Incluso, un feroz lobo que devoraba animales y personas fue amansado por San Francisco, quien se dirigía a él como “hermano lobo”, luego de lo cual, el animal prometió dejar de hacer daño, pues los pobladores se comprometieron a alimentarlo. El santo amaba tanto la creación de Dios, que compuso un cántico dedicada a ella.
Por estas historias que demuestran el amor que el santo manifestaba hacia la naturaleza, el 4 de octubre, fecha en la que se celebra su día en el santoral, fue declarado Día Mundial de los Animales. El papa Juan Pablo II lo proclamó patrono de los animales y ecologistas.
A continuación, se presenta la historia de otros cuatro santos que tuvieron animales como fieles compañeros.
Don Bosco
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Giovanni Melchiorre Bosco, mejor conocido como Don Bosco (1815-1888), vio sorprendido a un perro gris de gran tamaño que lo seguía por Turín, Italia, una noche de 1853. El santo se acercó a él para acariciarlo, y lo llamó Grigio, —gris en italiano—. El can acompañaba a Don Bosco por las noches, cuando salía a caminar, para cuidarlo. En varias ocasiones lo protegió de ataques de heréticos que rechazaban el culto a los santos y el sacerdocio. Grigio atacó a un hombre que le disparó al santo, pero falló, y lo obligó a huir. También evitó que otro malhechor lo hiriera con una estaca, al comenzar a ladrar insistentemente.
San Roque
Se le considera el patrón de los perros. San Roque, que vivió en el siglo XIV, viajaba y auxiliaba a los enfermos de una peste que azotó Europa y que se encontraba en su camino, hasta que él también resulto infectado. Cuando lo supo, se retiró a un bosque a morir, pero un perro, cuyo amo era un hombre llamado Gotardo, llegaba con él con un pan en el hocico y lamía sus llagas, por lo que comenzó a sanar. A este santo se le atribuyen milagros en la sanación de los animales, especialmente de perros. A San Roque se le representa con atuendo de peregrino, acompañado de un perro con un trozo de pan en el hocico.
Santa Gertrudis de Nivelles
Se le considera la patrona de los jardineros y viajeros. Nació entre los años 625 o 626 y se convirtió en monja en el 640. Se la describe como “agotada por una vida de caridad, ayuno, falta de sueño y rezo”. En su iconografía se le ve con ratones que suben por su vestimenta o vara, que simbolizan las almas del purgatorio, por quienes la santa rezaba. A causa de ello, se le invoca desde el siglo XV contra las plagas de roedores. Debido a esta creencia, el fervor popular la ha asociado con los gatos y consideran que es patrona de los felinos.
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San Martín de Porres
Una escoba y los animales domésticos son inseparables de la figura de San Martín de Porres o de Porras (1579-1639), a los que siempre compadeció y socorrió. El santo, de origen peruano, fue aprendiz de peluquero, asistente de dentista y de médico. Se encargó de amar y cuidar con cariño a animales, a quienes alimentaba y curaba de heridas o enfermedades. En los documentos del proceso de beatificación se detalla que fray Martín se ocupaba de cuidar y alimentar no solo a los pobres y enfermos, sino también a perros, gatos y ratones, que vivían en su refugio.