Antonin Artaud, legendario dramaturgo francés del siglo XX, decía que el teatro no podía desaparecer, ya que es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma. De esa cuenta, podemos recordar que la urgencia por identificarnos como especie puede ser navegada a través del arte.
El ejercicio dramático mediante el cual se reinterpreta el mundo lleva a que las personas desarrollen no solo conexiones con su cuerpo, sino también con la dimensión psicológica, afectiva, social, e incluso política de sus vidas y las de otros.
Camilla Camarlengo, actriz y directora de teatro, además de terapeuta Gestalt y psicóloga, asegura que el teatro es un espejo donde podemos vernos a nosotros mismos y con los otros, a lo largo de los distintos contextos que nos implican.
En términos de la puesta en escena, Camarlengo recuerda que la teatralidad siempre tiene que ver con el diálogo.
“El teatro permite hablar con la gente. Allí podemos contar lo que queremos y lo que necesitamos contar. Si cuento mi historia, esta es reconocida y viene a satisfacer esa necesidad de decir que tengo una historia, que tengo el derecho de contarla y de ponerla en el escenario”, comparte la entrevistada.
La puesta en escena es un símil de la sociedad y para Camarlengo, esto se relaciona a una mirada con lupa, ya que permite “ver cosas, fenómenos y situaciones que por lo general pasan desapercibidas”.
Para la también actriz y facilitadora en Gestalt, Ana Lucía Ponciano, el hecho de interpretar una historia teatral es una oportunidad para abrirse al encuentro: “Es un proceso que busca por medio de la estética, como posibilidad visual, dialogar sobre algo”.
En ese sentido, puede hablarse también de las semejanzas que tiene el teatro con la terapia, en cuanto al fomento para resolver conflictos, conectar con recuerdos, simbolizar a través de la estética, dejar fluir las sensaciones y promover la identificación por catarsis.
“Debemos recordar que el teatro surge de la conexión entre sensación, emoción y pensamiento. Allí está la base de la percepción. Cuando logramos hacer eso a nivel cognitivo, complementamos una experiencia humana”, agrega Camilla Camarlengo.
Hablar de la llamada “teatro-terapia” es hablar de una diversidad de posibilidades cognitivas y emocionales a las cuales se puede llegar por distintas vertientes como el Teatro del oprimido, el teatro terapéutico gestáltico o el teatro espontáneo, por mencionar algunos.
De acuerdo con Camarlengo, al hablar de teatro terapéutico se habla también de un ejercicio donde no se busca la precisión, la repetición o los otros requisitos de la técnica teatral. La mirada terapéutica de teatro terapia procura, sobre todo, un espacio seguro donde varias personas puedan abrirse a la experimentación, la conexión y al gozo.
Conectar con los demás
En marzo y abril de este año, Camilla Camarlengo junto a Ana Lucía Ponciano coordinaron un laboratorio de creación teatral con el que buscaban generar un espacio abierto a la detonación sensorial de los participantes.
Las actrices y terapeutas propusieron la teatralización como una herramienta para que los y las participantes reconocieran la energía de su cuerpo, así como también, las emociones emergentes, el contacto, y sobre todo, el acercamiento de personas de distintas procedencias, edades y áreas de conocimiento.
El resultado final del proceso fue una puesta en escena experimental donde predominó el movimiento corporal que reveló a la audiencia un diálogo catártico y colectivo.
Durante el taller, los participantes dialogaron sobre la idea de cómo encontrar antídoto para sobrevivir la ciudad de Guatemala, su tráfico vehicular y su violencia, ya que a todas las partes les significaba algo.
“Buscábamos un espacio de creación en el que sabíamos que no lograríamos solucionar mucho de lo que había a nivel individual. En cambio, se buscaba hablarlo y poder llevarlo al movimiento, a un texto o a una sensación incómoda que se compartía”, explica Ana Lucía Ponciano.
De acuerdo con la actriz, al existir comunicación en el teatro, emerge un acuerdo entre los actores y los espectadores, que lleva a entender la gran dimensión del ser humano: “Abrir esa posibilidad de diálogo implica el poder sentirnos parte de algo”, agrega la también terapeuta Gestalt.
Camilla Camarlengo anota que la experiencia terapéutica del teatro colectivo permite romper con ideas sobre la supuesta vergüenza o culpa que debemos sentir cuando destapamos nuestra vida personal.
