El nervio vago, que se extiende desde el cerebro hasta el torso y llega al corazón, los pulmones, los intestinos y varios músculos, es responsable, entre otras muchas funciones, del control del ritmo cardíaco, el habla, el movimiento de los alimentos a través de los intestinos y la sudoración.
Los autores proponen que la disfunción del nervio vago (DNV) mediada por el SARS-CoV-2 podría explicar algunos síntomas de la covid prolongado, como la disfonía (problemas de voz), la disfagia (dificultad para tragar), los mareos, la taquicardia, la presión arterial baja y la diarrea.
Los hallazgos, hasta ahora, “apuntan a la disfunción del nervio vago como una característica fisiopatológica central de la covid prolongado”, señalaron los autores del estudio en un comunicado de la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (SEMCEI).
“La mayoría de los sujetos con covid prolongado que presentaban síntomas de disfunción del nervio vago tenían una serie de alteraciones estructurales y/o funcionales significativas y clínicamente relevantes en el nervio vago, incluyendo su engrosamiento, problemas para tragar y síntomas de alteración de la respiración”, escriben los autores.
El equipo realizó una evaluación piloto y exhaustiva del nervio vago, utilizando pruebas de imagen y funcionales en una cohorte de 348 pacientes con covid prolongado, de los que 228 (66%) tenía al menos un síntoma que sugería DNV.
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El estudio, que está en curso y aún recluta pacientes, comenzó con el análisis de las 22 primeras personas con síntomas de DNV (10% del total) atendidos en la Clínica de covid prolongado del Hospital Germans Trias entre marzo y junio de 2021.
De ese primer grupo, 20 (91%) eran mujeres con una edad media de 44 años y los síntomas más frecuentes relacionados con la DNV fueron: diarrea (73%), taquicardia (59%), mareos, disfagia y disfonía (45% cada uno), e hipotensión ortostática (14%).
El 86% de los pacientes tenían al menos tres síntomas relacionados con la DVN y el 27% mostraban alteraciones del nervio vago en el cuello, que incluían tanto su engrosamiento como el aumento de la ecogenicidad, que indica cambios reactivos inflamatorios leves.
Otros datos señalan que el 46% mostraba curvas diafragmáticas aplanadas, lo que se traduce en una respiración anormal, y el 63% tenía una reducción de las presiones máximas de inspiración, que demuestra la debilidad de los músculos respiratorios.
Una evaluación de la función gástrica e intestinal realizada en 19 pacientes reveló que ocho (42%) tenían deteriorada la capacidad de llevar los alimentos al estómago a través del esófago.
Además, se observó reflujo gastroesofágico en 9 de 19 (47%) individuos; con 4 de estos 9 (44%) de nuevo con dificultad para llevar la comida al estómago y 3 de estos 9 (33%) con hernia de hiato.
La prueba del Índice de Discapacidad Vocal 30, una forma estándar de medir la función de la voz, fue anormal en 8 de 17 (47%) casos, y 7 de estos 8 (88%) sufrían disfonía.