Pero, aunque las escuelas, por lo general, han intentado mejorar el rendimiento de los estudiantes a través de una estrategia centrada en las pruebas académicas y clases adicionales, también han descuidado con demasiada frecuencia un factor fundamental para su éxito: la salud física, mental y social. Esto sobre todo aplica para los niños que viven en comunidades económicamente desfavorecidas, quienes, a diferencia de sus compañeros de comunidades más ricas, a menudo carecen de acceso a recursos y atención médica de calidad.
Hay muchas razones por las que estos niños suelen tener dificultades para obtener buenos resultados en la escuela, pero los especialistas educativos aseguran que este es el mejor momento posible para dedicar más recursos a su acceso, a menudo limitado, a los servicios de salud necesarios. Así como gritar no logra que una persona sorda escuche o tener una mejor iluminación no causa que una persona ciega vea, es muy poco probable que saturar de datos y cifras a jóvenes con problemas de salud no atendidos los ayude a aprender.
Charles E. Basch, profesor de Salud y Educación en el Colegio de Maestros de la Universidad de Columbia, escribió en una edición especial del Journal of School Health en 2011: “Los estudiantes más sanos aprenden mejor”, un hecho que denominó como “un eslabón perdido en las reformas escolares diseñadas para cerrar la brecha del rendimiento académico”. En el informe, Basch afirmó que las escuelas que intentan mejorar el rendimiento académico deben centrar sus esfuerzos en reducir las desigualdades de salud que podrían perjudicar la educación de un estudiante.
“Las necesidades de salud de los niños no han sido consideradas como una misión central de las escuelas”, me dijo Basch. “Sin embargo, existe una clara conexión entre la salud física y mental y la capacidad de los niños para aprender”. Y al no atender de manera adecuada tales necesidades, dijo, “la sociedad está perdiendo talento”.
Llevando la atención médica a las escuelas
Es aquí donde intervienen los centros de salud escolares: instalaciones que están dentro de la propia escuela o cerca que no solo atienden problemas de salud inmediatos como cortes y magulladuras, sino que también brindan un conjunto de servicios de salud que incluyen atención primaria, mental y dental; orientación por problemas de abuso de sustancias; educación nutricional y más. “Estos centros llevan la atención médica a donde están los niños y son una muy buena manera de brindar atención médica a niños que de otra manera quizás no la recibirían”, dijo Nicholas Freudenberg, profesor de Salud Pública en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Los centros de salud escolares son una característica esencial de las escuelas comunitarias y otras escuelas públicas que reconocen cada vez más lo difícil que es para muchos niños lograr que sus problemas de salud sean detectados y atendidos. Esos retos pueden ser en especial graves para quienes viven en centros urbanos de escasos recursos o zonas rurales. Según los expertos, si un padre tiene que pedir permiso en su trabajo o encontrar a una niñera o si no hay disponibilidad de transporte o no le es asequible llevar a un niño a una cita médica, con demasiada frecuencia los servicios requeridos terminan siendo ignorados hasta la llegada de una crisis.
La organización sin fines de lucro Paramount Health Data Project, que recientemente publicó un informe sobre las condiciones de salud de los estudiantes en las escuelas públicas y privadas en Indiana, reveló que cuanto más a menudo los niños visitaban la enfermería de la escuela, más deficiente era su rendimiento académico en las pruebas estatales, me dijo Azure Angelov, la directora del proyecto. Los datos del proyecto sugieren “que los estudiantes que van con frecuencia a la enfermería simplemente no están sanos y con frecuencia no se sienten bien durante la jornada escolar”, escribieron Angelov y sus colegas en el informe. “Esto está afectando su capacidad para aprender”.
Aunque la mayoría de las escuelas públicas tienen al menos un enfermero a tiempo completo o parcial, eso no es suficiente para atender a niños que a menudo tienen problemas de salud complejos y relacionados entre sí que pueden obstaculizar el aprendizaje. Por ejemplo, un niño con un mal control del asma podría evitar la actividad física y tener problemas para dormir, que es cuando el cerebro consolida la memoria. Además de medicamentos y citas de seguimiento de rutina, es posible que ese niño necesite asesoramiento relacionado con la dieta y el ejercicio, así como asistencia para eliminar los alérgenos del hogar.
Un enfoque múltiple
Basch afirma que con demasiada frecuencia los reformadores educativos se centran en abordar problemas individuales, como los niños que llegan a la escuela con hambre.
“Proporcionar el desayuno, por sí solo, no es suficiente”, dijo. “Una sola cosa aislada jamás tendrá un efecto constante en la capacidad de aprendizaje de un niño”. Una estrategia coordinada que aborde múltiples problemas a la vez será de mayor ayuda para que los niños tengan éxito, agregó Basch.
Este tipo de coordinación y seguimiento es lo que proporcionan los centros de salud escolares, de los cuales existen miles en la actualidad en todo el país, dijo Freudenberg.
Aunque las escuelas abordan cada vez más el hambre y la nutrición y reciben apoyo de programas federales, los problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad suelen pasar desapercibidos. Cuando los profesores sienten que un niño está lidiando con problemas emocionales, tener servicios de apoyo público dentro o cerca de la escuela puede mejorar el rendimiento académico de ese niño, afirmó Freudenberg.
Además, los centros de salud educativos a menudo están abiertos a las familias y pueden conectar a los padres con los servicios de salud necesarios para ellos mismos o para otras personas en el hogar.
“La pandemia resaltó el hecho de que muchos niños en comunidades pobres no tienen una alimentación saludable ni acceso a servicios de salud mental”, dijo, y agregó que a medida que la pandemia disminuya y los niños regresen a las escuelas, el apoyo de la comunidad para sus necesidades de salud insatisfechas será fundamental.
Y esto no solo aplica para niños pequeños, pobres o aquellos que perdieron a familiares cercanos por el COVID-19. Muchos estudiantes de bachillerato también están lidiando en la actualidad con importantes problemas de salud, en especial si experimentaron casos graves de depresión o ansiedad vinculados con las perturbaciones en sus vidas causadas por la pandemia.
“Es probable que los estudiantes, desde kínder hasta el último año, tengan problemas de salud en el transcurso de su vida que pueden y deben ser atendidos por las escuelas para mejorar el aprendizaje, así como su salud”, dijo Freudenberg. “Las escuelas los pueden ayudar a aprender a lidiar con situaciones interpersonales difíciles”.
Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, dijo Freudenberg, los programas de salud escolares que brindan atención sanitaria en materia de reproducción y sexualidad han ayudado a reducir las tasas de infecciones por transmisión sexual y embarazos adolescentes, lo que ha permitido que más jóvenes continúen sus estudios.
Aun así, en un informe de 2015 sobre los obstáculos de salud para el aprendizaje, Basch y sus coautores enfatizaron que “las escuelas por sí solas no pueden cerrar las brechas educativas ni eliminar las desigualdades en materia de salud. Tanto las familias como las comunidades, los sistemas de atención médica, los legisladores y los medios de comunicación tienen funciones esenciales que cumplir”.