Salud y Familia

Cómo es vivir con claustrofobia, y cómo tratarla

El miedo irracional a espacios pequeños y cerrados causa niveles altos de ansiedad, que pueden interferir en la vida diaria.

Imagine que está en un centro comercial y, por la hora, las gradas eléctricas dejaron de funcionar. Las manos le comienzan a sudar al percatarse que el elevador es la única forma de bajar al sótano para ir por su vehículo. Se sube al elevador, le comienza a doler la cabeza, su ritmo cardiaco aumenta y siente que le falta el aire. A pesar de que es solo un piso el que debe bajar, con miedo y desesperación siente que el espacio cada vez se hace más reducido y que no podrá salir y, posiblemente, morirá asfixiado.

Todo sucede en su imaginación. “Ese fue uno de los episodios de claustrofobia más fuertes y por el cual busqué ayuda profesional”, dice Arnoldo González (nombre ficticio), quien desde hace cuatro años fue diagnosticado con claustrofobia.

De acuerdo con el psiquiatra Mauricio Aquino, la claustrofobia es un padecimiento psicopatológico que forma parte de los trastornos de ansiedad. Se describe como el miedo que provocan los espacios cerrados, como habitaciones pequeñas, elevadores, túneles, sótanos, entre otros. Este sentimiento no se debe precisamente a las características del lugar, sino a los pensamientos que tiene la persona de lo que le puede suceder. Por ejemplo, no poder moverse o salir, que le falte aire y muera asfixiado.

Lo que se sabe de las causas

González recuerda que desde pequeño le ha tenido miedo a los lugares cerrados. Algunas veces cuando iba en el carro con sus padres le sudaban las manos y pensaba qué podría pasar si las ventanas no se abrieran. “Siempre creí que era normal que de niño se pensara en esas cosas. Cuando hacíamos viajes largos, a otros departamentos, era cuando más nervioso me ponía. No fui de esos pequeños que podían dormir durante el recorrido. Recuerdo que hablaba para distraerme”, comenta el ingeniero industrial.

Cuando tenía 6 años, Arnoldo viajó con su familia a un balneario en Escuintla. Jugaba pelota a la orilla de la piscina cuando de repente cayó en ella. No sabía nadar. Recuerda que cuando abrió los ojos, dentro del agua, vio todo oscuro, luego rápidamente su padre lo sacó y lo consoló para calmarlo. Desde ese momento, hasta antes de comenzar terapia por la claustrofobia, solo podía estar en piscinas sin sumergirse, porque el recuerdo , le causaba sudoración en las manos y nerviosismo.

Después del incidente continuó su vida normal, ya que no iba seguido a las piscinas, creía que podía vivir con el nerviosismo que le causaban.
Su miedo a quedarse en lugares encerrados empeoró 11 años después, cuando en la escuela se quedó encerrado en el baño. Debido a que fue durante clases, no había nadie que llegara a ayudarlo. Según el joven, estuvo alrededor de 40 minutos pidiendo ayuda, hasta que un maestro lo escuchó.

“Durante esos minutos pensé de todo. Desde cómo poco a poco me faltaba el aire y cómo el corazón se me salía de lo acelerado que estaba, hasta cómo me iban a encontrar, porque estaba seguro de que allí me iba a morir. Era como si las paredes del baño cada vez se hicieran más grandes y el espacio en el que me podía mover se hiciera más pequeño.
También recordé el incidente de la piscina, en lo oscuro que estaba debajo del agua. Desde ese momento los espacios pequeños y oscuros me ponen nervioso”, expresa González.

A criterio del psiquiatra Jorge Torres, las causas de este trastorno son idiopáticas, es decir que no tienen una causa común, para cada persona es diferente.
Debido a que pertenece a los trastornos de la ansiedad, su origen también puede ser hereditario, por eventos o situaciones específicas y traumáticas que hayan ocurrido durante la crianza, por ejemplo, encierros en lugares pequeños o secuestros.

