Además, “en una pelea la gente suele sentirse atacada, arrinconada y no comprendida”, enumera la coach y mediadora Piroska Gavallér-Rothe.
Y estos sentimientos provocan reacciones instintivas: algunos se ponen en modo lucha, es decir que gritan y hacen acusaciones. Otros huyen, por ejemplo cortando la llamada o abandonando la habitación. También es frecuente quedarse ensimismado, situación reconocible por el enmudecimiento y el monosilabismo.
Gavallér-Rothe ve un problema en todas estas reacciones: privan a los contendientes de la posibilidad de un verdadero intercambio y de encontrar una solución común. Al fin y al cabo, una disputa siempre es una oportunidad para aprender unos de otros y profundizar en la relación.
Si se resuelve, favorece la comprensión mutua y, por tanto, la conexión entre las personas. Las dificultades de una pelea incluyen el hecho de que hay que tener en cuenta varios niveles, tanto el del contenido como el emocional.
La discusión es la disciplina suprema de las relaciones
La inteligencia emocional de la otra persona es clave. “Una buena discusión requiere muchas habilidades comunicativas que hay que aprender”, explica Gavallér-Rothe, que considera que una buena discusión es “la disciplina suprema de la comunicación interpersonal y la construcción de relaciones”.
“Insultar, gritar, menospreciar a la otra persona… nada de eso funciona”, dice Monika Scheddin, que trabaja como coach en Múnich, enumerando algunos errores cardinales. Palabras como “todos, siempre, nunca, nadie” se utilizan a menudo en las peleas, pero no son eficaces.
En cambio, según Scheddin, una frase sanadora y vinculante es: “Ayúdame a entender”. También recomienda la regla de oro de expresar un deseo en vez de hacer un reproche.
Los “mensajes centrados en el yo” no siempre bastan
En muchas guías se suele recomendar expresarse desde los propios sentimientos, impresiones y necesidades. Es diferente recibir a alguien con la frase “Otra vez llegas tarde” a decir “Me hubiese gustado que llegaras antes”.
Sin embargo, el principio no siempre funciona. Uno puede expresar cómo se siente y la contraparte le dice que eso no es un motivo para estar triste o que es demasiado sensible.
Scheddin aclara que “los sentimientos no se discuten”. Pero además, si alguien empieza cinco frases seguidas con “yo” y no da espacio a la otra persona para reaccionar, no es muy constructivo. “Hay que limitarse a unos pocos puntos”, recomienda.
Cuidado con las acusaciones ocultas
Y hay otro problema con estos mensajes: a menudo son engañosos, es decir que en realidad son acusaciones ocultas, como explica Gavallér-Rothe. Por ejemplo, frases como “me siento poco querido cuando haces esto” o “tengo la sensación de que no te importa nada nuestra relación”.
También entra en esta categoría la frase: “Estoy deprimido”, pronunciada con voz de sufrimiento, y que significa, en tono de reproche, “mira el dolor emocional que me estás causando”.
“Esto echa más leña al fuego”, aclara Gavallér-Rothe. Porque la gente percibe muy claramente si alguien está hablando de sí mismo o si en realidad está hablando de la otra persona.
Una buena disputa requiere, por un lado, el valor de abordarla, pero también el reconocimiento de las propias necesidades. Sin embargo, según la experiencia de la mediadora, lo máximo que la gente puede articular a menudo es lo que no le gusta, pero tiene muchas dificultades para manifestar qué es lo importante para ellos.
Además, en una pelea hay que controlar las propias emociones para no decir algo de lo que luego haya que arrepentirse o que hiera a la otra persona. Al fin y al cabo, las palabras pueden tener un poder enorme y efectos duraderos.
Una visita al baño suele ayudar a evitar la escalada
“Comprender no significa necesariamente estar de acuerdo”, subraya Scheddin. Si, a pesar de todos los esfuerzos, la discusión evoluciona hacia una escalada, la experta aconseja tomarse un descanso. Ir al baño es la mejor manera de hacerlo: esos pocos minutos suelen bastar para que ambos se calmen.
Si no, frases como “puedo sentir lo enfadado que me pone esto, primero tengo que digerirlo”, también proporcionan el tiempo necesario para calmarse. Sin embargo, es difícil si la otra persona reacciona de forma colérica o incluso se pone a insultar. Scheddin aconseja mostrar límites claros en esos casos, por ejemplo con un: “Basta, no voy a tolerar eso”.
Según la coach, la generosidad, el humor y una actitud relajada son útiles en las disputas, como lo son en general en la interacción humana. Al fin y al cabo, subraya, rara vez se trata de una cuestión de vida o muerte. Por eso también hay que plantearse de antemano por qué merece la pena discutir.
“También se puede dejar estar las cosas, aceptarlas, soportarlas”, aboga Scheddin. “Y enfrentarse solo cuando de verdad sea importante para ti”.