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Si existen problemas de comunicación, entonces podría dar lugar a conflictos mayores. Estos suelen surgir cuando algo nos molesta, nos incomoda o nos hace sentir mal, y actuamos de una forma inadecuada. Recuerde que todo está en cómo lo afrontamos, pues tenemos la opción de reaccionar con violencia o de calmarnos y buscar una solución a través del diálogo con nuestra pareja.
Una forma sutil de violencia
Aunque hay quienes consideran que no actúan de forma violenta porque no utilizan la fuerza física, hay otras maneras de hacerlo y que podrían estar afectando seriamente su relación si se ocurre de forma recurrente. Esto sucede cuando, al existir alguna molestia con la pareja, se aplica la ‘ley del hielo’ y la persona no expresa de manera explícita sus sentimientos.
A este tipo de conducta se le conoce como ‘pasivo-agresiva’ y, de acuerdo con Pamela Ruiz, psicóloga clínica, aunque esta se vea como inofensiva al no haber una agresión de frente, ‘lleva agresividad implícita, una carga de ira reprimida’. Esto da lugar a problemas de comunicación, provocando un silencio incómodo en su pareja.
Madeline Sánchez de Gramajo, psicóloga clínica, explica que esta esta es una forma de expresar, indirectamente, los pensamientos y sentimientos negativos ‘en lugar de enfrentarlos abiertamente o decir realmente lo que quiere o necesita’.
Cómo podemos detectarlo
En ocasiones, puede suceder que tomemos una actitud de silencio y que no nos sintamos en la disposición de hablar y, para Sánchez de Gramajo, esto todavía cabe en lo normal. Para determinar que existe verdaderamente un problema en la conducta observe si estas actitudes pasivo-agresivas se dan recurrentemente.
Según la Clínica Mayo, el comportamiento pasivo-agresivo se trata de ‘un patrón de expresar indirectamente los sentimientos negativos en lugar de referirse a ellos abiertamente. Hay una desconexión entre lo que la persona con trastorno pasivo-agresivo dice y lo que hace’.
Una forma de detectarlo, dice Sánchez de Gramajo, es cuando la pareja pide un favor y la otra persona se muestra amable y le dice que sí, pero por dentro no quiere hacerlo. Al no poder decir que no, se compromete y, después, intencionalmente, no cumple con lo prometido u obstaculiza el que se lleve a cabo.
‘Este tipo de comportamientos lleva a la destrucción de la pareja, pues la persona no es capaz de mostrar sus verdaderos sentimientos y se pierde la confianza’, explica Sánchez de Gramajo. Asimismo, hay signos que podrían alertarnos como el resentimiento, el no ceder a los pedidos de las demás personas, cometer errores en respuesta a las solicitudes de los demás, una actitud reacia y hostil, entre otros.
Cómo se ve afectada la relación
‘El no hablar con una persona es una manera de afectar psicológicamente a alguien más’, expresa Ruiz, por lo tanto, al haber una situación como esta, una de las partes podría ser víctima de violencia psicológica. Además, cuando la persona decide callar, lo guarda todo y, en algún punto, se derrama el vaso y esto da paso a la violencia verbal y física. ‘La relación se va deteriorando porque no se resuelven los problemas, se meten debajo de la alfombra’, agrega.
En estas personas, las consecuencias también se salen de la pareja y afecta otros ámbitos de la vida. ‘Llega a ser desgastante para la persona, se agota porque nunca se expresa como debería, no habla claro, se llena de estrés, altera a las personas que tiene alrededor y está predispuesta a que las otras personas reaccionen mal por no comunicarse de una manera adecuada’ explica la psicóloga Ruiz.
En las situaciones de conflicto, es importante que se pregunte si el silencio de su pareja le hace daño, si hace comentarios que resultan hirientes, si al preguntar qué sucede su pareja no tiene la capacidad de contestarle. ‘Lo adecuado es que exista una comunicación asertiva, donde se puedan expresar los sentimientos, decir qué le molesta y buscar soluciones en pareja’, recomienda Ruiz.
Qué debemos hacer
Si se trata de un problema recurrente que afecta la comunicación en la pareja, lo recomendable es asistir a terapia psicológica para aprender técnicas que puedan servirle en distintos ámbitos de su vida. Ruiz explica que este comportamiento podría ser una manifestación de dolores no resueltos o heridas que continúan abiertas desde la infancia. ‘Puede ser el caso de que la persona aprendió a comunicarse inadecuadamente, por su experiencia de vida, por problemas en casa, algún patrón que aprendió y que desencadena en relaciones disfuncionales’, explica.
De igual forma, Sánchez de Gramajo dice que ‘lo ideal es que la persona que tiene la afección se dé cuenta de que tiene un comportamiento pasivo-agresivo. Al reconocerlo es más fácil afrontarlo’. Es recomendable que busque ayuda con profesionales y, si es el caso de su pareja, que hable con ella para darle a conocer el problema y buscar la solución mediante el diálogo.
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