Quienes son más propensos a tener claustrofobia son quienes sufren de ansiedad, por lo que, al tener una experiencia poco agradable en un espacio pequeño u oscuro, cuando van a entrar a este tipo de lugares después recuerdan las sensaciones que tuvieron en su momento. Hay quienes la padecen en menor grado, luego de ver una película en donde el protagonista sufre alguna situación de encierro.

Síntomas comunes

Cuando una persona padece de claustrofobia experimenta un aumento considerable de actividad corporal, debido al grado de ansiedad. Se manifestará por medio del incremento de sudoración, mayormente en manos y frente, así como mareos, ritmo cardíaco acelerado, dolor de cabeza y temblor de piernas.

Estos síntomas irán progresivamente en aumento a medida que la ansiedad se retroalimenta de la angustia, miedo y de los pensamientos de tragedia que le impiden moverse, o no poder salir del lugar en el que está encerrado, donde cree que se quedará para siempre. “Aunque la salida se tenga enfrente, la mente se bloquea, porque lo único en lo que se piensa es en qué va a pasar. Quizá solo hay que mover más fuerte el pasador de la puerta, pero uno no lo ve en ese momento”, declara González.

Además, un claustrofóbico presentará una conducta de evitación hacia los espacios cerrados que le recuerden sus experiencias traumáticas o alguna anécdota que alguien más le ha dicho y que le cause intranquilidad, de esta forma se mantendrá alejando de los lugares o situaciones temidas.
En algunos casos, esta evitación puede causar situaciones incómodas tanto en su vida social como en la profesional.

González cuenta que comenzó a trabajar en una empresa como ingeniero industrial desde hace dos años, por lo que ha tenido que verificar varias obras de construcción. En algunas ocasiones ha tenido que subir a elevadores especializados, los cuales se caracterizan por ser más oscuros y pequeños.

“Al inicio, cuando recién comencé a trabajar, no comenté nada en el trabajo de mi claustrofobia por miedo a que me fueran a despedir. Así que tuve que subirme a los elevadores, pero al llegar al piso, siempre estaba pálido, tenía dolor de cabeza y me costaba respirar. Fue hasta la quinta supervisión en la que mis compañeros se dieron cuenta de mi malestar, se asustaron y pensaron que tenía asma, así que tuve que contarles la verdad. Desde entonces siempre que me toca salir —a supervisar—, no subo al elevador y pido que alguien más lo haga. Los evito por cualquier cosa”. manifiesta.

¿Se puede tratar?

Cuando se evitan situaciones y lugares encerrados y se comienza a afectar la vida diaria o laboral, debe considerar ayuda profesional para comprobar a qué se debe y si consiste en claustrofobia. El especialista en salud mental llevará a cabo una serie de cuestionarios estandarizados en donde se evalúa el tipo y número de situaciones que provocan los altos niveles de ansiedad, así como los pensamientos que se derivan de esta.

Lo importante es distinguir si se trata de claustrofobia o si es otra patología con síntomas parecidos como la agorafobia, que consiste en el miedo irracional a espacios abiertos o cerrados, trastornos de ansiedad o episodios paranoicos, entre otros.

El psiquiatra Jorge Torres comenta que este trastorno puede ser afrontarse por medio de tratamientos psicoterapéuticos asociados a algunos fármacos como antidepresivos o antisicóticos. Estos dependerán de las condiciones del paciente, tomando en cuenta su edad, peso y los niveles de ansiedad. Además, deben tomarse bajo prescripción médica.

Luego, la terapia consiste en que el paciente aprenda a controlar la ansiedad por medio de técnicas de relajación, de control de estrés y de respiración. Así como a controlar los pensamientos negativos y predicciones de lo que puede pasar en el lugar, y a enfrentar el miedo irracional y hacer frente a los lugares que se evitan.

ESCRITO POR:

Andrea Jumique Castillo

Periodista de Prensa Libre especializada en temas de salud, bienestar y cultura, con 5 años de experiencia.

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