“Cuando haces un espacio de teatro terapéutico conectas con tu cuerpo, con tu sentir, recuperas placer, creatividad y haces comunidad. El teatro da pertenencia porque nos permite relacionarnos y generar empatía. Somos seres que estamos en interrelación. Es importante saber que no nos sanamos solos, sino que sanamos en correlación”, agrega.
Abrirnos desde la vulnerabilidad puede traer beneficios. A decir de la psiquiatra Amanda Terraza, cuando compartimos nuestras experiencias de dolor con otros, hallamos una suerte de compañía facultada por la comprensión y la empatía.
“Cuando compartimos estas vivencias con otras personas se abre esa puerta del colectivo de entender que somos parte de algo más. Si yo cargo algo solo, puede pesar mucho, pero entre varios el peso se aligera”, recuerda Terraza.
La psiquiatra agrega que, así como en las terapias colectivas, la mirada del teatro-terapia permite que haya un flujo de encuentros y reflejos, así como reflexiones que ayudan a que las personas se entiendan y se puedan atrever a enfrentar el dolor.
La catarsis del movimiento corporal
Ana Lucía Ponciano comparte que espacios teatrales como el taller que fomentó junto a Camilla Camarlengo, ha permitido que las personas deshagan ideas sobre el aislamiento.
“Hemos podido ver cómo las personas salieron después de mucho tiempo de encierro y han generado vínculos. El sedentarismo es parte de un gran malestar social en el que vemos cómo las personas ven estancadas sus energías. Movernos tiene que ver con eso”, argumenta Ponciano.
Por otro lado, Camarlengo dice que aun existiendo terapias que impliquen el movimiento corporal, lo cierto es que un cuerpo afectado por el dolor en instancias mayores, como el trauma, necesita de un tiempo relativo para sanar naturalmente.
La teatrista y también terapeuta psico-corporal señala que lo anterior ocurre junto a un bloqueo presente en la actualidad y que se manifiesta en sociedades donde la mayoría del tiempo se diluye en el tráfico, en satisfacer necesidades que son impuestas, y en donde los vínculos sociales y comunitarios son cada vez más cortos.
“Somos parte de un contexto y eso influye en nosotros. Con los bloqueos a la sanación que vemos en la actualidad es difícil que haya salud mental”, agrega Camarlengo.
De acuerdo con la psiquiatra Amanda Terraza, el dolor emocional se manifiesta también en el cuerpo en contextos de constante vulneración.
La especialista recuerda que en situaciones de estrés continúo, las personas pueden llegar a experimentar una amenazante subida en los niveles del cortisol o la noradrenalina, hormonas vinculadas al sistema nervioso, y al cual van debilitando con su incremento.
Amanda Terraza añade que en el movimiento fisiológico se puede encontrar una oportunidad para conectar de otra forma con la experiencia humana, ya que el ejercicio permite la liberación de endorfinas y dopamina, ambas encargadas de generar sensaciones satisfactorias.
La psicóloga agrega que propuestas expresivas como la teatro-terapia o la biodanza, donde no verbalizamos, sino que trabajamos “lo que está impreso en el cuerpo”, reducen la generación de sustancias bioquímicas de malestar emocional, tanto por la conexión que tiene el cuerpo con la mente, como por el funcionamiento bioquímico que se da en el movimiento fisiológico.
Reflexiones del teatro y la terapia
De existir algún interés por este tipo de abordaje corporal y emocional, las especialistas en teatro y salud mental recomiendan:
- Conocer la formación de las personas que conducirán el taller: Es importante saber cuál es su experiencia para garantizar un espacio confiable.
- Abrirse a la experiencia de superar el individualismo: Esto es una forma de pensar que “No me sano yo solo, sino en compañía”.
- Atreverse a botar las máscaras: Permitirse la vulnerabilidad para así llegar al autoconocimiento.
- Reconocer la vulnerabilidad: Cuando nos mostramos vulnerables, sin máscara, nos volvemos transparentes, sinceros, verdaderos. Sin transparencia no hay encuentro.
- Investigar géneros de teatro: Todo tipo de teatro es válido, pero es importante saber qué se está eligiendo para saber si el grupo puede cumplir las expectativas que se tienen.