Los síntomas son intermitentes y suelen agravarse durante la noche o al hacer ejercicio. También hay otros factores que pueden desencadenar y agravar los síntomas del asma. “Varían de una persona a otra, pero entre ellos figuran los resfriados, el polvo, el humo, los gases, los cambios meteorológicos, los pólenes, el pelaje y las plumas de animales, los jabones fuertes y los perfumes”, detalla la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta entidad subraya que el asma es una de las principales enfermedades no transmisibles y que afecta tanto a niños como a adultos. En este sentido, una de las falsas creencias más extendidas sobre el asma es que se trata de una enfermedad infantil que desaparece cuando la persona crece.
La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) explica que, en algunos casos, los síntomas del asma mejoran al llegar a la edad adulta. Muchas veces esto tiene que ver con el efecto que los cambios hormonales tienen sobre la respuesta del sistema inmunológico. En otras ocasiones, puede deberse a que se ha realizado un tratamiento con vacunas de la alergia y han disminuido la totalidad de los síntomas del asma. No obstante, los especialistas de la SEAIC señalan que en un porcentaje de pacientes el asma vuelve a aparecer en la edad adulta y en otros casos nunca desaparece. Algunos niños pasan la denominada “luna de miel” y luego vuelven a presentar síntomas de asma.
Otra idea equivocada sobre la enfermedad es que el tratamiento solo se utiliza ante una crisis de asma. Los expertos de la SEAIC manifiestan que existen diferentes pautas de tratamiento, adaptadas al tipo específico de asma que puede presentar cada paciente. Hay tratamientos que sirven para aliviar los síntomas y también hay tratamientos de mantenimiento.
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La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) detalla que entre los medicamentos más usados para tratar el asma están los broncodilatadores, que mejoran el estrechamiento de los bronquios y alivian los síntomas, y los antiinflamatorios, que descongestionan los bronquios y hacen que estén menos sensibles.
Asimismo, los expertos de SEPAR manifiestan que una persona asmática debe evitar los desencadenantes y alergenos que le produzcan crisis y hacer correctamente el tratamiento que le haya prescrito el médico.
De esta manera, se suele creer que una persona con asma no debe hacer ejercicio. Sin embargo, el asma no es incompatible con el ejercicio físico. De hecho, los especialistas de la SEAIC indican que practicar deporte mejora la resistencia respiratoria y la tolerancia a la actividad física. El entrenamiento reduce la necesidad de medicación, el absentismo escolar y laboral y la sensación de falta de aire debido al fortalecimiento de la musculatura torácica. “En los casos en que haya un asma inducida por el ejercicio, el uso de un tratamiento de control de síntomas adecuado puede normalizar la práctica del deporte”, apuntan.
De igual modo, la Iniciativa Global para el Asma (GINA) afirma que la mejor manera de evitar el asma inducida por el ejercicio es asegurarse de que la enfermedad está bien controlada y, si es necesario, tomar medicación antes de hacer ejercicio, además de realizar un buen calentamiento antes de comenzar.
“Ciertos tipos de ejercicio, como correr y trotar, tienen más probabilidades de exponer a las vías respiratorias a grandes volúmenes de aire seco y desencadenar una crisis de asma, mientras que actividades menos vigorosas, como la natación o el yoga, son menos propensas a provocar estos síntomas”, añade.
Por otro lado, algunas personas creen que el asma es una enfermedad provocada por la ansiedad. Sin embargo, esto no es cierto, pues se trata de una enfermedad crónica de las vías respiratorias. No obstante, desde la SEAIC recuerdan que ciertas condiciones pueden provocar un empeoramiento del asma, por ejemplo, la rinosinusitis crónica, las enfermedades tiroideas, la obesidad y los trastornos psicológicos y psiquiátricos, entre los que se cuenta la ansiedad. Por lo tanto, una persona diagnosticada de asma podría notar que presenta un empeoramiento de los síntomas si se encuentra en un estado de ansiedad.
“La estimulación del sistema nervioso que produce la ansiedad puede provocar un estímulo de broncoconstricción, reflejo y la aparición de tos, sibilancias, etc. Estos síntomas responden bien a la medicación broncodilatadora, lo que ayuda a diferenciar esta falta de aire de la que provoca la ansiedad. Debido a esta asociación, se considera muy importante el bienestar emocional y psicológico de los pacientes asmáticos”, añaden.
Por último, es habitual creer que el asma puede curarse. Pero, lamentablemente, es una enfermedad crónica para la que todavía no existe una cura completa. Los expertos de GINA recuerdan que el asma varía a lo largo del tiempo y cada persona asmática tiene días buenos y días malos. Quienes han pasado un largo periodo de tiempo sin síntomas pueden pensar que se han curado. No obstante, por lo general, siguen teniendo una tendencia al asma en caso de verse expuestos a determinados desencadenantes.
Asimismo, explican que las vacunas de la alergia pueden lograr un estado cercano a la cura del asma en ciertas personas con reacciones específicas ante alergenos conocidos. Aunque este tratamiento no resulta de ayuda para la mayoría de los asmáticos.
Pese a todo, “la gran mayoría de los pacientes con asma puede tener la enfermedad controlada, lo que les permite llevar una vida normal”, destacan los especialistas del Hospital Clínico de Barcelona. Para ello, deben adoptar un papel activo en el control de su enfermedad, lo que implica “conocer su medicación, saber cuándo y cómo tomarla, reconocer los síntomas de empeoramiento del asma y seguir el plan de acción que les ha explicado su médico”, detallan.