Los niños y adolescentes confinados ya no asisten con regularidad a sus actividades sociales, deportivas o entrenamientos en los gimnasios, lo que conlleva a que se diviertan menos, se muevan menos y se aburran más, y si esto se combina con más horas frente a la computadora por las clases en línea, videojuegos, televisión y celulares, el resultado es un estilo de vida sedentario que traerá repercusiones muy importantes a corto y mediano plazo.
De ser este estilo de vida, el único factor predisponente y de mal pronóstico para el sobrepeso y la obesidad pensaríamos que al modificarlo pues, quedaría resuelto, pero tenemos que agregar que el estar tanto tiempo en casa condiciona, la ingesta desmedida de alimentos poco saludables que complementan el círculo vicioso de sedentarismo y aumento de la ingesta calórica, se traduce en obesidad.
En países como el nuestro, en donde aún existe la errónea creencia de que el sobrepeso y la obesidad son sinónimos de buena salud, los encargados de la misma, debieron haber advertido a la comunidad, de esta grave consecuencia del confinamiento y actuar preventivamente promoviendo un mejor estilo de vida, no solo para los menores de edad sino también para los padres y los otros miembros de la familia que conviven con ellos.
No sabemos con exactitud la magnitud del problema pues los niños y adolescentes aún no regresan a los servicios de salud y es en ese momento en donde podremos tener una idea clara basada en estadísticas de lo que ahora suponemos.
Es claro que el problema ya existe y vamos tarde y es por eso que ahora debemos de actuar con diligencia para evitar que se siga desarrollando lo que mencionamos al principio como la epidemia de la obesidad
Tomando en cuenta que la asistencia a los hospitales puestos y centros de salud está restringida por razones obvias y que según los padres el sobrepeso y la obesidad no implican enfermedad, el trabajo se hace más complejo, es por esto que el actuar con diligencia requiere de la participación de todos.
El primer paso. La promoción de estilos de vida saludable a nivel nacional, el capacitar a los promotores de salud, enfermeras y médicos del primer nivel de atención con relación a consignar con precisión el peso de los niños como parte de la revisión médica habitual.
El segundo paso. Luego de esta promoción el segundo paso sería la detección del sobrepeso y obesidad de los niños y adolescentes para tener datos objetivos y poder conocer la magnitud del problema.
El tercer paso. La intervención consistiría en capacitar a los padres con los principios básicos y elementales de nutrición y de cómo diseñar una dieta de acuerdo al género y a la edad de los niños basada en alimentos saludables e hipo calóricos y evitar la comida rápida o chatarra en general.
El complemento a la dieta saludable, es cambiar el estilo de vida e informar acerca de los múltiples beneficios del ejercicio regular acompañado de un componente lúdico en el caso de los más pequeños y ser creativos para instalar este hábito.
Con este artículo pretendemos alertar a los responsables de los servicios de salud y a los padres, de que debemos evitar la progresión de uno de los muchos efectos secundarios de esta pandemia: la obesidad Infantojuvenil.
Efectos del covid-19
Dr. Raúl Velasco, Presidente de la Asociación de Endocrinología, Metabolismo y Nutrición de Guatemala
Evitemos una segunda pandemia, la de la obesidad infantojuvenil.