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Sin embargo, el hecho de que su mascota padezca esta condición no quiere decir que no pueda tener una vida normal y feliz. Por supuesto, lo ideal es que el trastorno se diagnostique en una etapa temprana y que el animal reciba tratamiento para reducir los ataques epilépticos considerablemente, hasta llegar a un punto mínimo.
El veterinario Jairo Monzón, de la clínica VetLand, enfatiza en que las convulsiones no son lo mismo que la epilepsia. “La convulsión es una descarga en el sistema nervioso central que ocasiona movimientos de contracción de varios grupos musculares. Suelen ser imprevistas e involuntarias y pueden deberse a daño en el sistema nervioso central o un mal funcionamiento de este como en los casos de epilepsia, pero también pueden aparecer convulsiones por defecto anatómico o fisiológico del cerebro del animal, por defecto genético, debido al estímulo en exceso del sistema nervioso ya sea por un tóxico, hipoglucemia o un daño hepático, e incluso, también se pueden manifestar a causa de enfermedades infecciosas como el moquillo”, explica.
Por supuesto, quien debe hacer el diagnóstico y establecer un tratamiento debe ser un profesional. “Si la mascota tiene todas sus vacunas los veterinarios elaboramos un chequeo que tiene por objetivo descartar un traumatismo craneal, intoxicación, daño hepático o una falla renal. Si la mascota no tiene las vacunas necesarias será necesario hacer más exámenes”, dice Monzón.
En conclusión, no todas las convulsiones en las mascotas pueden considerarse como epilepsia.
¿Cuáles son los síntomas?
A criterio de la veterinaria Zucely Flores, el animal pasa por tres fases en cada ataque: antes del ataque, durante y después, y esto marcará los tiempos y los síntomas:
En la primera etapa el perro se pondrá intranquilo y buscará atención. Esto puede durar un par de minutos o mucho más tiempo, dependiendo del animal. Después llega la fase del ataque, cuando manifieste contracciones musculares por algunos minutos. Puede que produzca más saliva de lo normal y que pierda el control de sus esfínteres urinario o anal. Esto es parte del proceso, así que no se moleste con su mascota por eso. Finalmente, en la tercera fase, la que viene después del ataque, su mascota puede experimentar cambios de conducta producto del agotamiento cerebral. Puede que esté muy desorientado y asustado. En ese momento debe acompañarlo y darle cariño.
Si la mascota sí es diagnosticada le veterinario analizará la posibilidad de darle fármacos con los que se puede mantener relajado el sistema nervioso central evitando que se desencadenen las convulsiones. La mayoría de los perros que toman medicamentos de este tipo pueden llegar a padecer sobrepeso, por lo que Flores recomienda además controlar el peso de su mascota y asegurarse de que mantenga una dieta adecuada.
Es importante que usted se asegure de no saltar ni una dosis de los medicamentos, además de llevar un control sobre la cantidad de episodios de las convulsiones de su perro.
“Si es evaluada frecuentemente y recibe tratamiento, la expectativa de vida de una mascota no se condiciona por padecer epilepsia. He tenido pacientes diagnosticados que han alcanzado los 14 años”, afirma Monzón.