Marco Zagal, experto en neurociencia educativa, recomienda que antes de los seis años “el aprendizaje infantil se produzca en un entorno natural donde puedan oler, tocar, medir, sentir, saborear en tiempo y espacio real, y enseñando a los niños a identificar y canalizar sus emociones”.
Aprender a expresar las emociones, mantener contacto visual y fomentar el movimiento son tres “inputs naturales” (datos de entrada del mundo real y el entorno humano) que los padres y educadores puedan proponer a los niños para darles seguridad y ayudarles a construir una autoestima sana, según Zagal.
En un contexto hiperconectado, en que pasamos muchas horas enganchados a una pantalla, es importante pasar con nuestros hijos un “tiempo de calidad” estando realmente presentes con ellos y escuchando con atención lo que nos cuentan, según este experto de Montessori Canela Internacional (OMCI).
En el mundo de la informática, la voz inglesa ‘input’ se refiere a un ‘conjunto de datos o información de entrada’. Marco Zagal, experto en neurociencia educativa de la organización Montessori Canela Internacional (OMCI) ha trasladado este concepto al mundo docente, acuñando el término de ‘inputs naturales’, para describir una propuesta que considera muy positiva.
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Zagal recomienda que antes de los seis años, cuando sus capacidades cognitivas están en pleno desarrollo, los niños reciban primordialmente ‘datos de entrada’ naturales (información y estímulos provenientes del mundo real y entorno humano) en lugar de ‘inputs digitales’ (procedentes de entornos virtuales a través de pantallas).
“Entre los 0 y los 6 años, el niño se encuentra en una fase de pensamiento concreto y descubre el mundo desde un espacio de exploración sensorial”, señala el experto de OMCI.
Zagal desaconseja el uso de pantallas antes de los seis años, ya que una mayor exposición a las pantallas a esas edades ha sido relacionada por algunos estudios con una mayor tendencia a problemas de autocontrol y en la gestión de la frustración. Y también se relacionó con el déficit de atención, asegura.
“Las imágenes en pantalla son artificiales y, aunque pueden ser muy atractivas, no dejan de ser parte de una realidad virtual, que es demasiado abstracta y para la cual el cerebro del niño aún no está preparado en su totalidad”, explica.
Para Zagal, “el aprendizaje debe darse en un entorno natural donde puedan oler, tocar, medir, sentir, saborear en tiempo y espacio real. Es necesario enseñar a los niños a identificar y canalizar sus emociones”.
Recomienda limitar al máximo la exposición a dispositivos electrónicos en niños y también en los adolescentes, especialmente en las horas cercanas al sueño y durante las comidas.
“Lo más importante es que las pantallas no resten al tiempo a estar en familia, al ejercicio y a las horas de sueño. Hay que crear rutinas sanas con los más pequeños que no incluyan la tecnología”, explica.
Las pantallas pueden ser muy útiles para calmar a un niño o distraerlo puntualmente en momentos de estrés, pero no se debe abusar de este recurso.
“Poner un vídeo mientras al pequeño se le da la comida o tiene que esperar genera una asociación en su cabeza por la que le ahorramos el esfuerzo de comer solo o aburrirse durante unos minutos. Así, su tolerancia a la frustración y su capacidad para esforzarse serán muy bajas”, apunta.
Señala que por otro lado, las pantallas ofrecen un estímulo muy atractivo para los niños, que no supone ningún esfuerzo y es muy gratificante por sus colores y sonidos.
“Y cuando un niño se acostumbra a estímulos tan intensos, todo lo demás -juegos autónomos, naturaleza, colegio- le parecerán aburridos y puede incluso llegar a desarrollar adicción al uso de dispositivos”, añade.
Zagal considera que hay que introducir los aparatos electrónicos a partir de los 6 años como muy pronto, y siempre como una herramienta más que no debe substituir los juegos libres, las horas de ejercicio ni las de sueño.
Marco Zagal describe tres ‘inputs naturales’ que los padres y educadores puedan proponer a los niños antes de los seis años para darles seguridad y ayudarles a construir una autoestima sana.
“El objetivo siempre será que se desarrollen como unos adultos emocional y socialmente sanos, con capacidad de empatizar con los demás y gestionar sus propias emociones”, puntualiza.
Las emociones
“Se trata de enseñar al niño a expresar lo que siente. Este input en sí consiste en que el niño tenga a su alrededor adultos referentes hablando de sus emociones de forma natural y normalizada”, señala Zagal.
“Las emociones rigen en gran parte nuestra vida, nuestras decisiones y la forma en que nos relacionamos y vivimos las cosas. Es importante que los niños sepan identificarlas y expresarlas. Eso les ayuda a conocerse y relacionarse mejor”, señala.
“Podemos conseguirlo expresando nuestras emociones como adultos y dando ejemplo. Será muy positivo que en la vida diaria del niño haya espacios de comunicación en los que los miembros de la familia o de la clase expresan sus sentimientos, manifiestan sus inquietudes y busquen y den apoyo al resto”, sugiere.
El contacto visual
En un contexto hiperconectado como el actual, en el que pasamos muchas horas enganchados a una pantalla, es importante pasar con nuestros hijos un ‘tiempo de calidad’ estando realmente presentes con ellos, escuchando con atención lo que nos cuentan y mirándoles a los ojos al interactuar, según el experto de CMI.
La carencia o deficiencia de este ‘tiempo de calidad’ puede tener consecuencias en su capacidad para la interacción social, sobre todo en la primera infancia, de 0 a 3 años de edad, advierte.
“El ‘input’ en este caso es la presencia de un adulto consciente, con esta actitud de mirar a los ojos a los niños. De ese modo estamos enseñándoles, también, a tener en cuenta a los demás y por tanto a trabajar su empatía”, señala.
El movimiento
“El movimiento físico es fundamental para el desarrollo íntegro de las capacidades del niño. Su mente está conectada y depende del movimiento, sin el cual no hay progreso”, de acuerdo a Zagal.
Recomienda que el movimiento sea creado y perfeccionado por el niño a través de experiencias prácticas en el entorno. “Por ello es importante darle motivos y espacios para la actividad física”, señala.
“La tendencia de la sociedad es cada vez más sedentaria y tecnológica, y con la pandemia se ha acentuado más”, según este experto que recomienda “no coartar el deseo del niño de moverse por la casa o por espacios exteriores y evitar expresiones como `bájate de ahí o `quédate quieto aquí conmigo”.