Entre el 60 y 80 por ciento de los adultos centroamericanos son intolerantes a la lactosa, pero esto no quiere decir que todos tengan síntomas, ya que la sensibilidad a la lactosa varía mucho de una persona a otra. Aún así, pueden presentar síntomas después de la ingestión de un alimento o producto con lactosa.
Los expertos aseguran que resulta difícil diagnosticar esta intolerancia por sus síntomas inespecíficos.
La lactosa, también llamada “azúcar de la leche”, está formada por la unión de una molécula de glucosa y una de galactosa. Para su correcta digestión y absorción nuestro organismo necesita de una enzima que la desdoble, denominada lactasa, que se encuentra en la mucosa del intestino delgado.
La intolerancia a la lactosa se produce debido a la mala digestión de la lactosa y está causada por un déficit de la enzima lactasa en el intestino delgado. Nunca se debe confundir la intolerancia a la lactosa con la alergia a la leche, que no es un problema de intolerancia sino un problema inmunitario.
Síntomas
La mala digestión de la lactosa produce síntomas como hinchazón, dolor abdominal, flatulencias, diarrea o náuseas, que alteran la vida de los pacientes de forma muy importante. Estas molestias suelen aparecer entre 15 minutos y dos horas después de haber ingerido alimentos con lactosa y remiten en un período de tiempo entre 3 y 6 horas.
La intolerancia a la lactosa es más común en los adultos que en los niños. En la infancia, la leche es nuestro principal alimento y, por ello, el organismo está preparado de manera biológica para digerirla.
Los niveles de la enzima lactasa suelen ser elevadas en el intestino de los niños pero van disminuyendo con la edad a medida que nuestra biología, como ocurre con cualquier otro mamífero, impone un cambio dietético: el abandono de la leche.
Sin embargo, el ser humano es el único mamífero que sigue consumiendo leche y sus derivados en la edad adulta, cuando el organismo está menos preparado para asimilar la lactosa.
Esto puede desencadenar los síntomas de malestar antes descritos y provocar una intolerancia a la lactosa primaria, el tipo más común. También existen otros tipos de intolerancia a la lactosa como la ausencia completa de lactosa congénita o la causada por alguna enfermedad, como una infección o una inflamación intestinal.
El diagnóstico de intolerancia a la lactosa es complicado, por lo que la mayoría de las veces el es solo de sospecha, al relacionar la ingesta de productos que contienen lactosa con la sintomatología que genera.
En la mayoría de los casos son los mismos afectados quienes detectan el problema y sin acudir al médico aprenden a evitar los alimentos o productos que les crean problemas. Otras veces acuden al médico y este diagnostica la intolerancia a la lactosa.
Pero la realidad es que la mayoría de las personas con intolerancia a la lactosa no tienen un diagnóstico de certeza de su enfermedad y siguen sufriendo síntomas o evitando alimentos a pesar que actualmente hay opciones de tratamiento muy eficaces.
Cambian dieta
Las personas afectadas aprenden a educar su dieta evitando la ingesta de lácteos. Pero al hacer esto, se aumenta el riesgo de padecer déficit de calcio, vitamina D, vitamina A, entre otros nutrientes. Se ha demostrado que ingerir una cantidad suficiente de lácteos facilita alcanzar los niveles de calcio recomendados y reducirá el riesgo de padecer enfermedades como, por ejemplo, la osteoporosis.
Además de seleccionar la compra de alimentos sin lactosa para el uso doméstico, la mayor dificultad se produce cuando se come fuera de casa, ya sea por las necesidades profesionales del paciente o por los eventos sociales. Es difícil conocer si el alimento que se tiene previsto ingerir contiene o no lactosa en cualquier proporción, ya sea platos de pasta, embutidos, aderezos de ensaladas, variedad de panes, cremas de verduras o sopas, salsas o postres.
Para evitar las molestias, se recomiendan complementos dietéticos pensado para mejorar la digestión de lácteos u otros productos que contienen lactosa, y así compensar el déficit de la enzima lactasa que padecen aquellas personas con intolerancia a la lactosa.