Cuál es el síndrome del impostor, sus factores sociales y cómo tratarlo
La autocrítica, los ambientes perfeccionistas, así como Internet y la necesidad de pertenencia influyen en creer que no siempre somos suficientes.
Sentir que vamos a ser señalados, criticados o descubiertos como personas que no somos honorables o inteligentes, son algunos de los síntomas del Síndrome del impostor. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)
Vernos desde un lugar menos esperanzador o creernos incapaces de hacer algo que deseamos son síntomas que pueden ubicarse como la punta de un iceberg popularmente conocido como el síndrome del impostor.
De acuerdo con Diana Bedoya Villanueva, psicóloga clínica, este síndrome es un fenómeno social reciente que ha adquirido dicho nombre, pero que en el pasado se ha relacionado con el boicot personal. En este, independientemente del resultado esperado, las personas sienten que no son correspondientes a lo que sucede a su alrededor.
“Vienen estos mensajes de que no la estamos logrando o que no podemos cumplir con algo”, comparte Bedoya Villanueva, quien destaca que este tipo de manifestaciones pueden ocurrir debido a afecciones de la personalidad que se tienen influencia por las demandas de los contextos sociales.
Según explica la psicóloga, el síndrome del impostor es muy común en muchas personas; sin embargo, en las mujeres se ha visto un incremento a medida que se fijan muchas expectativas sobre ellas como personas que deben hacer varias cosas a la vez: ser trabajadoras, exitosas, madres, tener estudios, lucir bien, entre otras ideas.
“Todos estos roles demandan tareas específicas que alteran la percepción de las personas. El síndrome del impostor nos hace pensar que, pese a los resultados, los méritos no nos corresponden. Esto se debe a la perfección y las exigencias que se dan en ambientes de competencia”, señala la entrevistada.
Para la también psicóloga clínica Nissely Herrera, el síndrome del impostor se puede entender como la imposibilidad de conectar con la autoconfianza, ya que constantemente nos lleva a pensamientos, sensaciones o vivencias sobre un fracaso anticipado. También se manifiesta con ideas relacionadas con la percepción de que el esfuerzo que hacemos no es suficiente y que, por esta razón, seremos juzgados.
“Con esto creemos que siempre habrá alguien que pueda demostrar que hace mejor las cosas que nosotros. Parte de la forma en que alguien está experimentando esto se percibe cuando hay una idea de que vamos a ser señalados, criticados o descubiertos como personas que no somos honorables o inteligentes”, añade Herrera.
La especialista en salud mental explica que este tipo de boicot se presenta de forma constante, ya que las personas no logramos conectar con la autocompasión o porque estamos inmersos en la autocrítica. De acuerdo con Herrera, todas las personas hemos pasado por esta situación.
Qué es el síndrome del impostor
La psicóloga Bedoya Villanueva comparte que, entre los hechos que provocan el síndrome del impostor, se encuentran la procrastinación y el perfeccionismo. Este último concepto se distingue por buscar un control total sobre las cosas, sin dejar espacio para el error.
Por otro lado, señala que las subidas y bajadas en la autopercepción pueden deberse a ideas aprendidas desde los espacios familiares, los cuales pueden ser muy exigentes o demandantes.
“Esto viene muy de la mano de un perfeccionismo por parte de los adultos, cuando incluso ellos no han hecho tan bien las cosas. Es un perfeccionismo instaurado. Por eso, los hijos creen que no tienen chance de equivocarse”, explica la experta en salud mental.
Otros factores que influyen en la emergencia del síndrome del impostor son las ideas competitivas. En ese sentido, internet se muestra como un espacio que agudiza pensamientos sobre cómo deberíamos vernos y hacer las cosas.
“Allí prevalece mucho el positivismo tóxico, donde se da un criterio de comparación en el que se cree que el éxito está en temas superficiales. En los adultos jóvenes, la vida se direcciona mucho hacia eso”, señala Bedoya Villanueva.
Por su parte, Herrera indica que internet está influyendo en la manera en que nos evaluamos, dada la necesidad de pertenencia en la virtualidad. La psicóloga recuerda cómo las redes sociales incrementan y, muchas veces, sobredimensionan nuestras expectativas sobre cómo debería ser nuestra vida.
“La virtualidad y las redes nos dicen que hay que romantizarlo todo. Es cierto que hay momentos que pueden romantizarse, pero mucho de nuestra vida no es así. ¿Qué pasa con esto? Que lo que vemos en redes parece perfecto y, a veces, sentimos que somos incapaces de cumplir con eso”, agrega.
Los efectos del síndrome del impostor son peligrosos, ya que pueden alterar el estado de ánimo y provocar trastornos de ansiedad, depresión o incluso el síndrome de burnout. Bedoya Villanueva señala que esto puede asociarse al aumento en los niveles de cortisol, lo cual también puede explicarse por el incremento del estrés presente en la actualidad.
De acuerdo con Nissely Herrera, esto se vincula con un estilo de vida en el que todo debe resolverse de forma rápida para encajar o lograr ser quienes queremos, con el objetivo de pertenecer o ser vistos.
Cómo tratar el síndrome del impostor
Una de las principales recomendaciones que comparte Bedoya Villanueva para combatir el síndrome del impostor es evaluar los síntomas, como la ansiedad, la depresión o el cansancio.
También señala importante reflexionar sobre el tema de la comparación. En cualquiera de los casos, se sugiere a las personas conversar con un especialista en salud mental.
Por otro lado, considerando los efectos que genera el consumo de internet, sugiere filtrar el contenido que se consume y limitar el tiempo que pasamos expuestos a las redes sociales.
Nissely Herrera agrega que, más allá de frenar o tratar el síndrome del impostor, es importante entender cuáles son los detonantes que llevan a experimentar los síntomas anteriormente descritos.
La psicóloga recomienda a las personas comenzar por conversar sobre lo que piensan y sienten acerca de sí mismas respecto a las expectativas. “Cuando abro mi mirada y puedo ponerla afuera, el siguiente paso es buscar y recibir ayuda oportuna”, concluye.