Este trastorno mental grave afecta a 21 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, OMS. Se caracteriza por una distorsión del pensamiento, percepciones, emociones, lenguaje, conciencia de sí mismo y conducta.
En ocasiones lleva a alucinaciones, al oír y ver cosas inexistentes y delirios, es decir, tener creencias erróneas y ser persistentes en ellas.
El comienzo de la enfermedad
Es más frecuente en hombres que en mujeres. Cerca de 12 millones de hombres en el mundo y 9 millones de mujeres viven con esta condición.
Mirna Santos, presidenta de la Asociación de Psiquiatras de Guatemala, comenta que diagnosticarla cuando la enfermedad está instalada no es tan difícil, lo complicado es hacerlo en sus primeras fases para que las personas empiecen a recibir el tratamiento oportuno.
Por lo regular, sus primeros síntomas se empiezan a ver en la adolescencia. Son jóvenes que se caracterizan por una personalidad en la que no tienen muchos amigos, son callados, inexpresivas y casi siempre muestran una gran inteligencia.
La mayoría están entre los 15 y 20 años cuando las características anteriores se van acentuando, e incluso algunos casos refieren estas condiciones en edades más tempranas.
La psiquiatra Ana Cristina Morales, explica que como familia no hay que tenerle miedo al paciente sino buscar educarse sobre la enfermedad y apoyarle porque está condición es para toda la vida.
Comprender la esquizofrenia
No hay cura, pero si tratamientos para que este controlada.
Entre más temprano se diagnostique, el deterioro va a ser más lento y serán más funcionales al tener un acompañamiento adecuado.
Es preciso comentar que una persona que está afectada por esta condición tiene entre 2 y 2.5 veces más de probabilidades de morir a una edad temprana que el conjunto de la población. Esto se debe por lo general a enfermedades cardiovasculares, metabólicas e infecciosas.
No sé conocen con exactitud por qué se desarrolla. Podría estar provocada por la genética y otros factores psicosociales y ambientales, agrega Morales.
En los últimos años también se ha asociado una esquizofrenia secundaria relacionada con el consumo de drogas como marihuana.
Se tienen dos tipos de síntomas, los positivos y negativos. Los primeros se llaman así por ser más marcados e incluye las alucinaciones de tipo auditivo y visual, ideas delirantes, agresividad, desconfianza y la sensación que le quieren hacer daño.
Mientras los negativos son la apatía, su falta de motivación la incapacidad para ser expresivos y el desgano.
Para diagnosticarla además de la evaluación médica se podrían necesitar tomografías y otras pruebas que confirmen el resultado.
Morales también comenta que se deben descartar otras enfermedades que podría causar síntomas similares.
Santos explica que en algunos hogares, en especial en comunidades lejanas cuando un paciente comienza con los síntomas lo amarran y esconden o son sometidos a brujerías y otras cuestiones que no ayudan a la persona a mejorar.
Algunos pacientes buscan las drogas y el alcohol para sentirse mejor, pero logran el efecto contrario. El círculo familiar al ver una crisis creen que son éstas sustancias las responsables y terminan en centros de rehabilitación sin una respuesta favorable porque no tienen el tratamiento adecuado.
Los medicamentos y la terapia
Es preciso un seguimiento psiquiátrico. Los medicamentos son de por vida.
El ideal es que tengan un acompañamiento psicoterapéutico para que se trabaje en motivaciones a corto plazo. Esto les mantendrá alertas porque si se hace a largo plazo no llegan a concluirlas por la dificultad que tienen en mantenerse motivados.
Se requiere de terapias ocupacionales y del manejo de la reinserción laboral, en especial porque al trabajar generan para sus tratamientos que representan una inversión alta cada mes, agrega Santos.
En general podría estimarse que una familia necesita de Q600 a Q4 mil quetzales mensuales en tratamientos.
“Las personas al enterarse del diagnóstico no les dan trabajo porque lo asocian con agresividad y asesinatos, pero esta no es una la constante. Ese es el ideal de diagnosticar a tiempo, de tener las evaluaciones constantes, que el paciente acepte su enfermedad y que con ello se disminuyan las recaídas”, dice Santos.
Aquí se incluye a la familia. Se debe recibir un plan educacional para comprender qué pasa en el paciente y enseñarles estar alertas de cualquier síntoma que pueda representar un indicio de crisis.
Estas últimas se observan con cambios de conducta, dormir poco o demasiado o al empezar a notar ideas o cosas que se sabe no son reales.
A ello se suma el estar pendientes de que tomen los medicamentos sin falta.
Cambio de pensamiento
Para Santos es relevante que como sociedad se trabaje en un cambio de la desestigmatización y estar más conscientes sobre el apoyo a este grupo de pacientes.
Esto lograría diagnósticos más tempranos que influyan en una mejor calidad de vida de los pacientes.
Además de generar oportunidades laborales. Para ellos se recomiendan actividades que permitan descansar por las noches y que no se tenga que desvelar.
Hoy también se recomienda hospitalizar al paciente únicamente si se presentara una crisis. Esto incluiría episodios donde corra peligro su vida, la de otras personas, o bien que se ponga agresivo.
Después de controlarse, la recomendación es volver a casa y seguir su ritmo de vida normal.
En algunos casos podría tomarse la decisión de institucionalizar por temporadas prolongadas cuando se presentan complicaciones porque su grupo familiar no está presente para darle el seguimiento, pero es una decisión controversial porque ellos pueden llevar una vida fuera de ese espacio.
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