Exposición constante
Las cenizas volcánicas que cayeron en gran parte del país son un componente que puede provocar daños respiratorios y en la piel. Por su composición —en la que hay sulfuro, entre otros componentes—, permanecer expuesto durante un periodo largo es peligroso.
Además de irritación en los ojos y en las cavidades nasales, el polvo puede ser inhalado y acumulado por los rescatistas, algo que puede dejar consecuencias maliciosas en el sistema respiratorio.
“Los socorristas están expuestos a moléculas químicamente tóxicas que a mediano plazo (dos semanas, un mes) van a desarrollar neumonías aspirativas, en las que se inflaman los bronquios por intentar sacar esas partículas”, explica el médico Saúl Vásquez.
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Esa se puede curar con algunos antibióticos, señala, pero a largo plazo puede haber consecuencias aún más severas.
“Va a estar crónicamente inflamada la membrana pulmonar”, complementa. Eso puede derivar en una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida como EPOC. Los afectados también puede ser más propensos a infecciones pulmonares como neumonía y bronquits.
Por la gran cantidad de polvo y ceniza que existe en la zona, un elemento irritante para el cuerpo, estas enfermedades crónicas exigen un tratamiento continuo para reducir las consecuencias, según el doctor, para mejorar la calidad de la función pulmonar.
El aspecto emocional
Pero los rescatistas no solo se exponen a las consecuencias físicas del contacto con el polvo y la temperatura de la ceniza volcánica. Las jornadas extensas de rescate dejan, además de cansancio, secuelas en el aspecto emocional.
La psicóloga Sonia Recinos, que coordina la Brigada Abrazos del Alma, una organización de terapeutas voluntarios que atienden a víctimas y personas afectadas por la tragedia, estima que ver los cuerpos sin vida de las personas se puede padecer de estrés vicario.
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“Cuando has estado frente al dolor, también experimentas los mismos síntomas de los que atiendes”, menciona. “Ves los síntomas y te descompones emocionalmente”. Esa experiencia se suma al cansancio de las jornadas, lo cual puede provocar síntomas del trastorno de estrés postraumático.
El acompañamiento psicológico durante los primeros 30 días de labor es determinante para evitar secuelas. Además, Recinos señala que las terapias psiquiátricas también son importantes. En algunos casos, los profesionales podrían recetar antidepresivos o ansiolíticos para mermar las consecuencias.