Pero los casos de asma no han aumentado de esta manera en los países en vías de desarrollo.
Se cree que esta diferencia se explica por factores ambientales y las trampas de la vida moderna: los países desarrollados tienen mayores tasas de nacimientos por cesárea, los bebés se alimentan con más complementos que con leche materna y se consumen demasiados antibióticos, por ejemplo.
Si bien los científicos no tienen ahora una respuesta definitiva, el hallazgo publicado en la revista Science Translational Medicine identificó por primera vez cuatro bacterias específicas que parecen proteger al sistema inmunológico del asma.
“Esta investigación sostiene la hipótesis de la higiene, según la cual estamos convirtiendo nuestro entorno en un lugar demasiado limpio”, explicó el coautor del estudio Brett Finlay, profesor de Microbiología e Inmunología de la Universidad de British Columbia.
“Muestra que las bacterias tienen un papel importante en el asma, aunque esto ocurre en una etapa temprana de la vida, cuando el sistema inmunológico del bebé se está desarrollando” .
El estudio involucró más de 300 niños cuyas muestras de heces fueron examinadas a los tres meses de nacidos y después de un año.
Las muestras revelaron que los bebés de tres meses con mayor riesgo de asma registraban niveles bajos de cuatro bacterias intestinales específicas.
Cuando se estudiaron las muestras fecales de los bebés de 1 año, se registraron menos diferencias. Esto sugiere que los primeros cien días de vida son muy importantes en el desarrollo del sistema inmunitario de los pequeños.
Con el paso de los años, los científicos rastrearon a 22 de los niños con poca diversidad bacteriana y ocho de ellos desarrollaron asma. El resto tiene más riesgo de padecer asma que los demás niños del estudio.
Ninguno de ellos fue tratado con antibióticos, lo que descarta este fármaco como la causa de una menor flora bacteriana. Pero aún no está claro cómo los niños adquieren estas bacterias, llamadas Faecalibacterium, Lachnospira, Veillonella y Rothia.
Los investigadores no examinaron a las madres ni compararon a los niños nacidos naturalmente de los nacidos por cesárea, así como tampoco analizaron si la sustitución de la leche materna puede haber tenido que ver. Todas estas son las direcciones que tomarán los subsiguientes estudios.
Por ahora, “esta investigación enfatiza que debemos revisitar nuestra relación con las bacterias”, dijo otro coautor del estudio, Stuart Turvey, médico del hospital de niños de British Columbia.