La referida sociedad informa sobre la forma en que actúan los desodorantes, conocidos también como antitranspirantes, que son sustancias que, aplicadas al cuerpo, reducen la evaporación de agua, pero casi todos los del mercado también incluyen aromas que camuflan el olor, según el sitio abc.es
“Los productos antisudorales actúan introduciendo elementos, como las sales de aluminio, en las entradas a los conductos de las glándulas sudoríparas. Una vez ahí, forman cristales que taponan parte de los poros”, explican los médicos David M. Pariser y Angela Ballard, del Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina de Virginia Oriental, en su estudio Terapias Tópicas en el Tratamiento de la Hiperhidrosis. En cuanto se detecta ese bloqueo, el cuerpo deja de producir sudor.
Según los dermatólogos, los antitranspirantes ejecutan mejor su tarea durante el sueño. “Al dormir confluyen dos circunstancias: la producción de sudor baja a su mínimo y la axila está completamente seca, algo casi imposible después de la ducha, ya que la piel siempre queda ligeramente húmeda”, explica la médica Vanessa Giraldo, miembro de la Academia Europea de Dermatología y Venereología y asesora en temas de hiperhidrosis de Rexona Colombia. En condiciones de sequedad, la penetración es mayor, según cuenta la experta.
Optimización de su uso
Para optimizar este producto, Giraldo recomienda frotar la axila con una toalla limpia y seca antes de aplicar el desodorante e ir a la cama. De este modo, el producto cuenta con ocho horas para viajar hasta el origen del problema y neutralizarlo, sin humedad de por medio que entorpezca la labor.
Aunque la ducha de primera hora de la mañana arrastre algunos residuos de la superficie de la piel, muchos milímetros más abajo el conflicto estará contenido y así debería permanecer durante las 24 horas que promete el desodorante.
“Quienes trabajan en turno de noche deben aplicar el antitranspirante cuando se vayan a dormir, sea en el día o en la noche”, zanja Giraldo.
¿Qué sucede si el sudor no tiene mal olor? En un artículo del genetista Ian Day, publicado en el 2013 en Journal of Investigative Dermatology asegura que el 97 por ciento de los caucásicos y las personas de origen africano poseen una variación genética que hace que su sudor sea especialmente suculento para las bacterias que habitan bajo el brazo, y es lo que genera mal olor. En cambio, más del 80 por ciento de los asiáticos están libres de ese gen o, lo que es lo mismo, nunca van a apestar a sudor.
