos y colaborativos.
A través de las redes sociales del tianguis las entrevistadas han logrado convocar a distintas personas para que vendan sus productos y cada dos meses lanzan una convocatoria para que tanto mujeres como personas allegadas a la construcción de espacios feministas puedan presentar iniciativas económicas con enfoque artístico, gastronómico, textil, entre otras.
Autogestión más allá de la capital
“El filósofo Enrique Dussel dice que el ser humano nunca fue individuo, sino comunidad, y creo que estos mercados nos recuerdan ese hecho. Hacerlos es un acto político que desafía el discurso de la preponderancia de la individualidad consumista y el monopolio de las corporaciones“, dice Miguel Domínguez, colaborador de La Local mercado callejero, un espacio de ventas autogestionadas que se realiza desde mayo del 2021 en el centro cultural La Casa del Río en La Antigua Guatemala.
Domínguez, quien junto a un equipo de cuatro personas ha impulsado dicho mercadito, opina que los mercados autogestionados en el marco de la pandemia se han caracterizado por evidenciar la capacidad de gestión de las personas, la posibilidad de buscar una autonomía económica y el propiciar un discurso de consumo local.
El gestor señala que la propuesta en la que se ha involucrado busca ofrecer productos con nuevas identidades políticas referidas a los activismos y la creación artística. De esa cuenta destacan propuestas sobre libros, piezas gráficas, fanzines, e incluso allí se desarrollan talleres de distintos enfoques.
De acuerdo con Miguel, el mercado ha impulsado la construcción de procesos artístico-culturales y políticos en Antigua Guatemala, así como ha generado un espacio de encuentro y celebración. “No creo que los aspectos se hayan logrado en un cien por ciento, pero son cada vez más parte de nuestro horizonte”, expresa.
Estos espacios resultan ser un reflejo de distintas necesidades compartidas, y prueba de ello es el mercadito de la Asociación de discapacitados artesanos (Adisa) de Santiago Atitlán. El espacio nació en 2021 y en él se ofrecen principalmente productos hechos a mano a partir de materias recicladas. En su oferta destacan objetos textiles, de decoración, venta de plantas y productos alimenticios.
Antonio Cuá Mendoza, integrante de Adisa, comenta que una mayoría de vendedores que integran el mercadito son personas con discapacidades físicas y cognitivas. De esa cuenta que haya algunos que usan silla de ruedas (como él), u otros que tienen Síndrome de Down.
La mayoría de los integrantes en el espacio son de Santiago Atitlán e incluso de varios pueblos alrededor del lago. Incluso se han integrado algunas personas extranjeras que viven en los municipios cercanos. Para vender los productos, los organizadores del mercadito realizan una convocatoria por Facebook y también lo anuncian entre allegados.
Vender en este mercadito ha sido para los productores una oportunidad de agenciarse con más recursos para impulsar el ciclo de sus proyectos.
“Los beneficios han sido encontrar nuevos mercados, clientes y también impulsar el desarrollo local”, señala Antonio Cuá Mendoza, quien no excluye los beneficios en la salud mental de los participantes: “Ha motivado a los emprendedores en saber que todo lo soñado se puede hacer realidad”, comparte el artesano.
A más de 260 kilómetros de Santiago Atitlán se encuentra Cobán en Alta Verapaz. Allí opera el colectivo Komonil Tezulutlán basándose en principios de una economía el bien común, el respeto por la Madre Tierra y la cosmovisión de los pueblos originarios. Mediante estas premisas sus integrantes han desarrollado varias iniciativas de autogestión, entre ellas su mercadito que se celebra mensualmente.
El también llamado Mercado Solidario y de Consumo Responsable Komonil Tezulutlán, nació en 2015 con el propósito de generar un punto de encuentro con productores agroecológicos locales y personas interesadas en adquirir este tipo de bienes. A la fecha, el espacio se ha integrado por personas individuales y algunos grupos, entre ellos los de mujeres tejedoras y agricultoras de semillas nativas, así como de amaranto.
Byron Córdova, miembro del colectivo, explica que los requisitos para que las personas participen en el mercado consiste en que sus productos sean del origen más natural posible y que hayan sido trabajados con respeto a la Tierra y a las personas involucradas.
