En estudios recientes se ha señalado que durante el periodo de encierro, los/las maestros/as han sufrido niveles de estrés altos por tener que adaptarse en tiempo récord a dar clases en línea.
La UNESCO ya ha identificado la confusión y el estrés entre el personal docente como una de las consecuencias adversas del cierre de escuelas. Esto se debe a la brusquedad de las medidas adoptadas ante el cierre de los centros, la incertidumbre sobre su duración y la escasa familiaridad con la educación a distancia.
Depresión y trastornos de sueño
Como consecuencia del aumento de la carga de trabajo y la enseñanza desde el hogar, el profesorado ha sufrido estrés acompañado de síntomas de ansiedad, depresión y trastornos del sueño. Además, en estudios realizados antes de la pandemia se comprobó que trabajar desde el hogar utilizando las tecnologías de la información y las comunicaciones puede crear sentimientos de tensión, ansiedad, agotamiento y disminución de la satisfacción en el trabajo.
Asimismo, esta situación de estrés puede tener consecuencias en la salud de los/las profesores/as y, como resultado, tener bajas por enfermedad, absentismo y un bajo rendimiento laboral. Por eso es importante cuidar la salud emocional del profesorado, ya que esta predice el bienestar emocional y el compromiso del alumnado, reduciendo también su nivel de estrés.
Con este marco de fondo, en el contexto de la COVID-19 se ha agravado la situación laboral del profesorado con más despidos e inestabilidad laboral. Varias investigaciones han analizado el impacto de la inestabilidad laboral en el profesorado y han señalado que puede tener importantes consecuencias psicológicas.
Responsabilidad sanitaria en el aula
En septiembre volvieron las clases, pero el profesorado y los centros académicos no tenían claras las pautas a seguir mostrando una gran preocupación ante el nuevo escenario. Además, la responsabilidad de aplicar las medidas sanitarias estaba en manos de cada escuela, instituto y universidad.
Ante esta situación, un grupo interdisciplinar de la facultad de Educación de la Universidad del País Vasco que lleva trabajando desde marzo midiendo el estado emocional de diferentes poblaciones ha estudiado los niveles de estrés que ha vivido el profesorado al comenzar el curso 2020-2021.
Los primeros resultados del estudio (aún en revisión) demuestran que hay un alto porcentaje de profesorado que está viviendo sintomatología estresante, de hecho más de la mitad de los encuestados referían síntomas de estrés.
Más estrés ahora que en el confinamiento
Esta sintomatología fue mayor incluso que en épocas de confinamiento, siendo las mujeres las que están sufriendo más estrés que los hombres, como ha ocurrido en la mayoría de las investigaciones realizadas en diferentes poblaciones en todo el mundo. Además, la inestabilidad laboral que puede estar viviendo gran parte del profesorado también está afectando a la situación de estrés que viven.
Otro nuevo hallazgo del estudio realizado por las autoras es que el profesorado de edades más tempranas es el que más estrés está teniendo, mostrando menores niveles entre docentes de ESO y Bachillerato y universidad. Esto se debe a la gran responsabilidad que tiene el profesorado de Infantil y Primaria para hacer que los niños y niñas cumplan las normas de seguridad ya que tienen menos autonomía.
Para terminar, el profesorado de más edad ha sido el que más estrés ha mostrado, a diferencia de otros estudios en los que las personas mayores son las que menos estrés están viviendo ante la COVID-19. La necesidad de adaptarse a las tecnologías puede tener mucho que ver con este hallazgo.
Yoga y mindfullness
Es importante atender a la salud mental del profesorado ofreciendo apoyo psicológico a aquellos que estén sufriendo sintomatología psicológica por diferentes razones. Implementar talleres de yoga o _mindfulness_ en los centros académicos puede mejorar notablemente el ambiente emocional de los centros, mejorando la salud del profesorado y alumnado y el rendimiento académico de los estudiantes.
De hecho, nuestro equipo ya realizó una intervención de relajación entre el alumnado durante el confinamiento, con resultados muy positivos.
Por lo tanto, es esencial cuidar la estabilidad laboral del profesorado creando más contratos indefinidos y facilitando el acceso a las plazas públicas para cuidar la salud, la situación económica y la calidad de la docencia.
Asimismo, es totalmente lógico, y más ahora que hemos de cuidar el distanciamiento social, ampliar las plantillas de profesorado en universidades y colegios bajando la ratio de alumnado por docente.
Como ya se ha demostrado, las clases telemáticas, aunque han ayudado mucho durante el encierro, no son la alternativa más adecuada. La brecha digital puede influir negativamente en los grupos más vulnerables y el abuso de las tecnologías puede afectar notablemente a la salud de alumnado y profesorado.
El distanciamiento social y el teletrabajo acarrean consecuencias psicosociales que se podrían prevenir con la contratación y cuidado del personal docente.
Solo así se podrán crear unas buenas condiciones, mejorando la educación y el estado emocional de las próximas generaciones.
Naiara Ozamiz, Profesora adjunta en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Amaia Eiguren, Docente asociada del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Facultad de Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Maitane Picaza Gorrotxategi, Doctora en educación, Departamento de Didáctica y Organización Escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; María Dosil Santamaría, profesora laboral interina en el Departamento de Métodos de investigación y diagnóstico de educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Nahia Idoiaga Mondragon, Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Naiara Berasategui Sancho, Profesora en el Departamento de Didáctica y Organización escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.