Para producir sus hormonas, la tiroides necesita yodo, por lo que capta este elemento y lo almacena. Pero este proceder, que forma parte del funcionamiento normal de la glándula, la hace vulnerable a la radioactividad en caso de accidente nuclear. Una probabilidad que, aunque remota, ha hecho resurgir cierto miedo, sobre todo, a raíz de la guerra en Ucrania.
Si llegara a producirse una explosión o una fuga en una central nuclear, se liberaría, entre otros materiales, yodo radiactivo, que podría ser captado por la tiroides e incrementar el riesgo de cáncer en esta glándula.
En este sentido, Lluís Vila y Juan Carlos Galofré, especialistas del Área de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), explican que la captación de yodo por la glándula está directamente relacionada con sus depósitos internos de yodo. “Si su reserva está completa, la glándula captará mucho menos yodo (ya tiene suficiente) y el que sobra lo eliminará por la orina. Por el contrario, si sus depósitos están vacíos o no están bien repletos, la glándula tendrá más avidez por el yodo. Si en esta situación aparece el yodo radiactivo, la glándula lo captará con más avidez y el riesgo de que se vea afectada es más elevado”, subrayan.
“Para que los depósitos de yodo estén bien repletos, lo más importante es que la ingesta de yodo diaria sea la adecuada. Las necesidades diarias están alrededor de 150 microgramos de yodo en población adulta, 90-120 microgramos en población infantil y 250 microgramos en mujeres gestantes o que mantienen lactancia”, detallan. Para cubrir estos requerimientos es necesario tomar de manera habitual alimentos ricos en yodo, como la sal yodada y los productos lácteos. En cuanto a la sal, la recomendación es consumir poca, pero que sea yodada.
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Los doctores Vila y Galofré recuerdan que las mujeres embarazadas tienen una mayor necesidad de yodo. Por ello, en la mayoría de los casos, se aconseja que tomen como suplemento comprimidos de yoduro potásico en unas cantidades ajustadas a tal efecto, ya que no siempre hay un consumo suficiente de sal yodada y de lácteos para cubrir sus necesidades. Estos comprimidos habitualmente contienen entre 100 y 200 microgramos de yodo.
DEPÓSITO ÓPTIMO DE YODO.
Si se produjese un accidente nuclear, el riesgo es mucho menor si la tiroides tiene un depósito óptimo de yodo. No obstante, ante esta situación, se recomienda la ingesta de comprimidos de yoduro potásico para bloquear cualquier captación de yodo radiactivo por parte de la glándula tiroides. “No sirven en absoluto las dosis de los comprimidos que se utilizan en las mujeres embarazadas”, advierten los especialistas. De hecho, indican que los comprimidos para la protección frente al yodo radiactivo pueden contener entre 60 y 150 miligramos de yoduro potásico. Si tenemos en cuenta que un miligramo equivale a 1.000 microgramos, estas cantidades superarían entre unas 500 y 1.000 veces la dosis diaria recomendada.
“El yoduro potásico es la misma forma de yodo que se emplea para yodar la sal. Este elemento inunda la glándula con yodo y de esta manera previene que el yodo radiactivo sea absorbido. Si se toma en el momento adecuado, el yoduro potásico protege a la glándula tiroides del yodo radiactivo que provenga de diferentes fuentes: el aire, la comida, la leche y el agua”, manifiesta la Asociación Americana de la Tiroides.
No obstante, los doctores Vila y Galofré afirman que en este momento “no tiene ningún sentido tomar dosis excesivas de yodo de manera indiscriminada para prevenir un hipotético accidente nuclear o nube con material radioactivo. Si se diera el caso, se deberán seguir las indicaciones de la autoridad sanitaria competente”. Los especialistas advierten de que “ingerir yodo en exceso también puede acarrear riesgos para la salud, por lo que de ningún modo se pueden tomar estos productos sin una indicación expresa de las autoridades sanitarias”.
Además, los endocrinólogos subrayan que, cuando hay riesgo de contacto con yodo radiactivo, tomar dosis elevadas de yoduro potásico minimiza el riesgo de padecer cáncer de tiroides, pero no protege de otros efectos que pueda ocasionar la radioactividad.