Según las leyes de la selección natural de Darwin, la complejidad de la vía sexual, tiene que ofrecer mayores ventajas, aunque éstas no sean evidentes a simple vista.
Por definición, la reproducción sexuada genera variación genética, lo que aumenta las posibilidades de que la descendencia tenga la genética para enfrenarse a un ambiente en constante evolución.
En contraste los clones no varían por lo que si el ambiente cambia, la madre del clon va a producir una copia que no va a contar con los genes que necesita para prosperar.
“Pero el sexo necesita ser dos veces más eficaz que la clonación para compensar los costos”, dijo Auld.
“Para que el sexo resulte favorecido en la selección natural, la madre tiene que producir dos veces más crías o generar descendencia que sea dos veces mejor”, afirma la investigación. Pero demostrar esta teoría en un experimento que compare los costos y los beneficios es complicado.
Para resolver el problema, los científicos decidieron utilizar como sujeto a la pulga de mar Daphnia magna, una criatura que puede reproducirse de las dos formas.
“Al comparar las hijas de una misma madre producidas por clonación de las originarias de una reproducción sexuada, encontramos que las generadas mediante el sexo tenían descendencia que se enfermaba menos”, aseguró Auld.
La constante necesidad de evitar las enfermedades, explica por qué el sexo aún existe pese a los altos costos que genera, explicó.
Los parásitos y sus huéspedes están en una constante guerra de tira y afloja en la que evolucionan y se adaptan el uno al otro, uno ataca el sistema inmune y el otro, lo reconstruye. La clonación brinda pocas opciones de cambios genéticos en el huésped.
En cambio, la reproducción sexual, que aporta nuevas variaciones genéticas procedentes de la mezcla en cada generación, ofrece más oportunidades de responder a los patógenos.
Estos descubrimientos fueron publicados por la revista británica Proceedings of the Royal Society of London B.