Dentro de su definición caben varias interpretaciones y todas llevan hacia el mismo fin de construir y generar un bien que pueda ser útil a las personas, indistintamente de la materialidad que tenga (ya sea como trabajo intelectual o físico).
De acuerdo con el psicólogo industrial Franklin Espinoza, el trabajo es parte de la naturaleza humana y está presente en nuestros imaginarios, incluso “desde la infancia cuando observamos la imitación de roles a la hora de jugar a tener ciertas profesiones o cargos”. Esto nos lleva a considerar la importancia del trabajo como parte de un engranaje social.
El intercambio de saberes técnicos y conocimientos con el fin de producir es “relevante y necesario” para nuestro actuar en colectivo, apunta Espinoza.
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Para la psicóloga clínica Inés Zepeda, el trabajo es “el lugar donde podemos sacarle provecho a nuestras mejores habilidades tanto para nuestro bien como el de los demás”. Agrega que las recompensas de esto pueden medirse en términos económicos y permiten “una fuente de autorrealización“.
Aunque la especialista subraya que no siempre se trata de un aspecto que deba marcar una huella trascendental, ya que la “trascendencia” se puede encontrar en cualquier decisión tomada, es importante que el trabajo se conciba como una fuente de satisfacción, aunque haya momentos de cansancio, tedio o estrés.
Al poner lo mejor de nuestra parte, surge la verdadera trascendencia, apunta Zepeda.
El coach ontológico Yesid Barrera argumenta que muchas personas no encuentran satisfacción al pensar o hablar del trabajo. ¿Por qué? Esto se respondería con el hecho que esas personas puede que no estén haciendo lo que realmente les gusta o les apasiona.
“Ocurre porque las personas no eligen lo que están haciendo, y además hay una gran equivocación en cuanto a que la única razón del trabajo es obtener dinero y las personas aspiran a eso”, dice Barrera.
Al colocar el mouse sobre las piezas de la siguiente gráfica encontrará varios puntos para reflexionar sobre la importancia de los espacios laborales en la vida, así como varias consideraciones respecto a cómo sentirnos mejor desde allí.
¿Trabajo o presión?
A decir de la psicóloga Inés, hay ocasiones en que las personas pueden asociar el trabajo con ambientes tensos y exigentes en los cuales cuesta desempeñarse.
De acuerdo con la especialista, esto puede relacionarse “al concepto capitalista de producción excesiva desde el que se nos enseña que entre más productivos somos, mayor éxito tendremos”. Pensar que siempre debemos estar sobrecargados de trabajo puede hacer que la rutina se vuelva tediosa y poco agradable a largo plazo, argumenta Zepeda.
Un factor determinante en esta incomodidad puede deberse a los niveles de competitividad que se exigen entre las personas. A consideración de la entrevistada, “nuestra mayor competencia debe ser con nosotros mismos”, ya que nos hace desarrollar destrezas y habilidades, más allá de buscar comparaciones e imposiciones mentales.
Inés Zepeda considera vital que las personas estén seguras de las razones que las motivan a estar en el lugar de trabajo. Si el dinero es la única respuesta, quizá no haya una ambición más grande.
La psicóloga apunta que es importante procurar ambientes laborales que hagan sentir cómodas a todas las personas y esto puede lograrse desde el reconocimiento de las emociones y la práctica de una comunicación asertiva, así como la expresión de las necesidades individuales de forma constructiva.
Por otro lado, el coach Yesid Barrera apunta que una forma positiva de situarse ante el espacio de trabajo es “rediseñar el enfoque” para encontrarle un lado amable. Para ello es necesaria la motivación; algo que viene desde adentro de cada persona y que debe apuntar hacia un propósito transformador, a pesar de los retos.
Las empresas y empleadores juegan un papel importante acá. Según apunta el psicólogo industrial Franklin Espinoza, un ambiente laboral idóneo es aquel en el que se hacen garantes prácticas justas de empleo, integridad y de cero tolerancia al acoso.
A decir del especialista, se ha vuelto importante que las empresas cuenten con programas de bienestar que tomen en cuenta aspectos de ética, así como de salud física y emocional.
Otro aspecto necesario que deben tomar en cuenta los líderes y formadores de empresas es el hecho de tener metas claras, específicas y realizables apoyadas de “incentivos pueden aportar a una mejora de todos los involucrados“.