Lectura recomendada
Lo anterior son ejemplos que demuestran por qué comemos ciertos alimentos y, en ocasiones, de forma incontrolada, según el estado emocional.
La ansiedad por comer se da cuando creamos ciertos vínculos con determinados sabores y empezamos a tener emociones concretas con diferentes alimentos, y eso nos provee cierto alivio o satisfacción.
Por ejemplo, hay personas que cuando están tristes suelen recurrir a un alimento predilecto, como una tableta de chocolate, y sienten una considerable mejoría al consumirlo, asegura María Mercedes Arriaga De León, nutricionista y experta en terapias alternativas de clínica Innovación Nutricional.
¿Hambre o ansiedad?
Aprenda a identificar la verdadera razón por la que come, en especial si durante el día hace más comidas de las que su organismo requiere. El hambre es paciente, se manifiesta como una sensación de vacío en el estómago y acepta cualquier opción; mientras que la ansiedad requiere de inmediato la comida, necesita sentir algo en la boca para obtener la satisfacción.
Las emociones son las que nos obligan a comer porque, al hacerlo, de alguna forma, nos hace sentir mejor, nos reconforta o simplemente lo vemos como una recompensa, explica Gabriela Arriaga, química industrial experta en acupuntura.
Muchas veces este tipo de hábitos se dispara en la niñez, cuando una determinada emoción se refuerza con algún alimento. Pensemos en el dicho popular: “Las penas con pan son buenas”, y para algunos se traduce en que un pastel puede reconfortar la tristeza. Cuando eso se vuelve un hábito puede convertirse en un problema porque repercute en la salud, en especial si se eligen comidas altas en grasa o azúcares.
Cuando el impulso por comer es incontrolable, lo mejor es buscar ayuda profesional. De hecho, hay una relación entre depresión y sobrepeso, porque muchas personas con estos cuadros clínicos, tienden a comer productos con mucha azúcar.
Gymvirtual comparte tips para controlar la ansiedad por comer:
Alternativas
Todos los días estamos propensos a enfrentar situaciones que nos pueden generar tristeza, enojo o estrés, pero lo más importante optar por alternativas que saludables para no crear hábitos que afecten la salud.
La actividad física constante y la meditación son buenas herramientas para controlar sus emociones e impulsos.
El color importa
La escritora Suzy Chiazzari, en su libro Color, explica que para tener un balance energético necesitamos también un equilibrio cromático en nuestro sistema. Por ello, es conveniente hacer una buena elección de los alimentos y sus colores para mejorar nuestra salud y pensamiento lógico.
Los alimentos rojos y naranjas —fresas o papaya— son estimulantes y hacen que nuestro sistema entre en calor.
Los naranjas y rosados —mandarinas y granadinas— estimulan el sistema inmunológico y el cerebro.
El verde representa la fuerza equilibrada y armonizadora entre los dos extremos. Por ejemplo, las uvas verdes que están repletas de energía del sol, y ese rayo verde equilibra los niveles ácidos y alcalinos en la sangre.
Los alimentos azules —arándanos— calman y suelen ser refrescantes debido a su contenido en agua. Además, son ricos en yoduro y favorecen la glándula tiroides.