Se trata de una terapia personalizada que emplea linfocitos T del propio paciente (un tipo de células de sistema inmune) modificados genéticamente para que expresen un receptor (receptor de antígeno quimérico o CAR, por sus siglas en inglés). Gracias a ella es posible potenciar su acción antitumoral y combatir con mayor fuerza la enfermedad. Con una respuesta en torno al 85%, este nuevo abordaje clínico ha supuesto una revolución en el tratamiento del cáncer, en concreto en los tumores hematológicos.
Ralentización asistencial y parada de ensayos clínicos
Durante la anómala situación de imperante amenaza del virus SARS-CoV-2, uno de los grandes desafíos ha sido proteger el tratamiento de estos pacientes. Bajo las recomendaciones de las autoridades sanitarias competentes, los tratamientos han continuado, igual que lo ha hecho la investigación.
No cabe duda de que se ha producido una ralentización asistencial, además de que los ensayos clínicos en marcha han tenido que interrumpirse al menos durante la fase más aguda de la pandemia. Pero la investigación sí ha seguido avanzando.
Investigación imparable
Los esfuerzos en investigación han permitido que, en la actualidad, dispongamos de un conocimiento cada vez más profundo sobre el comportamiento de las células cancerígenas e inmunitarias. A su vez, el tesón que han puesto oncólogos e investigadores en la mejora de los tratamientos se refleja en vanguardistas propuestas de desarrollo de nuevos fármacos, así como en la aplicación de innovadores protocolos de ensayos clínicos en fases iniciales dirigidos a diversos tumores.
Con estos avances, pese a la compleja situación en la que seguimos navegando, podemos tener motivos para el optimismo. Hay datos científicos suficientes para confirmar que la terapia celular adoptiva, en concreto el uso de células CAR-T, es eficaz y segura para el tratamiento de muchas neoplasias, especialmente leucemias y linfomas. Pero también contra el mieloma múltiple, según el estudio ‘CARTITUDE-1’ presentado hace unos días en el Congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO). Los resultados de este ensayo clínico mostraban una respuesta 100% global en pacientes en recaída.
A su vez, el empeño investigador trata de dar respuesta a tumores más complejos mediante otras estrategias avanzadas –o combinaciones de ellas–, como la terapia génica y otras inmunoterapias. Sin ir más lejos, las vacunas terapéuticas basadas en el uso de virus oncolíticos (capaces de infectar a las células y matar solo a las tumorales) están logrando prometedores resultados en el glioblastoma, el cáncer cerebral más agresivo. Así lo demuestran diversas investigaciones en viroterapia oncolítica, como la publicada en Nature Communications sobre el virus Delta 24-RGD, virus del resfriado modificado genéticamente para atacar al tumor.
Por otro lado, hay en marcha varios ensayos clínicos que buscan evaluar la eficacia y seguridad de esta terapia contra al glioblastoma tanto en adultos como pacientes pediátricos. Para esta misma enfermedad, un reciente estudio preclínico canadiense, publicado en la revista Cell Stem Cells, mostró también resultados positivos con el uso de células CAR-T.
Inmunoterapia contra los tumores
Respecto a los fármacos dirigidos a regular el sistema inmunitario (medicamentos de inhibición de puntos de control), su eficacia está altamente demostrada en ciertos tumores como el melanoma o el cáncer de pulmón. Incluso existen resultados prometedores en cáncer de mama, páncreas o estómago, además de en muchas neoplasias hematológicas.
Otra terapia celular que está emergiendo con fuerza es la basada en el uso de linfocitos infiltrantes de tumor (TIL, por sus siglas en inglés), un tipo de células inmunitarias que se encuentran de forma natural en el tumor del paciente.
Aunque está por desarrollar, recientemente se presentó en el II Curso internacional de Inmunoterapia y Terapia Celular en Hemato-oncología, organizado por la Clínica Universidad de Navarra, un estudio sobre la eficacia de esta terapia para el melanoma metastásico. En él se observó que un 20% de los pacientes obtuvieron una respuesta completa a largo plazo, mientras que un 50% se beneficiaron de una respuesta objetiva a corto plazo.
En otro estudio preclínico publicado en Frontiers in Immunology, también se han observado resultados positivos en melanoma o hepatocarcinoma, proponiéndose como una posible estrategia de inmunoterapia para tumores sólidos.
Estos resultados nos impulsan a seguir avanzando en la investigación en nuevos tumores. Sobre todo centrados en tratamientos para abordarlos en estadios más tempranos de la enfermedad.
No obstante, es preciso ser prudentes. Estas terapias avanzadas, aunque eficaces, son jóvenes y desconocemos sus efectos a largo plazo. Avanzar con cautela, pero con la seguridad de que este esperanzador panorama, donde el esfuerzo en investigación es imparable, hace previsible un futuro cercano en el que dispondremos de alternativas terapéuticas más seguras y eficaces. Y, gracias al desarrollo de más estudios genéticos, conoceremos qué inmunoterapias beneficiarán a cada paciente.
Felipe Prósper, Director de Terapia Celular y Co-Director de Hematología en Clínica Universidad de Navarra. Investigador senior del Cima, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.