Pocos meses después del nacimiento y como consecuencia de la maduración del cerebro aparecen las emociones primarias como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el miedo, la repugnancia y el afecto. En la familia de emociones de la ira también aparece la rabia, el enfado, la cólera, el rencor, el odio, la furia, la indignación, la exasperación, la tensión, la irritabilidad, la violencia, los celos, la envidia y la impotencia, entre otras.
La ira es un estado emocional que se caracteriza por sentimientos subjetivos de intensidad variable que van desde la ligera molestia o enfado hasta la furia o rabia intensa acompañada por la activación de procesos neuroendocrinos y la excitación del sistema autónomo.
Cualquier estímulo puede ser capaz de desencadenar ira. De forma general, esto puede ocurrir por dos razones:
- Las cosas no suceden como se esperan.
- Alguna persona no nos trata como pensamos merecerlo.
La ira y la agresividad
La ira es considerada como un concepto más básico que la hostilidad y la agresión. La hostilidad implica la experimentación frecuente de sentimientos de ira, hace referencia a una actitud persistente de valoración negativa de y hacia los otros. La agresión es una conducta dirigida a causar daño a otras personas o cosas.
La ira no permite razonar de manera eficaz, afecta mecanismos de autodefensa que son capaces de generar comportamientos agresivos y perjudicar las relaciones interpersonales. Muchas investigaciones también la relacionan a afecciones de la salud como problemas cardiovasculares y tensión arterial.
Algunos estudios muestran que las características de un joven violento podrían ser las siguientes:
- Sexo
- Temperamento difícil
- Alta impulsividad
- Poco autocontrol
- Poca autoeficacia
- Lazos afectivos deficientes
- Bajo rendimiento escolar
Para regular esa emoción
La formación del carácter del niño se encuentra en la familia, especialmente desde el nacimiento hasta los doce años. La familia es la formadora de valores, hábitos y el lugar donde se dan las primeras relaciones sociales. Las actitudes y valores que el niño reciba de su familia a través del modelo de sus padres se reflejarán en el comportamiento que tenga en otros lugares y con otras personas.
La educación familiar se da a través del ejemplo, se apoya por gestos, alegrías compartidas, consejos, experiencias, conocimientos previos, hábitos, recompensa de caricias y castigos, entre otros. Son los padres quienes deben ayudar a sus hijos a crecer con su autoridad amorosa y proveerles los soportes necesarios para aprender los modos de comportamiento socialmente aceptados, pues, aunque se vean expuestos a otras influencias, prevalecerán las relaciones educativas que se dieron en el contexto familiar.
La educación de las competencias emocionales en la familia también toma relevancia en este tema, esta tiene como objetivo lograr un hogar caracterizado por la paz, la armonía y la felicidad. Esto significa reducir efectos negativos de algunas emociones como la ira, a su vez ayuda a lograr la conciencia emocional, regular sus emociones, mejora la autoestima y autonomía emocional, el sentido de responsabilidad, tolerancia a la frustración y aceptación de límites y fracasos, entre otros.
Se ha retomado la importancia de la formación en valores como un intento de disminuir los problemas de violencia de la sociedad. La familia es el entorno natural en donde se apropian los valores, en la convivencia diaria se aprende a dialogar, respetar, cooperar, amar y más.
En relación con la ira, la tolerancia cobra gran importancia porque disminuye el sentimiento de superioridad que se genera a partir de estereotipos y prejuicios denigratorios sobre los demás. Se refuerza con la solidaridad hacia los demás y la igualdad, entre otros.
Saber manejar la ira implica controlar el tiempo que dura la experiencia y la forma en que se canaliza la emoción. Cada persona puede decidir cuánto tiempo quiere estar enfadado, responder agresivamente, no responder o responder de manera correcta, una vez regulada la ira.
Existen algunas estrategias que usted puede aplicar con sus hijos para ayudar a regular la ira, entre las más conocidas están:
Distracción
Desvíe la atención del factor causante de la ira, hágalo de manera inmediata. Puede realizar alguna actividad agradable que permita apartar la mente de la emoción negativa. Esto puede hacerse desde los 9 meses.
El distanciamiento temporal
Consiste en dejar pasar un tiempo a partir de que se produce la situación que provoca la ira, puede ser de unos minutos hasta algunos días. Este tiempo puede ocuparse para realizar algunas actividades placenteras que permitan la distracción.
Aceptar la responsabilidad
Existe la posibilidad de que la culpa no sea exclusivamente de la otra persona involucrada en el conflicto, puede que nosotros también tengamos algo de responsabilidad. Para ello pueden hacerse las siguientes preguntas: ¿he actuado de forma correcta?, ¿podría haberlo hecho de otra forma?
Actitud positiva
Enseñe a buscar el lado amable de cada situación, intente ser optimista y tener sentido del humor. La persona optimista siempre encontrará motivos para vivir con entusiasmo e ilusión.
Cambio de creencias
Haga las siguientes preguntas: ¿realmente todo va tan mal?, ¿es cierto que siempre me pasa lo mismo?, ¿lo puedo soportar? Muchas veces la ira se genera a partir de las propias creencias, al cambiarlas, podrá regular la ira.
Resolución del problema
Piense en alternativas, busque ventajas e inconvenientes para elegir la mejor solución del conflicto.
Respirar y relajarse
Este ejercicio reduce el ritmo cardíaco, regula la respiración y disminuye la tensión muscular, entre otras ventajas.
En el proceso de construcción de la personalidad cobra gran importancia el apego que el niño establece con el cuidador principal, que puede ser la madre, el padre, los abuelos u otros. En este sentido, la capacidad de animar e interactuar con el niño, la sensibilidad a las señales emocionales, las habilidades para apaciguar y modificar las conductas en respuesta a las señales del niño constituyen las principales características del cuidador.
La mejor forma de regular la ira será el conjunto de ejercicios que ayuden a modificar el impacto emocional. Por ejemplo, ante una situación conflictiva, el cuidador puede orientar al niño a buscar posibles alternativas de solución para evitar la ira, esto ayuda a evaluar de forma distinta una situación.
Aun cuando la vida y las costumbres se transforman gracias a los avances de la ciencia, la familia sigue jugando un papel fundamental en el desarrollo del ser humano. El aumento de agresividad en la sociedad pone en evidencia que es en el hogar donde se aprende a manejar las emociones. Es en la convivencia diaria armoniosa donde se toman los modelos que enseñarán a salir avante en el futuro, por lo tanto, el manejo de la ira y otras emociones en la etapa infantil involucra principalmente a los padres como ejemplo a seguir. Esto significa que cada uno debe saber cómo actuar ante situaciones difíciles para poder enseñar a los demás a hacerlo de la mejor forma posible.
Fuentes: Cuando la ira se apodera de los niños, Gabriel Genise, Comunidad de información para los trastornos del desarrollo; Alumnos que desarrollaron el manejo de la ira, María Romina, Universidad Iberoamericana, México; La ira en niños y adolescentes de familias sustitutas, Alicia Quiñonez, Universidad Cooperativa de Colombia.
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