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Sin embargo, aunque resulte imposible interrumpir los pensamientos, una persona puede controlarlos, calmarlos y desacelerarlos, dejando de pensar en un tema en concreto de modo recurrente, según los conocedores de la mente humana.
“No podemos dejar nuestra mente ‘en blanco’ o pensar ‘en nada’, del mismo modo que no sería posible dejar de respirar sin que supusiera un esfuerzo voluntario que, en todo caso, sería bastante breve” explica a Efe, Marta Galindo Fuentes, neuropsicóloga de Clínica López Ibor.
Dirigir el foco de atención
“Carecemos de una especie de interruptor que ponga en ‘off’ nuestros pensamientos, pero podemos sustituir unos pensamientos por otros o centrarnos en percepciones o visualizaciones agradables, en lugar de en un discurso mental continuo”, señala esta experta.
“Y también podemos entrenarnos en redirigir el foco de atención a donde nosotros queremos llevarlo y que no sean nuestros pensamientos los que nos dirijan”, apunta Galindo, al comienzo de su entrevista con Efe.
¿Por qué la mente está continuamente imaginando y produciendo pensamientos, recuerdos o anticipaciones? Algunas de las funciones de nuestro cerebro, consisten en acceder a los recuerdos del pasado, estar atento a las demandas del momento presente, y anticipar los escenarios que nos podamos encontrar en el futuro. Todo ello es fundamental en nuestro día a día, tanto para las cosas más básicas como para las más complejas. Desde recordar que tenemos que alimentarnos hasta desarrollar las tareas más complicadas a nivel profesional.
Pensar es una gran herramienta de supervivencia. Para sobrevivir y funcionar en sociedad necesitamos valernos de los aprendizajes previos y usarlos para actuar en el presente, así como tener la capacidad creativa de producir nuevas ideas para adaptarnos lo mejor posible a nuestro ambiente.
Por ello necesitamos estar continuamente reflexionando, aprendiendo, recordando o creando, de la misma manera que necesitamos que nuestro corazón no deje de latir o que nuestros pulmones no paren de proporcionarnos el oxígeno que necesitamos.
Síntoma de ansiedad
¿Qué función psicológica tiene este ‘pensar sin cesar’? Pensar continuamente sobre una cuestión que nos preocupa, suele ser un síntoma de ansiedad y, como toda emoción, la preocupación tiene una función sana. Esta ansiedad adaptativa es una señal que surge ante una situación que sentimos que no vamos a poder afrontar, indicándonos que quizás vayamos a enfrentarnos a una demanda que supera nuestros recursos. Su función es la de poner en marcha una serie de mecanismos para poder enfrentarnos a un problema.
Uno de los procesos que activa la emoción ansiosa consiste en dedicar una gran cantidad de recursos a pensar sobre el problema que debemos resolver. Esto nos ayuda a anticipar lo que va a pasar y a tener preparado un plan: nos sirve para prever diferentes escenarios posibles y poder trazar soluciones para éstos.
¿A veces podemos sentirnos ansiosos ‘sin necesidad? Si este nivel alerta se activa en una gran variedad de situaciones que no lo requieren, por ejemplo, cuando no tenemos una tarea complicada a la que hacer frente o cuando estamos disfrutando de nuestro tiempo de ocio o descansando, estaremos gastando recursos muy valiosos de nuestro organismo. Como consecuencia de ello sentiremos un estado tensión, que lejos de ayudarnos, nos podrá generar un gran malestar.
¿En qué casos este ‘pensamiento incesante’ puede volverse contraproducente? Centrar gran parte de nuestros esfuerzos y tiempo en atender nuestros pensamientos recurrentes puede resultar contraproducente por varios motivos. Sucede que dejamos de ‘ocuparnos’ de los problemas para simplemente ‘preocuparnos’ por ellos, siendo menos probable que pasemos a la acción.
Al pensar de manera recurrente sobre un problema nuestra mente crea tantas opciones, posibilidades y escenarios que hacen difícil, o incluso imposible, tomar una decisión.
Es el caso de una persona que está preparando una entrevista de trabajo y piensa recurrentemente si la ropa que eligió es la adecuada, si su discurso es el más agradable o qué hará si le preguntarán por ciertos aspectos personales. No hay elecciones únicas ante tales situaciones por lo que mostrará dudas ante cualquier decisión que tome.
Parar, respirar y ver el problema
¿De qué otros modos nos afecta el pensar recurrente? También compromete nuestros niveles de creatividad y de espontaneidad, ya que tomamos decisiones elaboradas, medidas y cuidadas basadas únicamente en lo racional, sin permitir la espontaneidad, el guiarnos por nuestra parte intuitiva y emocional, que es tan importante en la toma de decisiones.
¿Cuándo deja de ser oportuno? Este ‘no parar de pensar’ puede dejar de ser útil y volverse agotador cuando se vuelve muy frecuente e intenso y llega a influir en nuestra atención, concentración, memoria e, incluso, en nuestro tiempo y calidad de descanso.
Todos recordamos alguna vez en que nos fuimos a la cama dándole vueltas a un asunto que no estaba en nuestras manos resolver o que no nos pudimos quitar de la cabeza en todo el día, impidiéndonos atender a una conversación o haciéndonos olvidar donde dejamos las llaves del coche o las gafas.
Y ¿qué podemos hacer para calmar, controlar o desacelerar nuestros pensamientos cuando se desbordan? En primer lugar, cuando detectamos que ‘estamos entrando en un bucle mental’ podemos otorgarnos unos segundos para parar, respirar y ver si este nivel de preocupación se corresponde con el problema que enfrentamos y si podemos o no resolverlo nosotros mismos.
Si es algo que está en nuestras manos, podemos planear cómo resolver el problema o pedir ayuda para solucionarlo, que son dos buenas maneras de usar nuestra energía mental para enfrentarnos a la situación.
¿Y cómo podemos bajar el volumen del ‘ruido mental’ cuando la solución de un problema no está en nuestras manos…? Una buena opción es practicar alguna técnica de relajación, como dedicar unos minutos a respirar pausadamente de manera abdominal. Podemos probar distintos métodos para saber cuál nos funciona mejor.
Inducir a nuestro cuerpo a relajarse de modo fisiológico también ayuda a calmar nuestra mente, bajando la velocidad de nuestros pensamientos.
¿Existen algunas opciones más? Claro. A otras personas les resulta útil ‘sacar fuera’ los pensamientos que están causando malestar escribiéndolos, enumerándolos, expresándolos en una carta o incluso pintándolos. ¡Todo vale si conseguimos que desocupen espacio en nuestra cabeza!
También pueden ser útiles las técnicas de visualización, en las que, con ayuda de nuestra imaginación, intentamos darle una forma física a estos pensamientos que ‘rumiamos’, para después imaginar cómo desaparecen . Por ejemplo, como un globo que vuela y se aleja cada vez más en el cielo, o un mensaje que metemos en una botella y dejamos que el mar arrastre.