En casa nunca está de más un martillo de carpintero o “de cola”, doble cuña que sirve para sacar clavos torcidos. Los hay en diversos pesos, pero los más manejables van de media libra hasta dos libras. La ventaja de los más livianos es que son más manejables y funcionan para clavos de hasta dos pulgadas. Para clavos de longitud mayor se requiere mayor peso pero también más habilidad para no lesionarse.
Otra duda es si resulta mejor un cabo de madera, de metal o plástico. El de madera es el más usual y tiene la ventaja de que se puede reponer.
El de metal tiene más resistencia, pero debe tener aislamiento de caucho porque transmite más la vibración del golpe. Los de manija plástica suelen ser más económicos pero usualmente son solo para uso doméstico, no industrial.
Algo de historia
El martillo es una de las herramientas más antiguas, pues se han hallado algunos que datan de 8 mil años antes de Cristo. Era una roca atada a un mango con tiras de cuero. En la edad de Bronce se empezó a fabricar con este metal hacia 3 mil 500 A.C.
Fueron los griegos quienes empezaron a afinar la herramienta, con diversos tamaños y masas, para tallar mármol y otras piedras, así como para la herrería.
Desde entonces, el martillo no ha cesado de evolucionar pues tienen usos tan diversos como la herrería, la joyería, la cirugía, la ebanistería y la cocina. De hecho, su simbología como uso dirigido de la fuerza, con un fin determinado, es la razón por la cual se le utiliza en ciertos tribunales.