Para los adultos, la mudanza representa estrés al empacar todas las cosas y por tener que acoplarse a las nuevas rutinas. La psicóloga infantil experta en niños y adolescentes, Amanda Camey, explica que para la niñez más allá de los cambios de horarios, es un reto que los lleva a salir de su zona de confort, porque tienen que conocer nuevas personas y lugares, lo cual les puede generar estrés y ansiedad, que se ve representado en trastornos de sueño.
Cuando la mudanza significa cambiar de colonia o de ciudad, el impacto es mayor porque los niños dejan atrás a los amigos de la colonia o de colegio y, en algunos casos, a familiares. “Incluso, cuando se cambian de zona y no tenían relación cercana con alguien, también significa un cambio que los puede hacer sentir incómodos porque están saliendo de un lugar en donde ya estaban acostumbrados y se sentían seguros”, dice la profesional.
La psicóloga educativa Wendy Acevedo señala que cuando los niños son muy pequeños, de 4 años máximo, no representa una sensación fuerte porque no prestan mucha atención a lo que pasa a su alrededor, siempre y cuando su núcleo familiar continúe junto a él. Cuando son más grandes, influye mucho la actitud de los padres, porque si él observa que están tristes y tienen constantes peleas por la mudanza, lo percibe como algo negativo.
Reacciones
Se debe entender que, para los niños, cambiarse de vivienda es una decisión impuesta por los padres, porque en la mayoría de las ocasiones no se les consulta. Es algo que no han elegido y no entienden las razones, por lo que enfrentan un mundo desconocido, con personas, ambientes, lugares y reacciones nuevas. “Ellos no ven las modificaciones en sus rutinas, sino que lo perciben en las personas. Por eso es más complejo”, dice Camey.
Sus reacciones, ante la noticia, serán diferentes dependiendo de su personalidad y de cómo los padres aborden el tema. Sin embargo, es común que expresen su miedo y desacuerdo con las herramientas que saben manejar.
Expresarán sus sentimientos por medio de mal humor, irritabilidad y distanciamiento. Además, mostraran cierta indiferencia a las nuevas actividades y objetos, aunque realmente sí les llame la atención. También pueden aferrarse a las cosas que tenían antes y hacer comparaciones con lo nuevo.
Acevedo explica que, cuando la mudanza representa distanciarse de familiares como los abuelos, puede existir un grado de depresión en los niños. Esta no se representará igual que los adultos, quienes suelen llorar, dejar de comer y estar distraídos, sino que ellos serán más inquietos, mal humorados e irritables, por lo que hay que esta atento a sus comportamientos.
Cómo facilitar su aceptación
Las profesionales señalan que no hay una edad específica en la que una mudanza sea más fácil para los hijos, porque los cambios generan una resistencia a ser aceptados. Sin embargo, cuando los niños son más grandes, pueden entender mejor la situación. Es por eso la importancia de explicarles qué es lo que está pasando, los motivos y las diferencias que habrá en la rutina de cada miembro de la familia.
Lo ideal es que los pequeños entiendan que la unión familiar y la relación con él seguirá siendo igual. Mientras más información se le brinde y se le explique que, a pesar de los cambios, todo estará bien, más tranquilo estará. Los adultos tienen que brindar seguridad, confianza y positivismo.
Ya que el miedo principal es las relaciones interpersonales, debe ayudar al niño diciéndole que las personas en este nuevo lugar lo querrán igual o más que en el anterior. Los nuevos amigos serán positivos en su vida y que poco a poco se adaptará.
“Es fundamental que los padres ayuden a sus hijos a nombrar las emociones que sienten. Decirles que está bien sentirse triste o desilusionado al dejar atrás las cosas a las que estaba acostumbrado, pero hacer un balance y enfatizar que todo estará bien. Destacar las cualidades de los nuevos lugares y decirles cómo pueden sacarles provecho. Por ejemplo, si la nueva colonia tiene un parque más grande, ilusionarlo con que podrá jugar más y hacer nuevos amigos”, explica Camey.
Acevedo añade que los niños también deben cerrar ciclos. Entonces, antes de dejar la antigua casa, se puede hacer un recorrido en cada habitación para que el pequeño pueda recordar los momentos más bonitos que vivió en cada una y pueda despedirse. “Pueden pasar a la habitación de mamá y papá, recordar que allí veían televisión y se quedaron dormidos juntos en varias ocasiones. Luego pedirle que le diga adiós, es importante que él lo diga, para que realmente lo asimile y sea más fácil hacer el cierre emocional”, concluye la psicóloga educativa.
La aceptación no será un proceso fácil, pero que con buena comunicación y unión familiar se hace más natural para los pequeños.
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