En esta edición se incluyen algunos aspectos que todas las familias deben tener presente y llevar a la práctica cuando conviven con un adulto mayor.
Integración en el seno familiar
El objetivo de los familiares o cuidadores de los adultos mayores es esforzarse por mejorarles su calidad de vida, reducir los riesgos de enfermedad y obtener beneficios personales y familiares.
La integración del adulto mayor dentro del seno familiar favorece el envejecimiento activo y estimula en ellos su participación social.
La red social más próxima es la familia, donde se intercambian muchos cuidados y ayuda por parte de los mayores a sus hijos y nietos. Es en el hogar donde también se establecen las relaciones intergeneracionales más gratificantes; todo ello, por supuesto, se complementa promoviendo otras redes sociales como amigos, vecinos, excompañeros de trabajo y todo tipo de convivencia en la que se evoquen recuerdos gratos que estimulen la participación del adulto mayor.
Frecuentes problemas de salud
El organismo del adulto mayor sufre un progresivo desgaste que le hace retroceder en su capacidad o rendimiento funcional. El envejecimiento no es una enfermedad, pero sí es la causa de muchas asociadas que en último término son las responsables de diversas complicaciones.
En cuanto a la salud física, los padecimientos crónicos comunes son diabetes, hipertensión arterial y osteoartritis. También se ven afectados algunos procesos mentales como la depresión y pueden surgir demencias.
Dentro del déficit funcional, los más comunes que interfieren en su habitual relación son disminución de la agudeza visual, pérdida auditiva, trastornos de la marcha por pérdidas de masa y fuerza muscular así como en su rendimiento físico, lo cual altera el equilibrio y la coordinación. Estas afectan su autonomía, al punto de convertirse en personas con un grado considerable de discapacidad y dependencia.
Medidas en casa
El cuidado del adulto mayor en el hogar —cuando hay disminución en sus capacidades funcionales— va a depender totalmente de su familia o cuidador.
La vivienda para un adulto mayor debe ser funcional. Hay que adaptar una habitación en la planta baja. Si la persona tiene que subir escaleras hay que colocar barandas o agarradores, evitar el uso de alfombras sueltas y de cables que afecten su locomoción. Los pisos no deben estar encerados ni ser resbalosos; las escaleras y pasillos tienen que estar iluminados, los apagadores de luz deben ser fáciles de encontrar.
En la habitación se deben quitar los muebles innecesarios para que quede amplia y pueda desplazarse fácilmente; asimismo evitar mesas con vidrios o con bordes redondeados.
En este espacio es recomendable un sillón con apoyabrazos y respaldo para evitar el
encamamiento prolongado.
Es importante utilizar barras o pasamanos en áreas de la ducha e inodoro para que al adulto se le facilite sentarse y levantarse utilizando bancos o sillas de baño y duchas de teléfono.
El inodoro debe estar suficientemente alto, entre 45 y 50 centímetros. Se recomienda que los grifos o llaves del agua sean de palanca y no de perilla, para que se les facilite maniobrar.
Calidad de vida
La calidad de vida de las personas adultas se determina en gran medida por su capacidad para mantener su propia autonomía y su funcionalidad.
El envejecimiento activo y de calidad va depender de mantener un estilo de vida saludable —actividad física, alimentación adecuada, realizar los controles de salud programados para detectar factores de riesgo—, fomentar la actividad cognitiva —leerles, armar rompecabezas, adivinanzas, etcétera.— y atender las emociones.
La tercera edad se construye desde la juventud. Así, a pesar de que el proceso de envejecimiento es normal, natural e inevitable, puede tener distintos resultados, generalmente reflejo de los cuidados o descuidos tenidos a lo largo de la vida.
Es importante que se llegue a la adultez en las mejores condiciones posibles: sin afecciones asociadas, en buena salud física y mental y con autonomía para ejecutar actividades cotidianas. Si a esto se añade una actitud positiva ante el proceso de envejecimiento y una participación social activa, se habla de envejecimiento activo, saludable y satisfactorio.
Terapias ocupacionales
Las actividades de la vida diaria suelen ser la piedra angular de un programa de terapia ocupacional. para los adultos mayores.
Estas incluyes procesos básicos que se hacen a diario como vestirse, bañarse, comer y moverse de un lugar a otro, por ejemplo de una cama a una silla o caminar a la ducha o bañera.
Estas actividades se practican a menudo con la ayuda de un terapeuta ocupacional o auxiliar de enfermería en casa con el objetivo de promover la independencia y la seguridad.
En cuanto a las tareas complejas de la vida diaria como cocinar, lavar ropa, utilizar una computadora o un teléfono, a medida que se envejece, pueden llegar a ser más difíciles debido a los cambios relacionados con la edad, enfermedad o discapacidad.
También es de suma importancia atender las necesidades sociales y el bienestar emocional de los adultos mayores a fin de que puedan participar y promover el aprendizaje continuo, que a su vez puede prevenir la depresión y la demencia.
Hay que inculcar en los niños el respeto por los adultos
La pérdida de los valores tradicionales hace que cada vez más esta población sea marginada, e, incluso, ignorada. Pero una persona mayor puede aportar experiencia, formación y cultura a los más pequeños. Algunos de los puntos clave para educar a los más pequeños en el respeto a los mayores pueden ser:
- Hablarles siempre con cortesía a todas las personas mayores.
- Evitar hacer gestos despectivos cuando los mayores les dicen algo, o les cuenten una historia.
- Enseñarles a que den siempre las “gracias” y a la hora de pedir, recordarles que digan “por favor”.
- Esforzarse en ser comprensivos. Hay que enseñarles a que admitan con buena cara las pequeñas manías de las personas mayores.
- Aprender a escuchar a los mayores. Da lo mismo que la historia la haya contado anteriormente. La felicidad que para ellos supone tener un público entregado, merece la pena.
- Estar muy pendiente de cuando necesitan ayuda: leer una letra demasiado pequeña para ellos, recogerles algo que se les ha caído al suelo, traerles un vaso de agua, etcétera.
- No permitir que les ignoren, por ejemplo, cuando vienen a casa —los abuelos u otros invitados— y los niños se ponen a ver la televisión o simplemente desaparecen.