Esta idea es “totalmente coherente con el sentido de que la mayoría de nosotros prefiere hacer las cosas de la manera que cueste un menor esfuerzo, como cuando elegimos el camino más corto o preferimos estar sentados antes que de pie”, añade.
Con este estudio se proporciona, “una base fisiológica para esta pereza, al demostrar que incluso con un movimiento tan bien ensayado como es caminar, el sistema nervioso supervisa de manera inconsciente el uso de energía y optimiza continuamente las pautas de movimiento buscando constante la forma más barata posible de moverse” .
Sin embargo, la directora del estudio, Jessica Selinger, matizó que también hay un lado positivo y es que “detectar y optimizar, con tanta rapidez y precisión, la energía que se usa es una proeza impresionante del sistema nervioso. ¡Tienes que ser muy listo para ser perezoso!”
Los expertos querían entender por qué la gente se mueve de la manera que lo hace, teniendo en cuenta que hay numerosa maneras de ir desde un punto A a otro B y comprobar, hasta qué punto, el cuerpo puede adaptar sus movimientos basándose en datos fisiológicos que le llegan en tiempo real.
Para ello pidieron a un grupo de personas que caminaran mientras llevaban puesto un exoesqueleto robótico, lo que hacía más difícil que anduvieran de la manera en que solían hacerlo frente a adoptar otros movimientos.
Esta estrategia permitió a los investigadores comprobar si la gente puede detectar y optimizar, en tiempo real, el “coste” asociado a sus movimientos, y de hecho así era.
El experimento demostró que las personas adaptan, en cuestión de minutos, la frecuencia del paso para optimizar la energía, incluso aunque ese ahorro energético pueda ser menor del 5 por ciento.
Los investigadores planean ahora estudiar cuestiones relacionadas con la manera en que el cuerpo humano mide el coste energético asociado a formas particulares del movimiento.