Este tipo de acciones han permitido “dignificar y mejorar los ingresos familiares de las participantes con mayor responsabilidad en la producción y en el consumo de alimentos saludables”, dice Córdova, quien además apunta que el diálogo intergeneracional en esta dinámica ha sido importante para reaprender sobre valores culturales y socioeconómicos hacia el presente.
Los mercaditos y la salud mental
Claudia Gaitán del Mercado Q’Anil comparte que desde la gestión de ese espacio ha resultado importante el engranaje con todas las personas. “Es un espacio abierto a todo público sin que importe la procedencia, clase social, edad, y donde no hay jerarquías porque todas las personas tenemos algo qué ofrecer y qué intercambiar”, explica.
La gestora menciona que el encuentro comunitario ha ayudado a que algunas personas participantes de los mercaditos puedan sobrellevar procesos de depresión, de timidez o de relacionamiento.
“El mercadito se ha convertido en un espacio amable, jovial, amistoso, donde cada persona pone al servicio sus dones, entonces eleva su autoestima, genera ingresos económicos, y donde puede relacionarse con distintas personas. Nos ha ayudado a generar vínculos sociales más humanos”, comparte Gaitán.
Alejandra Castañeda de la Red Trans Joven apunta que el hecho de crear colectivamente en espacios seguros para la comunidad diversa ha permitido que las personas que llegan al mercadito de la organización tengan más libertad de expresarse, provocando un efecto en cadena donde se inspira a otras personas a compartir.
Castañeda también dice que los cuidados emocionales de las personas que participan en los mercados son una prioridad en cada evento, puesto que hay personas que experimentan ansiedad social o generalizada.
Antonio Cuá Mendoza, integrante de Adisa señal que vender en este tipo de mercaditos supone a los productores una oportunidad de agenciarse con más recursos para impulsar el ciclo de sus proyectos. El artesano tampoco excluye los beneficios en la salud mental de los participantes: “Es algo que motiva a los emprendedores en saber que todo lo soñado se puede hacer realidad“.
Impulsar un mercadito
El Tianguis de la Luna, así como los mercados de la Red Trans Joven y Q’Anil son ejemplos de creación donde el engranaje colectivo puede llevar a nuevas posibilidades. Según las entrevistadas, cualquier persona puede iniciar un proyecto similar, siempre y cuando se tenga el propósito de ayudar a varias personas dentro de un mismo sentir. Entre las recomendaciones para desarrollar un mercadito, las consultadas sugieren:
- Tomar en cuenta las oportunidades que tienen los mercaditos para las personas: Es importante considerar el crecimiento personal, el relacionamiento social y el intercambio que pueden fomentar estos espacios.
- Reunir a un grupo de personas aliadas: Las ideas pueden ejecutarse mejor cuando son acompañadas por cómplices. Las entrevistadas sugieren trazar el proyecto del mercadito junto a amistades, familiares o personas con ideas similares respecto a la autogestión.
- Mantener una buena organización: Es necesario establecer tiempos, cronogramas y definir las atribuciones del grupo. También resulta importante que prime la autogestión, por lo que se debe tener apertura a crear lazos con nuevas personas y tocar puertas. Por otro lado, se debe accionar desde un lugar realista considerando los recursos y aptitudes que se tengan.
- Conseguir un lugar óptimo: Uno de los elementos más vitales consiste en el lugar donde se realizará la actividad. Es importante que sea lo suficientemente amplio para colocar mesas, así como para que las personas puedan transitar. Se debe considerar que el lugar sea limpio y acogedor. Se pueden considerar espacios no habituales como terrazas o patios grandes para activar el mercadito.
- Aprovechar las redes sociales: Mediante estas plataformas las personas pueden difundir las actividades de los mercados, así como pueden convocar a más personas para que se sumen al proyecto.
- Ampliar las actividades: Más allá de la venta e intercambio de productos, se pueden considerar talleres, presentaciones artísticas y charlas.
- Considerar las medidas de cuidado: Ya sea desde el control de aforos, así como la prevención de contagios mediante el uso de mascarillas, también es recomendable tomar en cuenta el estado de ánimo y de salud mental de las personas emprendedoras. Esto ayudaría a mejorar el trato en distintas formas.